Este jueves se dieron a conocer las cifras oficiales de la medición de la pobreza que realiza cada dos años el Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). Destaco dos tipos de resultados.

Por un lado, que la población considerada pobre en México —de acuerdo con la definición multidimensional del Coneval y que incorpora no solo el ingreso sino las carencias sociales— cayó en 5.6 puntos porcentuales de 2018 a 2022, lo que corresponde a 5.1 millones de personas. Considerando solo los ingresos, la población con ingreso por debajo de línea de pobreza cayó en 6.4 puntos porcentuales y la población con ingreso por debajo de la línea de pobreza extrema cayó 1.9 puntos (5.7 y 1.8 millones de personas, respectivamente).

Las reducciones en pobreza multidimensional son las más grandes desde que el Coneval comenzó a emplear esta metodología en 2016 y ocurren, no sobra decirlo, después del aumento en la pobreza causado por la pandemia. Por el lado de la pobreza por ingreso, donde existen series más o menos comparables desde 1992, la reducción es aún más contundente.

Por otro lado, el Coneval reportó que se incrementó la pobreza extrema por ingresos en una décima de punto (equivalente a 400 mil personas), lo que se explica en buena medida por un retroceso en materia de salud, ya que 30 millones de personas más que en 2018 carecieron de acceso a estos servicios en 2022.

Existen tres elementos que explican estas reducciones y que nos permiten vislumbrar también lo que no ha funcionado en términos de política para el desarrollo social.

Primero, que para el combate a la pobreza ha sido clave ampliar el ámbito de las políticas y acciones que el gobierno tiene a su disposición. No bastan los programas sociales y la discusión no puede quedarse en ese ámbito. La política laboral, el salario mínimo y la reorientación del gasto en términos regionales han sido muy importantes. Destacan así las reducciones en pobreza ocurridas en Chiapas o Tabasco, cercanas a los 10 puntos porcentuales.

Segundo, que estas reducciones no resultan solo de una expansión en el gasto en desarrollo social, descuidando otros rubros. De acuerdo con datos de la Cuenta Pública, entre 2018 y 2022 el gasto en desarrollo social como porcentaje del gasto del Gobierno Federal se mantuvo más o menos estable, alrededor de 49%. Sin embargo, lo que sí ocurrió fue una reorientación del gasto dentro de las distintas categorías y una consolidación de los múltiples programas que existían en 2018. También ocurrió una reorganización en la salud y, en menor medida, en la educación, con resultados mucho menos halagüeños.

Es decir, la lección es que las reducciones en pobreza ocurren a pesar de la fallida implementación del Insabi y a pesar de la ausencia de una política educativa remedial para los efectos de la pandemia. De haberse hecho mejor el trabajo en estas dos áreas, las reducciones en pobreza hubieran sido aún más drásticas.

Y tercero, y específicamente hablando sobre programas sociales, estos han mantenido un carácter progresivo y los hogares con menos recursos reciben más dinero de programas sociales que antes. Sin embargo, también es cierto que la proporción de hogares con apoyos en los niveles de ingreso más bajo ha disminuido. Esto indica que en la implementación de los nuevos programas hay serios obstáculos que impiden llegar a grupos que tienen necesidades apremiantes. Por ejemplo, estimo que en 2018 el 53% de los hogares rurales recibía una transferencia del gobierno mientras que solo el 47% lo hacía en 2022; o que el 61% de los hogares cuyo jefe de hogar era indígena recibía programas sociales en 2018 mientras que el 59% de este tipo de hogares recibía programas en 2022.

¿Existen espacios de mejora? Es evidente que en salud y en educación. Pero también es cierto que las reducciones en las cifras de pobreza no son nada despreciables, sobre todo vistas a la luz de la poca efectividad del modelo de política social anterior. A poco más de un año de una nueva administración federal, los resultados de pobreza presentados ayer nos ofrecen una ruta hacia adelante: asegurar la universalización, enfatizando la salud. Algo seguramente más complicado de hacer que de escribir.

Profesor del CIDE

@RojasIrvin

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