La falacia tiene un campo de desarrollo en la arena política. No es exclusiva de este tiempo ni de un partido o geografía específica. Se trata de una herramienta ancestral, aunque invisibilizada e ignorada cuyo fin no es el bien común o la construcción de la ciudadanía, sino el acotamiento y manipulación.

La mentira tiene largas raíces. Platón con el concepto de mentira noble y la persuasión como herramienta para gobernar, Maquiavelo que alude a la maldad natural de los hombres que exige la astucia del gobernante y Weber con su alineación a justificar cualquier medio por el fin, acreditaron la mentira política en el ejercicio del poder.

El fin de la inocencia de Stephen Koch, Conocimiento inútil de Jean Francois Revel y Verdad y política de Hannah Arendt, muestran algunos de los rostros del engaño a lo largo del tiempo. Estos son algunos de ellos:

Camuflaje. Es el proceso donde el político trabaja para ocultar la verdad de sus intenciones de manera que no se pueda descifrar. Emplea las medias verdades.

Simulación. Acto de imitar o pretender ser algo mediante la fabricación o alteración de la realidad, mimetismo o fingir algo que no se es y distracción o desviar su atención de la realidad y centrarse en la falsedad.

Disfraz. Es fingir una apariencia diferente para ocultar la identidad real.

Mentiras. Es crear y alimentar a la víctima con información que no es cierta.

Encubrimiento. Es evitar que algo sea reconocido.

Crear ilusiones. Implica crear imaginarios (ilusiones) con los que logran asociarse las víctimas

Ambigüedad. El objetivo es confundir a la víctima, para que no se dé cuenta de lo que sucede. Crea confusión.

Subestimación. Es una situación que se ha minimizado o disminuido pero que tiene el potencial de causar más efectos de los que se manifestaron.

Exageración. Es lo contrario de un eufemismo. Una situación se estira demasiado o se exagera para alterarla.

Seducción. Es atraer a creer o hacer algo mediante elogios, apoyo o encanto.

Racionalización. Implica el despliegue de argumentos débiles para convencer a alguien de que algo es más agradable de lo que parece. Se conoce como spinning o giro.

Falso servicio. Desempeñar el papel de voluntario o servidor. Aducir una causa noble.

Desviación. Cambia el curso natural o aceptable de algo. Ataca los mecanismos de autodefensa.

Victimización. Hacerse parecer más débiles o lastimados para evocar simpatía, compasión y lástima de las personas que esperan engañar.

Deslumbrar. Cegar a una persona temporalmente antes de aprovecharla a largo plazo.

Autoridad. Es una de las tipologías más usuales del fingimiento. Asumir que se tiene más poder, influencia o conocimiento del que realmente se posee.

La pregunta crucial aquí es ¿por qué engañar?

Para “sembrar” la irrealidad, pero también para acotar la participación social y eliminar cimientes de igualdad y sostenibilidad. En términos muy simples son para socavar la decisión, fuerza y sentido de proactividad en una figura nebulosa que nos engloba a todos: pueblo como eufemismo de ti y de mí.

Se engaña para ostentar el poder sin restricciones, consideraciones y estigmas. El primer paso para desbaratar el vodevil del engaño es llamarlo por su nombre, asumirlo como una mentira. Y esa es una de las labores primordiales del periodismo.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.
Google News