Los resultados de los procesos electorales 2023 en Estado de México y Coahuila ratifican lo afirmado hace meses respecto a un intercambio entre el PRI (partido que gobernaba en ambas entidades federativas) y Morena, en el que quienes encabezan esas fuerzas políticas obtuvieron lo que querían: el presidente López Obrador el gobierno y dominio de su partido en el Estado con el padrón electoral más importante después de la Ciudad de México, y el grupo apoderado de la dirigencia priista su reducto y coto político en la Comarca Lagunera.

Las piezas del intercambio favorecen a los intereses de uno y otros, pues la maquinaria político-electoral que representa el gobierno del Estado de México ahora trabajará para Morena, y los votos corporativos de los que tanto ha presumido el PRI cambiarán sus colores hacia el guinda, mientras que el botín en Coahuila consolida la apropiación del Revolucionario Institucional por parte del grupo Campeche-Lagunero.

Los datos numéricos posteriores a la elección arrojan un nuevo balance geográfico-político en el país.

Con el Edomex en la bolsa, Morena ahora gobierna a nivel estatal a un 68.2% de la población, y los demás partidos se dividen el 31.8% restante en el siguiente orden: Movimiento Ciudadano (Jalisco y Nuevo León) 11.2%; PAN (Chihuahua, Aguascalientes, Querétaro, Guanajuato y Yucatán) 8.6%; PRI (Durango y Coahuila) 4% y PVEM (San Luis Potosí) 2.2%.

Este mismo orden prevalece si comparamos el Producto Interno Bruto de las entidades federativas. Habrá que tomar en cuenta este nuevo orden al considerar los cálculos político-electorales en el proceso presidencial 2024 porque, como adelanté líneas arriba, las cifras de votación que hoy presumen algunos no son válidas, pues la gran mayoría de sus resultados se sustentan en ejercicios y en influencias con los que ya no cuentan.

¿De dónde han de partir entonces la ecuación o las ecuaciones políticas para elección presidencial? Evidentemente de la acción y la voluntad de la gente que con sus votos ha rechazado formas de gobierno y de ideología que ya no responden a la actualidad contemporánea. La gente quiere algo distinto, las viejas fórmulas ya no funcionan. Sin embargo, este razonamiento tan obvio no pasa por la mente de la mayoría de los dirigentes partidistas, que se empeñan en pretender que la gente piense como ellos, en lugar de atender a lo que la gente piensa.

Por eso quienes hoy dirigen al PAN, PRI y PRD insisten en que la suma de sus logos da como resultado inmediato la suma de los votos de su militancia, sin considerar el natural rechazo histórico mutuo entre sus ideologías, que se supone son la base de su proselitismo.

Quienes dirigen hoy al PRI reclaman que el PAN “no aportó” los votos que presuntamente esperaban en Edomex, y así lo dicen en cuanto foro aparecen, sin tomar en cuenta siquiera que cada voto es la expresión de la voluntad de una persona, y las personas no actúan por órdenes de dirigentes ni de partidos.

La gente piensa, razona y decide. Cada quien tiene intereses, claro. Pero cada quien también piensa en su futuro, en el de su familia, y en conjunto ese futuro lo es también de la colectividad. A ese pensamiento debe responder quien de verdad piensa salir avante en la elección del 2024.

El gobierno federal le apostará al clientelismo y a la dádiva, al chantaje y a la coacción de los programas sociales, desde hace meses viene estirando, torciendo y violentando la ley en cada acto de promoción anticipada de sus tapados-corcholatas-funcionarios-aspirantes presidenciales. Eso ya se sabe.

Solo un proyecto verdadero de nación, distinto de la polarización y el encono actual, con firmes bases ciudadanas, tiene posibilidad de triunfar. Hasta ahora el único dirigente que lo tiene bien claro es el senador Dante Delgado Rannauro, de Movimiento Ciudadano.

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