El día que apresaron al presidente
El día que apresaron al presidente

Victoriano Huerta junto al presidente Madero


Acto 1. Palacio

El 18 de febrero de 1913, el presidente Francisco I. Madero y algunos de sus colaboradores se disponían a pasar al comedor para comer, cuando la puerta se abrió violentamente y entraron un teniente coronel apellidado Jiménez Riveroll y el mayor Izquierdo.

—Señor presidente —le dijo Jiménez Riveroll—, de parte de mi general Huerta vengo a informarle que el general Manuel Rivera viene de Oaxaca con todo un ejército.

Madero se sorprendió con la noticia, pues no tenía mucho tiempo que había ascendido a Rivera. No lo creía capaz de cometer una deslealtad como la de los alumnos de la Escuela Militar de Aspirantes de Tlalpan y otros militares, quienes el 9 de febrero se habían sublevado contra el gobierno.

—Es preciso que usted salga de aquí ­­—insistió Jiménez Riveroll, pero Madero dudaba y no se movía.

En ese momento entraron varios soldados, por lo que uno de los colaboradores de Madero se sobresaltó.

—¿A dónde va esa fuerza? —gritó, para después ordenar a los hombres que se retiraran.

Enojado, Riveroll atajó al batallón que se retiraba:

—¡Alto!, ¡media vuelta a la derecha!, ¡levanten armas!, ¡apunten!, ¡fue…!

Pero no pudo terminar la orden, porque el capitán Gustavo Garmendia le metió un tiro en la cabeza.

—¡Al presidente nadie lo toca! —gritó al apretar el gatillo.

El cuerpo de Jiménez Riveroll no acababa de tocar el suelo y en la mano derecha de izquierdo se veía ya un arma. La apuntó contra Madero, pero antes de disparar se unió a su compañero, pues el capitán Federico Montes lo mató de un certero disparo.

Al ver a sus jefes muertos, los soldados hicieron fuego contra el presidente, pero el ingeniero Marcos Hernández lo cubrió con su cuerpo, muriendo en el acto. Tras esto, Madero se dirigió a los soldados abriendo los brazos.

—¡Calma muchachos! —les dijo—, no tiren.

Poco después, Madero bajó al patio de honor del Palacio Nacional, donde los soldados del general Aureliano Blanquet se encontraban formados.

—Soldados —los arengó—, se quiere aprehender al presidente de la República, pero ustedes sabrán defenderme, pues si estoy aquí es por la voluntad del pueblo de México.

Pero en ese momento, el general Blanquet caminó hacia él.

—Señor Madero, ¡es usted mi prisionero! —le soltó rudamente.

Y ningún soldado trató de defender al presidente, quien indignado se dirigió a Blanquet:

—¡Es usted un traidor!

Poco después, Madero fue encerrado en la Comandancia Militar junto al vicepresidente José María Pino Suárez. Ahí mismo, dentro del Palacio Nacional.

Acto 2. Restaurante Gambrinus

Gustavo Adolfo Madero, hermano menor del presidente y uno de sus principales colaboradores, comía con el general Victoriano Huerta y otros militares cuando el mesero les informó que Aureliano Blanquet estaba al teléfono. Huerta se disculpó y fue a tomar la llamada, volviendo poco después con una sonrisa en la cara, pues sabía que el presidente estaba en sus manos. Así que sin sentarse, le dijo a Madero:

—Don Gustavo, debo ir a una diligencia peligrosa. Como no traigo mi pistola, le ruego que me preste la suya.

—¡Cómo no!, aquí la tiene —respondió Madero.

Huerta se fue y don Gustavo siguió platicando con los militares, pero poco después entraron varios hombres armados y le apuntaron con un arma.

—¡Está usté preso!

—¿Por orden de quién? —preguntó sorprendido Madero.

—De mi general Huerta.

Y se lo llevaron.

Acto 3. Ciudadela

Soldados frenéticos persiguen a Gustavo Madero y Adolfo Bassó, un veterano marino que se desempeñaba como intendente de Palacio Nacional antes de ser arrestado por los golpistas. ¿La causa?, un tribunal los condenó a muerte minutos antes. Los soldados se enfocan en don Gustavo, a quien golpean y humillan, pero este se defiende… hasta que un desertor le clava la espada en su ojo bueno, dejándolo ciego.

Madero se arrastra y trata de levantarse, mientras los soldados se ríen al verlo tropezar. Luego disponen el pelotón de fusilamiento y Cecilio Ocón, el mismo que presidió el tribunal, lo sujeta por las solapas para ponerlo frente a los soldados. Sin embargo, Madero es más fuerte que él y solo puede dominarlo apuntándole con su pistola. Instantes después, don Gustavo agoniza tras recibir más de veinte disparos.

—¡No es el último patriota! —dice entonces Adolfo Bassó a los asesinos—. Aún quedan muchos valientes a nuestras espaldas que sabrán castigar estas infamias.

Por lo que Ocón se vuelve hacia él y, señalándolo, ordena a los soldados:

—¡Ahora a ese!

Pero Bassó no opone resistencia y camina, erguido y firme, hacia el lugar en que habrán de matarlo y donde intentan vendarlo.

—¿Para qué?, deseo ver el cielo —les dice, rechazando que le cubran los ojos—. No encuentro la Osa Mayor.

Así lo mataron.

Desenlace… pero no el fin

Poco después, el embajador estadounidense Henry Lane Wilson —quien odiaba al presidente Madero y lo llamaba loco, fool, lunatic e incapaz mental—, junto a los generales Victoriano Huerta y Félix Díaz, firmó el Pacto de la Embajada. Convenio que desconocía al gobierno de Madero y acordaba que Huerta asumiera el poder en un plazo máximo de setenta y dos horas, para lo que Madero y Pino Suárez fueron obligados a renunciar a sus cargos de presidente y vicepresidente de la República. Finalmente, la noche del 22 de febrero de 1913, ambos políticos fueron asesinados junto a la penitenciaria de Lecumberri, hoy Archivo General de la Nación.

La reacción a estos y otros crímenes —como el asesinato del gobernador Abraham González en Chihuahua— no tardó en llegar y en varios estados se levantaron en armas, comenzando así una nueva etapa en la lucha revolucionaria que culminó con la renuncia de Huerta y su exilio en los Estados Unidos. Paradójicamente, este chacal pasó sus últimos días como prisionero de los estadounidenses, ya que falleció de cirrosis hepática el 13 de enero de 1916, muerte acorde a un alcohólico como él —le encantaba el cognac—. Su tumba, prácticamente olvidada, es un buen ejemplo del destino que deberían esperar los traidores, ¿no les parece?

El día que apresaron al presidente
El día que apresaron al presidente

Foto: Internet



 

Fuentes
González Garza, Federico, La Revolución Mexicana. Mi contribución político-literaria, México, A. del Bosque, impresor, 1936.

Márquez Sterling, Manuel, Los últimos días del presidente Madero, México, Miguel Ángel Porrúa, 2013.

Prida, Ramón, De la dictadura a la anarquía, México, Ediciones Botas, 1958.

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