Cuando comenzó a conformarse el Frente Amplio por México los líderes de los partidos que lo conforman dijeron que se buscaba que la ciudadanía se hiciera cargo de un proceso abierto para la selección del candidato de la oposición. De esta forma, se canalizarían las ideas y demandas ciudadanas a través de un proceso abierto. Así, los partidos que conforman el Frente se sirvieron de la inercia de las protestas en defensa del INE y los organismos autónomos y encontraron incluso un color distintivo común, el rosa ciudadano, para añadir a la decoración de una coalición política donde los partidos serían lo de menos.

A unos días de que acaben los recorridos de los aspirantes a obtener la candidatura presidencial, muy poco de ciudadano y de renovador le quedó al Frente.

Por un lado, en algunos de los foros realizados por el Frente resonaron mensajes críticos de las aspirantes Beatriz Paredes y Xóchitl Gálvez en torno al manejo de la economía y de la forma en que se entiende el papel del Estado para el desarrollo. Un triunfo cultural para el lopezobradorismo, que logró mover el debate desde el sí o no sobre la política social, los salarios mínimos o el combate a la desigualdad, hacia el cómo.

Sin embargo, estos mensajes contrastan con la constitución del equipo de trabajo que rodearía una eventual candidatura de la aspirante que se convierta en candidata. Nada suena más al pasado que Santiago Creel como coordinador general de los esfuerzos del Frente. Pero, además, ¿son Francisco García, Silvano Aureoles y José Ángel Gurría las figuras que tanto ansiábamos para renovar el menú de propuestas y planes de política?

El caso de Gurría es emblemático. Subsecretario de Asuntos Financieros Internacionales con Miguel de la Madrid y Secretario de Hacienda con Ernesto Zedillo, se trata de una figura representativa de un proyecto de país del que todavía muchos se muestran nostálgicos. En el caso de la seguridad, tampoco es claro que el exgobernador García Cabeza de Vaca haya tenido resultados en Tamaulipas que le otorguen las credenciales para formular un proyecto de seguridad.

En la más reciente incorporación, se anunció que Silvano Aureoles estaría a cargo de coordinar una agenda para el desarrollo rural y el sector agropecuario. Cabe preguntarse de nuevo si es Michoacán, el lugar donde durante el gobierno de Aureoles se intensificaron los conflictos alrededor de la producción del limón y el aguacate, el mejor ejemplo de cómo conducir una política para el campo. Más aún, y como siempre sucede con los temas relacionados a la agricultura y lo rural, los políticos los consideran tan secundarios que bien valen un premio de consolación para el PRD.

Para rescatar el carácter ciudadano del Frente, el PAN buscó consolidar la figura de Xóchitl Gálvez como ajena a los partidos. Incluso algunos columnistas extranjeros, sin mucha reflexión, calificaron a la Senadora panista como outsider. Al hacer esto, el PAN le cedió al PRI la posición de los políticos maduros y sensatos, al grado de que, al lado de Gálvez, Paredes aparece como una promesa de estadista con brillante futuro.

Es muy poco probable que con las reglas establecidas Paredes pueda quedarse con la candidatura opositora. Pero lo que sí es casi seguro es que el PRI se hará de posiciones en el congreso y en gobiernos locales que poco corresponden con la percepción de la población en las encuestas de opinión y con el desempeño electoral que ha mostrado en años recientes ese partido. Ya en el 2000 el PAN, desde el gobierno, le inyectó vida a un PRI herido de muerte. Esta vez le estará entregando un tanque de oxígeno a un partido no solo debilitado electoralmente, sino lidereado por un grupo que no pocas veces ha traicionado a tricolores y azules por igual.

Lo que resultó de ese ejercicio supuestamente inédito de selección de candidatos será una candidatura con las mismas características que han tenido las candidaturas a gobiernos locales de la alianza PRI-PAN-PRD: un mecanismo para darle juego a los jefes políticos de los partidos, con una política profesional como candidata y con los partidos políticos al centro de la coordinación del programa y de la operación de una eventual campaña. Pero adornados de rosa.

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