Tenía que ocurrir la espantosa y lamentable tragedia migratoria en Chiapas, donde al menos 55 migrantes resultaron muertos al volcar un tractocamión que transportaba a más de un centenar de ellos para que el gobierno de México exigiese al de Estados Unidos un cambio en su política migratoria.

Pero, exactamente, ¿qué política de migración estadounidense pidió el presidente López Obrador reflexionar para modificar? Pues la de cerrar sus fronteras como la vía para detener la migración.

A decir del mandatario mexicano, el gobierno de Estados Unidos debe apoyar económicamente a las naciones centro y sudamericanas para generar desarrollo y empleos, y de esta manera detener el flujo de personas en busca de una mejor vida.

Como en caso todos sus razonamientos, el titular del Ejecutivo mexicano plantea una presunta “sencilla” solución a un problema complejo, con décadas de esfuerzos de muchas partes sin que se haya llegado a buen cauce.

La tragedia tocó a las puertas de México y el régimen, como siempre, busca a quién echarle la culpa. En esta ocasión a la nación norteamericana, por no ayudar con dinero suyo a otras naciones.

Creo que por ahí no va la cosa.

Fue en octubre de 2018 cuando, como presidente electo, López Obrador afirmó que la política migratoria de México sería “de puertas abiertas” a todas las personas que buscasen llegar al sueño americano.

Ofreció otorgarles visas de trabajo, y pidió a los gobernadores de los Estados fronterizos que den alojamiento y alimento a los viajantes, quienes, dijo, también recibirían protección y ayuda de su administración, y no deberían preocuparse por su sustento gracias a la generosidad de las familias mexicanas, pues “donde come uno, comen dos”.

Pero la realidad, esa terca insistencia, llegó al asumir plenamente el poder, y encontrarse cara a cara con los designios del entonces presidente Donald Trump, que exigió que México funcionase como campo de detención de migrantes.

El tan cacareado muro fronterizo de Estados Unidos se pasó del Río Bravo al Suchiate, cuando el mandatario mexicano emanado de Morena, aceptó que miles de efectivos de la flamante Guardia Nacional sirvieran de patrulla fronteriza para proteger no a México, sino al vecino del Norte.

Y el “donde come uno, comen dos” se transformó en sucesivas represiones en vivo y a todo color en las que hemos apreciado desde las redes sociales cómo las autoridades mexicanas dan a los migrantes verdaderas tundas de macanazos, patadas y golpes, muchas de las veces ante los aterrados ojos de sus hijitos e hijitas.

Hoy el presidente de México exige a Estados Unidos cambiar su política migratoria, pero debería revisar lo que está haciendo su propio gobierno, porque es el primero que debería no cambiar, sino definirse de verdad en favor de los derechos de las y los migrantes, que son derechos humanos.

Porque los más de cien centroamericanos que iban en el tráiler de la tragedia viajaban a escondidas y tomaban el riesgo porque llegaron a una frontera donde quienes ofrecieron recibirles y ayudarles, los esperaban para deportarlos.

¿Tradición de asilo? ¿Libre determinación de los pueblos? ¿Respeto a los derechos humanos? Demasiadas veces el gobierno actual ha demostrado que son solo enunciados de sus discursos publicitarios, porque en la práctica la política migratoria de nuestro país, gracias al régimen actual, es una: represión a las órdenes de Estados Unidos.

Coordinadora Nacional para el Empoderamiento Ciudadano, MC.

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