“Ahora que fuimos a La Montaña, unas periodistas, por toda la campaña que se genera de quienes no conocen las comunidades ni conocen de las culturas de los pueblos, la pregunta que me hacían es: ‘¿A ver qué nos dice o viene a ver lo de la venta de las niñas? ¿lo de la prostitución de niñas?’... no, no vengo a ver eso, porque eso no es la regla”.
El neoliberalismo creó y promovió “para saquear a sus anchas, los llamados nuevos derechos, y se alentó mucho, incluso por ellos mismos, el feminismo, el ecologismo, la defensa de los derechos humanos, la protección de los animales, todas causas muy nobles, pero el propósito era crear todas estas nuevas causas para que no reparamos, para que no volteáramos a ver que estaban saqueando al mundo”.
Pareciera, al leer estas dos declaraciones, que se tratase de las expresiones de algún dictador derechista o de alguno de los autócratas que quedan, resabios de un pasado en el que los emperadores decían qué podía y qué no podía hacer la gente.
Pero no. Se trata de las palabras del presidente de México. Lamentables expresiones que soslayan el grave fenómeno de la venta de niñas de pueblos originarios para ser entregadas en matrimonio a personas que no conocen y que las usan como objeto de cambio.
La otra declaración, igual de grave, ha sido definida por Humans Right Watch (HRW) como “desquiciamiento total”.
Lamentable que el jefe del Estado Mexicano descalifique de esa forma la lucha de tantas personas por el reconocimiento de derechos que hoy día en nuestro país aún están en proceso de ser respetados a cabalidad.
Millones de personas permanecen en la indefensión ante los actos que el Estado Mexicano es temeroso de garantizar. Y las palabras del presidente Andrés Manuel López Obrador parecen decir: no es la prioridad.
Peligrosa ligereza en el sopesar de causas y derechos que en pleno Siglo XXI siguen siendo una asignatura pendiente en nuestro país.
Peligroso mensaje en un régimen que acostumbra tomar las palabras presidenciales como órdenes al pie de la letra.
No, señor Presidente. No son asuntos que se puedan abordar desde la simpleza de una afirmación mediática. Son problemas sociales que nuestro país necesita resolver.
Y sobre todo, son personas.
Personas que sufren los efectos de inercias sociales y políticas públicas fabricadas desde la realidad de un pasado autoritario.
Esas afirmaciones del presidente de la República ofenden, pero sobre todo lastiman y validan abusos en contra de mujeres y hombres demasiado tiempo discriminados.
También condenan al desprecio a fenómenos tan graves como el cambio climatico, y retratan de cuerpo entero a un régimen que sigue sosteniendo las energías sucias frente a la destrucción del futuro ambiental de México y el mundo.
El feminismo, la defensa del medio ambiente, la defensa de las especies, el activismo en los derechos humanos, son causas que defendemos millones de personas en nuestro país y el mundo, y no admiten la calificación que hace el presidente de México por intereses políticos.
Y sobre todo, la defensa de niñas víctimas de la trata en estados como Guerrero, debiera asumirla el Estado Mexicano, y no desestimarla.
Tome nota quien ame a México.