De manera natural, con placentera sapiencia literaria, sin artificios ni afectaciones, los escritos autobiográficos de Hans Magnus Enzesberger están hechos de fragmentos. Se trata de una forma idónea para vislumbrar a un personaje que no dejaba de ensayar posibilidades varias de la lectura, de la edición, de la traducción, de la crítica, de la literatura, de la provocación, de la ironía, de advertir y concebir eso que se llama “existencia”.

A pesar de ser inevitablemente personaje de sus escritos autobiográficos, como Un puñado de anécdotas. También Opus incertum, como Tumulto, Enzesberger parece mantenerse como un observador irónico de los otros y de sí mismo, como un narrador del devenir consuetudinario que acaso queda en evidencia. Quizá nunca abandonó cierta curiosidad instintiva, propia de los niños.

Un manual de literatura alemana sostiene que “el escándalo sobrevino” tras la publicación de sus primeros libros: Verteidigung der Wölfe (Defensa de los lobos) en 1957 y Landessprache (Idioma de la tierra) en 1960. Quizá desde entonces en librerías y bibliotecas, en universidades y en la prensa, en la radio y la televisión, en la calle y en conversaciones de cafés y tabernas, se volvió frecuente, a veces ineludible, el nombre y la presencia de Hans Magnus Enzesberger, que sin artificios verbales, con claridad y un dejo propio de ironía revelaba un devenir elemental encubierto por complejidades tramposas, verborreas laberínticas sin centro, falsas obviedades.

Su humor escéptico y lúcido lo resguardaba de sucumbir a cualquier militancia. Era inquietante como ciertos niños. Su malicia no podía prescindir de la inocencia. Como un niño, sin tener que leer a Johan Huizinga, sabía que el hombre es un ser que juega.

Sospecho que su agudeza lúdica lo indujo a crear y dirigir revistas que pueden considerarse legendarias, como Kursbuch y The Transatlantic, y una colección de libros: Die Andere Bibliothek. “En casa de sus padres”, recordaba en Un puñado de anécdotas. También Opus incertum, “no había libros prohibidos. Esa es una de las razones por las que sucumbí al vicio de la lectura a la edad de cinco años”. Ese vicio derivó también en que concibiera libros con palabras de otros como la recreación de la posguerra Entre ruinas. Relatos y escritos oculares de los años 1944 a 1948 y, a la manera de un documental, de un montaje cinematográfico, El corto verano de la anarquía. Vida y muerte de Durruti. Como sus amigos Alexander Kluge y W. G. Sebald, entre otros, introdujo asimismo grabados, dibujos, imágenes que conforman asimismo su literatura. Sus poemas y sus relatos acaso ficticios no dejan de detenerse en el devenir cotidiano y, no como una mera alusión, en los acontecimientos que pueden incidir, con frecuencia subrepticiamente, en ese devenir.

Hans Magnus Enzesberger nació pocos días después del Jueves Negro de 1929. “Las cotizaciones en la Bolsa de Nueva York cayeron un promedio de cincuenta puntos ese mismo día”. Murió el jueves 24 de noviembre en Munich a los 93 años de edad. No había perdido la lucidez.

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