La conocida pintura de Rubens que representa a Saturno devorando a uno de sus hijos podría ilustrar el momento actual de la política mexicana, por lo menos en el polo oficialista. Y es que parece que el presidente no desea ceder ni un centímetro en la marquesina de la comunicación para alguno de los pretendidos sucesores; se sabe el centro de gravedad de la política institucional y su intuición le dicta acaparar la conversación.

Además, las precandidaturas oficialistas transitan en estos días sin mayor sentido de narración. Es decir, no hay historia, no hay trama, no hay estilo. Ahondemos únicamente en este último elemento.

Para Alessandro Baricco, escritor y maestro de escritores, “el estilo es de muy pocos. Surge de una intimidad muy elevada y misteriosa con un material concreto. No se puede enseñar, se posee. Es un acontecimiento. Ocurre cuando el lenguaje, cualquier lenguaje, deja de ser una herramienta externa y se convierte en la prolongación de un cuerpo. Mano, no martillo”.

Siendo estos elementos los que definen un estilo, parecen imposibles de encontrar en cualquier expresión pública a cargo de los políticos del momento, por lo que resulta hasta cierto punto normal que AMLO huyera del aburrimiento sí, pero fundamentalmente del riesgo de exponer a sus precandidatos a la propia imposibilidad de narrar cualquier circunstancia.

Fue así que subió al ring a Xóchitl Gálvez, y con ello se colocó en la posición de devorar a sus propios hijos, sacándolos del foco de atención.

Observamos entonces cómo transitan los días desde el contraste. Hay demandas ante instituciones electorales por parte de la política hidalguense, y acatamientos bajo protesta por parte del presidente y sobre las resoluciones de las autoridades para que hable o no respecto a temas específicos.

Y es que en los resquicios, fisuras y vacíos, los políticos mexicanos se vuelven virtuosos para explotarlas y actuar por fuera de la norma. Hay una suerte de pax corrupta entre los aspirantes a la designación de la candidatura presidencial. Ante la cantidad de recursos económicos dispuestos todos los días, para ninguno resuena en el terreno de lo poco sano que la sucesión adelantada genere tal dispendio.

“Continuidad con cambio” es la oferta lanzada por López Obrador de manera general. La primera palabra está hoy clara en el horizonte público, pues en la reciente encuesta de la casa encuestadora Enkoll, 60% de la muestra se identifica con Morena, el partido del presidente. El PAN suma 14% y el PRI 13%.

Habrá cambio, sí, pero de residencia. Al presidente hay que creerle, y a partir de septiembre de 2024 vivirá en Palenque, Chiapas, convirtiendo a dicha población en la nueva capital política del país. Pensemos un nombre, el que sea, que será la o el nuevo presidente, ¿en verdad tomará una decisión política de manera autónoma o en contrasentido de lo “sugerido” por AMLO?

En lo que no habrá cambio es en el caso Ayotzinapa.

La semana pasada dos de los expertos independientes del GIEI que regresaron a México en 2020 para continuar con las investigaciones presentaron el sexto y último informe respecto a la noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero.

En él relatan que pudieron constatar la permanente comunicación entre el C4 y la Sedena. Identificaron tres mil registros de comunicaciones que narran los hechos cada tres minutos, desde la llegada de los normalistas a Iguala para buscar transportarse en autobuses hacia la capital del país, hasta los disparos y las desapariciones. Encontraron también 500 llamadas registradas por el mismo C4, ¿los participantes de dichos intercambios telefónicos? El Ejército, la policía estatal, la policía municipal.

Además, el sexto informe muestra que la Semar actuó en la zona a partir del 28 de septiembre de 2014 en labores de “seguridad perimetral”. También, marinos torturaron, detuvieron y contribuyeron para que la Seido y la entonces PGR estructuraran la llamada “verdad histórica”.

¿La respuesta del presidente? Tanto la Semar como la Sedena han ayudado mucho, “di la instrucción de que se vaya a fondo, y hemos avanzado y vamos a seguir adelante”. Para dimensionar lo que reposa frente a Andrés Manuel López Obrador, valga una cita de él mismo para situar de manera bifurcada la posibilidad de acción: “Esta ancheta está muy angosta, no hay para dónde hacerse”.

Y es que hay poco espacio a matices e interpretaciones. Vale la pena preguntar: ¿hay una instrucción presidencial a la Sedena para que provea toda la información que tiene en su poder respecto a la noche de Iguala, sí o no?

Las demás líneas discursivas en torno a qué pasó en Iguala serán tan irrelevantes como encubridoras de un entramado institucional opaco y atrofiado. En tanto la Sedena no informe respecto a los documentos y evidencias que posee y que, a decir del informe del GIEI, podrían esclarecer los hechos, AMLO también devorará la posibilidad de acercarnos más a la verdad, más a la justicia.

En lo incontrovertible de la realidad, mientras exista impunidad en el caso Ayotzinapa, será imposible hablar de transformación.

Consultor en El Instituto

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