Como lo ha recordado recientemente Luis Vicente de Aguinaga, en 1986 Dante Medina y Dulce María Zúñiga invitaron al profesor en la Universidad Paul Valéry de Montpellier, Francia, y director del Instituto de Investigaciones sobre lo Poético Franc Ducros a impartir un curso en el Centro de Estudios Literarios de la Universidad de Guadalajara. Fue el primero de los sucesivos otoños en los que Franc Ducros se convirtió en una presencia familiar en la universidad y en Guadalajara. Una sonrisa perpetua lo delataba y marcaba su gesto; delataba una bonhomía hospitalaria, generosa, que no prescindía de una ironía sutil que, entre otras cosas, le confería sentido a su mirada aguda y hacía todavía más grata su conversación y volvía natural su erudición íntima. Sus clases y sus conferencias transcurrían como una conversación incitante, que no dejaba de deparar asombros y revelaciones, en la que convertía lo aparentemente arduo, intrincado, arcano en algo lúcidamente simple, placentero, feliz como un hallazgo infantil. Dos de esos cursos, traducidos de forma presta y certera por Dulce María Zúñiga, devinieron dos libros publicados por la U. de G.: Prácticas poéticas contemporáneas, en 1988, y Claves poéticas de la Divina Comedia, en 1993, reeditado por Ficticia en 2011. También su plática resultaba acogedora y con sentido del humor amable no dejaba de deparar invenciones, historias, remembranzas de lecturas y películas, con frecuencia italianas, minucias perdurables.
Al conjeturar acerca de la levedad en Six Memos for the Next Millenium, Seis propuestas para el próximo milenio, en la primera de las seis conferencias que hubiera sostenido en la cátedra de las “Charles Eliot Norton Poetry Lectures” de la Universidad de Harvard, si no se hubiera muerto la víspera, en Santa Maria della Scala, Siena, el jueves 19 de septiembre de 1985, día en el que ocurrió un terremoto atroz en lo que entonces se llamaba Distrito Federal, Italo Calvino confesaba que haberse “detenido en Cavalcanti me ha servido para aclarar (al menos para mí mismo) lo que entiendo por ‘levedad’. La levedad para mí se asocia con la precisión y la determinación, no con la vaguedad y el abandonarse al azar” y advertía que “en Dante todo adquiere consistencia y estabilidad: establece con precisión el peso de las cosas. Hasta cuando habla de cosas leves, Dante parece querer dar peso exacto a esa ligereza.”
Hombre del Mediterráneo, italianista irredento, Franc Ducros se proponía traducir a Guido Cavalcanti y leía, impartía clases, escribía, hablaba de Dante menos como una referencia familiar que como una obsesión inevitable y placentera. Claves poéticas de la Divina Comedia ocurre como una conversación; L’odeur de la panthère “establece con precisión el peso de las cosas”. Franc Ducros sabía que, según lo anotó en Notas sobre la experiencia poética, “al tratarse de la palabra proferida una sola vez, pero entonces lo será para siempre, Dante llegó a decir que tal palabra, siempre adelante de sí misma, está en busca de una lengua que no es todavía —ni será jamás. Olor de una pantera que los cazadores no alcanzan.
Poeta postrero, el rastro de Franc Ducros en Guadalajara también puede hallarse en libros: Gabriel Magaña tradujo, en colaboración con Ducros, algo de su poesía: Lo negro, eso (Ediciones Sin Nombre, 2006) y Aquí compartido (UANL, 2011), y Luis Vicente de Aguinaga, que estudió en Montpellier, Desapariciones seguido de Notas para la experiencia poética (bonobos, 2017), y con Jorge Esquinca ideó la antología Araire de André du Bouchet (Aldus, 2005).
Franc Ducros murió el domingo 6 de agosto en un hospital de Saint-Jean-de-Védas, cerca de Montpellier, a los 87 años.