El país de la “O” demostró que goza de cabal salud. Lo hizo a partir del reportaje que presentó Carlos Loret en la plataforma Latinus, orientado a colocar en la discusión pública la premisa de que el hijo mayor del presidente, José Ramón López Beltrán, tiene un estilo de vida que contraviene el dogma obradorista y mantiene presuntos vínculos con ejecutivos de empresas privadas que podrían encuadrarse en el tráfico de influencias.

El material audiovisual agudizó el enfrentamiento entre los dos polos que disputan el afecto de los votantes. Las últimas dos semanas, cada bando ha luchado sin complejos y dispuesto los recursos con los que cuenta buscando ganar una disputa que aún luce nebulosa.

¿Por qué nebulosa? No queda del todo claro cuál sería la victoria estratégica en esta circunstancia política. AMLO tiene muchos años recibiendo intentos de ataques a la considerada y fraseada como la “línea de flotación” en su ejercicio político: la honestidad. Por su parte, Carlos Loret tiene tras de sí hechos de carácter mediático que lo sitúan como un propagandista y militante de causas políticas, más que un periodista.

Ninguno de los bandos en disputa sufrió modificaciones en cuanto al número de efectivos, únicamente incrementaron la violencia de los planteamientos. Dos frases que nos sitúan ante la circunstancia política, ambas del viernes 11 de febrero.

- ¿Se acuerdan que le estoy pidiendo a Loret de Mola, que lo considero un mercenario, golpeador, corrupto, en el sentido estricto, ni siquiera periodista, le estoy pidiendo que nos diga cuánto gana? [...] Como la gente ayuda, no ahora, sino de siempre, ya me llegó información sobre cuánto gana Loret: AMLO, por la mañana.

- El presidente está acorralado. No sabe cómo zafarse del escándalo de la casona de su hijo. Y hoy me vuelve a calumniar y encima me pone en riesgo al revelar montos inflados y falsos de supuestos ingresos. Es gravísimo. Es un delito. Está fuera de sí este aspirante a dictador: Carlos Loret, por la tarde.

En el interés por erosionar el marco referencial del presidente, ese mismo día un grupo de twitteros usó la herramienta conocida como “Space”, una sala virtual donde algunos hablan y los demás escuchan. Los decretos no se hicieron esperar, pues más de 60 mil usuarios decidieron acudir al llamado del hashtag #TodosSomosLoret.

Impulsados por la máxima del todo o nada, quienes nutren la opinión publicada intentaron colocar en la mente de los lectores cuestiones como: “Terminó el sexenio”, “Algo se rompió”, “Nos están matando”, “Morena ya perdió 2024”, “Ignorancia presidencial”, “Regresión democrática”, “Autoritarismo”.

Por su parte, el gobierno siguió la misma ruta de los tres años recientes: apostar por el presidente, el contraste y no soltar la bandera del cambio. En suma, Andrés Manuel en solitario, con atril y micrófono.

En el pináculo de la “O”, apareció Armando Bartra el jueves 17 en una mesa de opinión en el espacio informativo de Carmen Aristegui, para situarnos en una realidad mucho más compleja que los reportajes del presunto tráfico de influencias y respuestas presidenciales cargadas de emotividad.

Bartra, incontrovertible en sus estudios y obras, desde la contundencia del Hambre y carnaval, El marxismo mundano, Cosechas de ira, Los nuevos herederos de Zapata y tantos otros textos y artículos más, no puede dejar de pensar con las pautas mentales configuradas por el país de la “O”. Cito:

“Estamos en la eminencia de una profundización inédita de la democracia en México, que es un revocatorio. Por primera vez a los ciudadanos de este país se les va a preguntar si quieren que siga gobernando o no siga gobernando el presidente de la República. Si eso no es democracia, no sé qué cosa sea”.

La democracia procedimental de urnas, votos y conteos aporta ganadores que conforman grupos, y perdedores que son desplazados. La pregunta para Bartra, principal activo intelectual de Morena, es: ¿cuál es la intencionalidad colectiva que pretenden construir para derruir las asimetrías en el empoderamiento, de todo tipo, de la inmensa mayoría de los mexicanos cuando digan que sí, que sí quieren que siga el actual presidente?

Supongamos que alguien no ve, ni vive, lo mismo que Armando Bartra; vuelvo a citar: “Estamos en [...] un proceso de transformación del viejo régimen en el sentido político, de la cultura, de las relaciones sociales, y sobre todo en cuanto a la conformación del Estado mexicano. Y también estamos en una conversión en cuanto al modelo de crecimiento, al modelo de desarrollo que se ha llamado el posneoliberalismo”.

Argumentar desde la “O” genera víctimas. Lo ha hecho con los desplazados por el neoliberalismo; sería un despropósito ocultarlo, y lo hace coyunturalmente al propiciar que un difusor de noticias con sentido mercantil se vea exhibido en sus ingresos, al tiempo que se convierte en el punto de encuentro de quienes no acompañan la forma y fondo del proyecto presidencial.

¿Por quién optar si quiero saber cómo viven los hijos del presidente “Y” salir de la larga noche neoliberal? ¿Cuál camino tomar si quiero exigir transparencia y máxima publicidad, “Y” un modelo de desarrollo distinto al impuesto por el Consenso de Washington? El país de la “Y” sigue ahí, esperando ser discutido.

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