Las sociedades contemporáneas no sabemos tolerar lo inesperado. Es decir, el entorno (racionalidad situada) nos hace actuar bajo patrones que nos vuelven predecibles. De tal suerte que los roles en un contexto como el nacional están dados y con pocos visos de cambiar. Ambos flancos en búsqueda del voto que aguarda en espacios sociales a la deriva cultivan cámaras de eco. En el caso del oficialismo, lo que merma atenta, lo que ensalza transforma. La oposición es una danza sin música, ininteligible. El escenario electoral de 2024 en México hoy ofrece pocas lecturas.
Morena ganará la elección presidencial salvo que el presidente llame a votar por sus adversarios. Los términos del debate tienen dueño y son diáfanos: con el pueblo y la transformación o con las élites y el regreso al pasado.
Ceñido a la aprobación popular, cercanía, lenguaje sencillo y una maciza habilidad para generar conversación, el presidente es inatacable desde el contraste. La realidad da cuenta de cómo una y otra vez los intentos de controversia por parte de algunos opositores terminan en la arena de lo irrelevante. ¿Por qué? Porque sigue representando los intereses de la mayoría: hacer justicia en un país empobrecido.
AMLO es el pueblo y si la oposición carece de asidero entre las amplias masas es porque, entre muchas otras contradicciones de carácter interno, al día de hoy es incapaz de comunicar desde una fisura: la diferencia y asimetría de ejecución entre el presidente y el resto. Es decir, no son lo mismo, ni se comen igual: el obradorismo es los programas sociales en nueve de cada 10 hogares pobres. El morenismo es la administración del Metro.
El sistema de transporte colectivo Metro cobró vida contra Claudia Sheinbaum. En los tres años recientes se ha caído, chocado, perdido la energía, tenido decenas de humaredas. Además, todos los días los usuarios relatan y documentan escaleras eléctricas descompuestas, goteras, vagones en mal estado, lámparas fundidas, puertas que no sirven, retrasos, trabajadores inconformes y refacciones insuficientes.
Hasta ahora el manejo de la comunicación estriba en llevar los yerros al terreno del sabotaje ejecutado por intereses oscuros. El objetivo: boicotear una campaña en pos de la presidencia. En redes sociales aparece con mayor frecuencia la palabra “terrorismo” para situar las constantes fallas en el servicio. De acuerdo con la jefa de gobierno, se trata de “incidentes atípicos”.
En la lógica nacional de instituciones y demandantes, ninguna práctica es eterna, salvo la necesidad de solicitar respuestas. Y esas las dio la Guardia Nacional durante el estreno del patrullaje a lo largo del Saturno versión 4T. Detuvieron a una señora quien presuntamente arrojó unas aspas de lavadora a las vías; a una mujer quien tiró una bufanda; a un caballero el cual lanzó un refresco a los rieles; los celulares de otros tres sujetos “atentaron contra las vías de comunicación”.
Ante la crisis del Metro, las acciones políticas a cargo de Claudia Sheinbaum son el reflejo de una mentalidad cientificista autoritaria con lectura de la realidad en clave conjura. La disputa aritmética de las encuestas supera a la de los afectados.
Y es que no todo es pérdida. Ante los heridos por el choque del Metro el día 7 de enero, la doctora se hizo el tiempo para llegar hasta el lecho de convalecencia, sujetar anónimas manos y tomarse una foto. ¿Quién es el protagonista? Ella, pero en el testimonio comparsa en pos del anhelo político florecen espasmos de atención.
La población usuaria de la capital se interroga para saber. ¿Qué está pasando?
“Si demuestra interés en él, y deseo de ayudarle; si su simpatía alcanza a manifestarse como auténtica compasión —porque la simpatía puede simularse, pero la compasión se siente—, la intuición puede ayudarle a integrar el cuadro completo de un individuo”. Salvador Novo, Las locas, el sexo, los burdeles.
Y no es únicamente un asunto de ausencia de compasión, sino incluso de conciencia de sí:
“...la conciencia de otros no puede desarrollarse si no se ha desarrollado una conciencia de sí, pues no es posible entender los pensamientos y emociones de otro a menos que uno esté consciente de los propios [...]. La teoría de la mente [es definida] como cuando creemos que las otras personas tienen una mente como la nuestra y entendemos el comportamiento de esos otros en función del contenido de su mente: sus conocimientos, creencias y deseos”. Edwin Fuller, La evolución del cerebro y la idea de dios.
La incógnita qué permanece es, ¿y cómo piensa la jefa de gobierno? Es decir, ¿en qué cree, para qué quiere ser presidenta, con quién piensa dar continuidad a lo que sea que ejerce el actual gobierno federal? Por el momento parece tener agotada la empatía con la otredad y lleno el tanque de la antinaturalidad.
En suma. El presidente ejecuta un guión dictado por un país de granítica fe y famélica esperanza. El morenismo está aún lejos de responder los para qué de ser gobierno. Como botón de muestra, en la Ciudad de México está en juego el sistema de derechos sociales más grande de América Latina. La oposición se sitúa en la perenne idea de desenmascarar a AMLO… como desde hace 20 años.
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