El que terminó fue un verano movido en el proceso de selección de la candidata de la oposición. Por años, la oposición careció de un liderazgo alrededor de una figura concreta. Xóchitl Gálvez le dio a un sector de la oposición un centro de gravedad en torno al cual canalizar sus esfuerzos y esperanzas. Sin embargo, el denominado fenómeno Xóchitl se ha estancado, mientras que poco a poco se dispersan los aires de novedad y se nota el desconcierto y la desorganización.
Parte de la razón de este estancamiento tiene que ver con la estrecha relación que la inminente candidatura del Frente tiene con algunos medios y comentaristas. Fue a través de los medios de comunicación que se fue fraguando la idoneidad de la candidatura de Xóchitl ante la ausencia de figuras que pudieran atraer al electorado moderado. Sin embargo, esa misma relación se torna cada vez más difícil ante los desatinos en la incipiente campaña de la panista, por lo que un evidente doble estándar se usa para juzgar lo que sucede alrededor de Gálvez de manera diferente que al resto de los actores políticos.
La semana pasada se conoció por redes sociales que el trabajo de titulación como ingeniera de Xóchitl Gálvez contenía párrafos enteros de otras obras y autores sin citar apropiadamente, un evidente caso de plagio académico. Intelectuales y medios afines a la candidatura de Gálvez, que se habían sumado y con razón, al llamado a cuentas de la ministra Yasmín Esquivel por un caso similar, se vieron en una encrucijada y prefirieron buscar la manera de minimizar el plagio de Gálvez, resaltando la supuesta diferencia en los casos. Algunos dijeron que no eran situaciones iguales porque el título universitario no es requisito para ser presidenta, pero sí para ser ministra. Otros básicamente aceptaron el plagio de Gálvez, pero intentaron justificarlo porque es menor en cantidad y no ocurrió en una tesis de grado.
Sin embargo, poca atención se le prestó a lo que debería ser el centro de la discusión, en esos dos, así como en otros casos de plagio de figuras públicas y que los vuelve equivalentes. Los requisitos exigidos para ocupar el cargo en cuestión o si el plagio fue mucho o poco no es lo relevante. En cualquier caso, lo grave de los casos de plagio es la intencionalidad de engañar y sacar ventaja del engaño.
La reacción de Xóchitl Gálvez fue casi tan desafortunada como el plagio cometido, recurriendo al cada vez más desgastado recurso dicharachero. El doble rasero de nuevo apareció por parte de los intelectuales y los medios afines a la candidatura de la panista, quienes han sostenido por años su añoranza por líderes profesionales que no improvisen en sus acciones y discursos. Ahora, las ocurrencias y el descontrol alrededor de la postulación de Gálvez pretenden ser disfrazados como una muestra de frescura.
Finalmente, el asunto del plagio puso de nuevo de relieve la constante contradicción en la pretensión de presentar a la candidatura de Gálvez como una candidatura ciudadana. Ante la errática respuesta a las acusaciones de plagio, los partidarios de la senadora panista sugirieron que una de las razones del bache en que se encuentra la incipiente campaña es el vacío que los partidos políticos han creado alrededor de la virtual candidata. La solución, implican, es que los partidos la arropen y la cuiden, incluso incluyendo a políticos profesionales como voceros, como ha circulado en algunas versiones periodísticas.
La campaña de Xóchitl Gálvez puso demasiadas esperanzas en la presencia de la senadora panista en los medios de comunicación como su estrategia para crecer y llegar a un público más amplio. Esto significó al mismo tiempo una exposición a los riesgos de toda campaña, pero todavía sin iniciar siquiera las precampañas. Es muy pronto aún para saber si este bache en el que parece estar la figura de Gálvez será definitorio para sus aspiraciones presidenciales. Pero sí es claro que para algunos medios y comentaristas este doble estándar puede ser costoso. ¿Por cuánto tiempo estarán dispuestos a sostenerlo?