En el principio también fue la persecución y la huida. En el Fragmento de El Cairo se revela que “un ángel del Señor habló: ‘José, levántate y toma a María, tu mujer, y huye a Egipto’”. En el Evangelio según San Mateo está escrito que después de que “unos magos que venían de Oriente se presentaron en Jerusalén diciendo: ‘¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarlo’ En oyéndolo, el rey Herodes se turbó y con él toda Jerusalén” (Mt 2, 1-3), “el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: ‘Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; allí estarás hasta que te avise. Porque Herodes va a buscar al niño para matarlo’” (Mt 2, 12-13).

También los cristianos han sido marcados por la persecución y la huída y tuvieron que adorar a la Santísima Virgen María clandestinamente como puede inferirse de sus representaciones varias en mosaico y pintura halladas en las catacumbas.

Hay imágenes, refiere Fausto Zerón-Medina en Felicidad de México, que “llegaron a México como testimonio o repetición de los prodigios ocurridos durante el dominio árabe en España. De Nuestra Señora de Guanajuato se dice que vino de Andalucía, por encargo de Carlos V, a ser celebrada en tierras del Bajío mexicano. Según la tradición, había sido originalmente enterrada por varios siglos en Santa Fe de Granada para librarla de la destrucción iconoclasta de los musulmanes, igual que las Vírgenes de Montserrat en Cataluña o de Guadalupe y Peña en Extremadura. Se cuenta que concluida la reconquista en 1492, revelaciones milagrosas hicieron saber de su paradero, y entonces salió de nuevo a la veneración. Así también señala la tradición que fue encontrada la Virgen de los Remedios, después de haber sido oculta para evitar su destrucción, tras la derrota de los españoles durante la Noche Triste en Tenochtitlan”.

Imágenes diversas muy conocidas propagan el arquetipo del cura Hidalgo blandiendo el pendón de la Virgen María de Guadalupe, y menos la trama y la realización que el título de una película de Julio Bracho: La Virgen que forjó una patria, cifran la hipótesis común de que la nacionalidad, la identidad y el patriotismo mexicanos no pueden prescindir de la Virgen del Tepeyac. En Sentimientos de la nación, José María Morelos sentenció: “XVIII Que en la nueva legislación no se admita la tortura. XIX Que en la misma se establezca por Ley Constitucional la celebración del día 12 de diciembre en todos los pueblos, dedicado a la Patrona de Nuestra Libertad, María Santísima de Guadalupe, encargando a todos los pueblos su devoción mensual”.

Como lo recordó oportunamente Gabriel Sánchez Pozos en “Mochilazo en el tiempo”, en la segunda página de EL UNIVERSAL, el lunes 14 de noviembre de 1921, en la Basílica del Tepeyac, un hombre se acercó a ofrecerle un ramo de flores a la Virgen María de Guadalupe. El ramo era una bomba que prodijo daños severos en el altar, en medio del cual la imagen de la Virgen quedó inmaculada en el ayate de Juan Diego, protegida por un Cristo de metal dorado que se había doblado en la explosión.

La Virgen de Guadalupe debió ocultarse, como la de Zapopan y como la de los Remedios, entre otras, en los años 20 de persecución a la Iglesia católica en México que derivó en lo que se conoce como Guerra cristera, la cristera o, como la ha llamado Jean Meyer, la Cristiada.

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