México escenifica el relato más íntimo del capital que se adecua para engullir. Es el poder del dinero un nahual robusto con forma de 4T.

Durante los años de AMLO como amo y señor del megáfono, escuchamos al desmayo: por el bien de todos, primero los pobres. Quizá restó explicar que por “todos”, el actual régimen se refería a los grandes capitalistas del país.

Una nota de Dora Villanueva en La Jornada del 23 de julio revela que la fortuna de Germán Larrea, de Grupo México, se incrementó 944.2 por ciento este sexenio. El dueño de la minera encargada de contaminar el Río Sonora, acumula 37 mil 800 millones dólares.

Al calor del reflector, el actual protagonista del régimen [el señor presidente] señala que más de 30 millones de familias reciben una ayuda del gobierno. Además, afirma que la por él denominada “cuarta transformación de la vida pública” está a la par de las grandes gestas históricas de este país.

Y sí, tal vez tenga razón en las dos primeras “T”. Y es que cómo negar que cuando ganan los ricos los procesos cobran carácter de histórico. Faltaba más.

La independencia, ¿independizó a los indígenas y campesinos o solo a los criollos? La reforma, ¿reformó a los liberales o a los indígenas y campesinos? La revolución mexicana reposa en resortes de mayor cambio social, no obstante el saldo histórico tangible sea la institucionalización de quienes tuvieron más habilidades políticas y cobraron múltiples formas y nombres hasta llegar a “el PRI”.

En diversas conferencias matutinas AMLO apela a un dicho popular: “Cuando la milpa se da bien, alcanza hasta para el pájaro”. Y la milpa de los ricos se ha dado… y muy bien. No sorprende que el capital ya dio la voz de guía al sexenio que nace a hombros de la primera mujer presidenta.

Dicha voz llegó en la persona de Altagracia Gómez. Dueña de un consorcio empresarial, que va desde los alimentos hasta los camiones, y promotora de la prosperidad compartida.  Concepto nacido en la China de Deng y que Claudia Sheinbaum trajo al siglo XXI para darle un contenido mercadotécnico a las acciones del gobierno. Dos frases llaman la atención.

“Las empresas están para crear riqueza holística. Al final, el empresario, la empresaria, resuelven necesidades sociales”. Quizá este enfoque “holístico” sustrae de los empresarios el único fin de ganar, acumular y despojar para dotarles de capacidad para resolver “necesidades sociales”. No dice cuáles, desde luego. ¿Sería mucho pedir que resolvieran la necesidad social de las poblaciones chiapanecas desplazadas por la violencia?

Una frase más. “De la inversión [nacional], el 92 por ciento es de la IP, de esa, arriba del 82 por ciento es inversión nacional”. ¿Como no invertir en México teniendo como referencia el incremento de la riqueza de Germán Larrea? Un entrelíneas: no se equivoquen, el dinero que circula en el país es nuestro.

Los tiempos actuales presentan notas, contenidos en redes sociales, encabezados, abigarrados en frases en el terreno de la complacencia hacia un gobierno que aun no comienza. A la par, los empresarios que despojan a los trabajadores del valor que generan están listos para colaborar en la construcción del segundo piso de la transformación. Lo que dicha frase signifique.

Ante el aprendizaje histórico que les confiere gobernar con múltiples rostros y desde el dinero, expresan confianza o guardan silencio según convenga. Y es que son más o menos 100 años donde los capitalistas corroboran que incluso cuando el capital es del Estado, los burócratas devienen en burgueses.

Hoy en México todo cambia, todo sigue igual. Porque es Chiapas con más lustre de esférica desgracia. Y luego es Michoacán, arquetipo del Estado que claudicó. Y luego es Guerrero, montaña y costa asfixiada. Y luego es el Estado de México, inundado de incompetencia.

Y luego aparece la diatriba de la fuerza imparable que domina México, hoy bajo el paraguas de la prosperidad compartida. Son ellos los triunfadores de una disputa entre liberales ilustrados que les repartieron el país en pedazos. ¿El costo? Legitimar un sistema asimétrico, desigual, que desaparece, que muta, que avasalla, que corrompe, que silencia.

Un sistema ciego ante las madres, padres, hermanos, hijos, amigos, que remueven tierra, basura, esperando encontrar los restos de lo que alguna vez miraron a los ojos. Se llame revolución institucional, milagro mexicano, alternancia o cuarta transformación, el capital manda. Lo demás, es lenguaje de secta para subsistir siendo útil a la hegemonía.

Consultor en El Instituto

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