Infiero que en 1929, en septiembre también llovió en Guadalajara, que los aguaceros torrenciales que acostumbran ser noticia cada septiembre también lo fueron ese año.
La guerra cristera había derivado a un principio de paz conocido como los “arreglos”, firmados el 21 de junio “sin darles cariz oficial”, refiere Alicia Olivera Sedano, “ya que de acuerdo con la ley, el gobierno no podía negociar con una institución a la cual no le reconocía personalidad legal, como era el caso de la Iglesia católica”. En la primera plana del número nueve de Bandera de Provincias. Quincenal cultural, que cifraba su publicación en la “primera quincena de Spbre”, sin embargo, se había impreso: “Waldo Frank y James Joyce en el meridiano de Guadalajara” y con tipografía mayor, en negritas, dos textos: “Maquinismo norteamericano. La velocidad” de Waldo Frank y “Ulyses” (sic) firmado por James Joyce.
Una nota advertía: “Efraín González Luna: el único que en Guadalajara se ha atrevido a la lectura del Ulyses de Joyce. (En Méjico sólo cuatro literatos han podido leerlo). Ofrecemos la traducción de un fragmento, traducción de González Luna y un comentario suyo, rápido: cogido de una correspondencia epistolar. Así pasa Ulises por el ‘meridiano’ de Guadalajara, atento el telescopio ‘sin número y sin nombre’, es decir, amplio en el infinito”.
Se trata de fragmentos del libro de Joyce, empezando por el segundo episodio, que comienza en la traducción de González Luna: “-Usted, Cochrane; qué ciudad le llamó?”
En los “fragmentos de una carta”, González Luna confiesa por principio: “Me dio una sensación de asco”, pero reconoce que “la naturalidad lograda por Joyce es extraordinaria. La enormidad de la labor no necesita ponderación. Proust se nos aparece haciendo una elegante exploración en la playa de un inmenso continente desconocido en los meandros y deltas de ríos distantes y caudalosos al llegar al mar. Pero sea que en el fondo de toda vida humana hay una cloaca y Joyce quiso precisamente emprender en ella un pestilente buceo para producir una imagen integral”. Advierte finalmente que “síntesis de palabras abundan y constituyen positivos aciertos de expresión que tendrán que ser explorados en lo sucesivo. Por ejemplo: desde el jardín, al salir a la calle en las primeras horas de la mañana o últimas de la noche: ‘cielárbol’ —el cielo árbol cargado de fruto de estrellas, follaje infinito, sobra y frescura para fatigas innumerables, etc.”
El primer número de Bandera de provincias se había publicado la primera quincena de mayo de ese año en Guadalajara y en la primera plana no prescindió de un “Manifiesto del Grupo sin Número y sin Nombre” que, entre otras cosas, sostenía: “Apunta un nuevo índice –sin pretensión de guiar” y “amplio y corto panorama —el de cada uno— sin escuela”. La dirigía Alfonso Gutiérrez Hermosillo y, según Emmanuel Palacios, se derivó de las reuniones a las que convocaba Agustín Yáñez en su casa en el Santuario, “quintaesencia de Guadalajara”, a las que acudían, entre otros, Gutiérrez Hermosillo, Efráin González Luna, Julio Jiménez Rueda, Antonio Gómez Robledo, a los que se les unieron José Rolón, Agustín Basave, José Guadalupe Zuno.
La segunda quincena de abril de 1930 se publicó el número 24, el último de Bandera de Provincias, “editado por ‘el grupo sin número y sin nombre’. Edificio MOSLER”.