El pasado fin de semana dieron inicio los “Diálogos por la transformación”, en el marco de la precampaña de Claudia Sheinbaum en busca de la presidencia de México. El objetivo de este ejercicio es retomar diagnósticos y propuestas de la sociedad, llámese academia, organizaciones sociales y organizaciones empresariales. Esta apertura de los diálogos comienza a ilustrar de una forma más clara la forma en que Claudia Sheinbaum pretende formar un equipo que ayude a definir las prioridades de gobierno y a formular un eventual plan de acción para su eventual presidencia. Es además una señal de apertura y de reconciliación.

En el evento de inicio fungieron como oradores, además de Juan Ramón de la Fuente- coordinador de los diálogos- y la propia precandidata, Silvia Giorguli, Presidenta de El Colegio de México, así como Francisco Cervantes, Presidente del Consejo Coordinador Empresarial. Como miembros de dos comunidades clave en una discusión sobre los problemas y soluciones de México, su invitación, presencia y discursos pudieran ser interpretados como una alineación. Considero, en cambio, que la forma en que ocurre el acercamiento con estos sectores de la sociedad es de celebrarse, pues ocurre de una manera transparente y franca, sin anticipar compromisos más que el de la participación en el diálogo activo. Estos personajes podrán elegir si dialogan o no también con el resto de las fuerzas políticas y los términos en que lo hagan.

Una crítica que pudiera surgir a la integración de este tipo de equipos, a veces considerados de expertos, es que muchas veces las discusiones podrían quedarse en la teoría y en la abstracción. Sin embargo, algo en común a en torno a los coordinadores de los diálogos temáticos es su envolvimiento en la discusión pública. Y, a pesar de que han sido críticos de algunas decisiones durante la 4T, lo que siempre prevaleció fue un posicionamiento honesto y el reconocimiento general de la necesidad del cambio.

Pero, además, considero que los diálogos iniciados el domingo también deben interpretarse como un reconocimiento y llamado al diálogo hacia adentro de Morena. Es natural que, a lo largo del sexenio, y luego en el proceso para designar a la candidata presidencial y para ocupar espacios en el ámbito de los gobiernos locales, haya habido roces y fracturas. A nivel político, una operación cicatriz ha permitido la incorporación de figuras clave de Morena a la campaña y ha tratado de acercar a los grupos que fueron desplazados por la dinámica interna.

A nivel programático, la conformación de los grupos de trabajo con visiones diversas es también una señal de que nada está escrito en piedra y que vale la pena revisar la forma en que visualizan los problemas y las maneras de afrontarlos. Ya durante el verano, Morena realizó una serie de ejercicios abiertos en donde militantes, funcionarios y simpatizantes se manifestaron alrededor de una amplia gama de temas. Estos nuevos diálogos implican que las discusiones no están zanjadas y que, si la coalición de gobierno busca efectivamente ampliar su interlocución hacia afuera, debe también haber espacio para dialogar dentro de la colación.

El dialogar hacia adentro, reconocer las diferencias y escuchar a quienes no piensan igual no equivale a renunciar a los principios. La búsqueda de la universalidad en el sistema de salud, el compromiso con la responsabilidad fiscal, la noción amplia del bienestar económico y social, el compromiso con asegurar el derecho a la alimentación y a la cultura, y el reconocimiento de brechas regionales y de género no están comprometidos. Lo que es múltiple es la forma de lograrlo. Los diálogos por la transformación serán exitosos en la medida en que incorporen la pluralidad hacia adentro de Morena y de una sociedad que simpatiza con la 4T y que considera que en la transformación es necesario incluir más y cerrarse menos.

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