Los resultados electorales en los Estados Unidos (E.U.) fueron sorprendentes para la mayoría de quienes seguimos su proceso electoral. Donald Trump obtuvo una amplia victoria sobre Kamala Harris al conseguir 295 votos del Colegio Electoral contra 226 y casi el 60 por ciento del voto ciudadano (casi 72,762,000). Pero su triunfo no sólo se dio en la presidencia, sino también en la Cámara de Representantes y en el Senado, consiguiendo el Partido Republicano la mayoría en ambas. A ello se debe agregar que, de los nueve jueces de la Corte Suprema seis son de “tendencia” republicana y tres fueron nombrados por Trump durante su primer gobierno, así como al 33 por ciento de los actuales jueces en las cortes de apelación. Su respaldo institucional será muy amplio.

Los analistas atribuyen los resultados a seis factores: economía (alta inflación y encarecimiento del crédito); una base de seguidores leales; migración y frontera sur (enojo por la contratación laboral de inmigrantes ilegales y temor a estos al ser señalados como posibles delincuentes); tráfico de estupefacientes; las guerras en Ucrania y Gaza; y la cambiante candidatura demócrata junto con una menor popularidad de Harris respecto a Trump. Sin duda, tales factores hicieron que un gran número de votantes de grupos demográficos distintos al anglosajón votaran por él, como fue el caso de jóvenes afroamericanos y latinos.

En los hechos, pese a los 34 cargos por los que Trump fue sentenciado, 24 acusaciones más, 3 procesos en su contra y una sentencia pendiente, su victoria fue sobrada y le permitirá ocupar la Casa Blanca por segunda ocasión, emulando al presidente Grover Cleveland, quien tuvo dos mandatos no consecutivos (1885 a 1889 y 1893 a 1897), siendo los únicos 2 de los 47 mandatarios que tendrá E.U. a partir del próximo 20 de enero.

En ese contexto, los efectos financieros no se hicieron esperar, pues el dólar se fortaleció a su punto máximo en años, los mercados bursátiles estadounidenses rompieron récords y los rendimientos de los bonos gubernamentales se dispararon. Las ofertas de campaña como el aumento del gasto público, una regulación tributaria más ligera, mayores déficits fiscales y un crecimiento acelerado de la economía infundieron confianza en los mercados financieros y en el ámbito empresarial. En cuanto al comercio, seguridad interior, diplomacia y migración, entre otros temas, en poco tiempo sabremos su impacto real y los gobiernos de los principales países habrán de tomar o fortalecer medidas, ya sea para mitigar posibles amenazas o bien aprovechar áreas de oportunidad que pudiesen crearse.

Con la consumación de este escenario, el gobierno mexicano tiene la necesidad y, por qué no, la oportunidad de replantear su relación con su contraparte norteamericana (que durante los pasados seis años no fue la mejor), sobre todo, considerando que las principales ofertas de campaña de Trump tienen relación directa con México y que, de realizarse, su incidencia será en materia de seguridad y en la economía nacional, principalmente.

Desde mi punto de vista, a diferencia del anterior Ejecutivo Federal, la presidente Claudia Sheinbaum acertó felicitando al día siguiente al candidato triunfador desde su Mañanera y teniendo con él una conversación telefónica dos días después, ya que es un primer paso para fortalecer el diálogo entre ambos mandatarios y facilitar el acercamiento de sus respectivos equipos de trabajo.

En este sentido, algunos de los principales temas a abordarse son el cómo combatir eficazmente al crimen organizado que opera en y desde nuestro país, el control de la migración ilegal desde México y pasando por México (considerándose el respeto a los derechos humanos), y el comercial en cuanto al no aumento bilateral de aranceles y a la renegociación del T-MEC a mediados de 2026.

Si bien las recientes reformas constitucionales en materias de justicia, desaparición de organismos autónomos (sobre todo aquellos cuyo funcionamiento independiente está comprometido en el T-MEC) y de energía e hidrocarburos han deteriorado la confianza del gobierno norteamericano y de empresarios extranjeros y nacionales para invertir en el país, a los gobiernos de Claudia Sheinbaum y Donald Trump se les presenta la oportunidad de sentar bases de coparticipación que vayan acorde con los nuevos tiempos y sus realidades.

Tengo confianza en que la buena diplomacia y el mutuo entendimiento entre las dos administraciones electas con casi seis meses de diferencia llevarán a “buen puerto” la relación bilateral, sobre todo superando las diferencias que se dan en los temas que dieron sustento a la campaña del entonces candidato.

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