Esta semana se anunció que Claudia Goldin, profesora de la Universidad de Harvard, es la ganadora de este año del premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel, frecuentemente referido solo como Nobel de Economía. Claudia Goldin es una historiadora económica estadounidense, la primera en obtener una plaza permanente en el departamento de economía de dicha universidad y cuyo trabajo ha consistido en reconstruir, como lo haría una detective, las piezas que explican las disparidades existentes entre hombres y mujeres en los mercados de trabajo, piezas perdidas y regadas en el transcurso de la historia.

Una parte del trabajo de Claudia Goldin consistió en documentar que, al inicio del periodo de industrialización en Estados Unidos, había una participación de las mujeres en el mercado laboral más alta de lo que se había considerado hasta antes de sus investigaciones. El problema es que buena parte del trabajo de las mujeres de entonces, como sigue sucediendo hoy, no se contabilizaba apropiadamente. Posteriormente, el cambio tecnológico y el paso de una sociedad agrícola a una industrial redujo la participación laboral femenina, para volver a crecer nuevamente solo a partir de la segunda mitad del siglo XX.

Como el crecimiento económico estuvo acompañado por un incremento en la participación laboral femenina, algunos asumieron que el crecimiento económico era suficiente para que eventualmente se cerraran las brechas entre hombres y mujeres. Sin embargo, la investigación de Goldin también es reveladora sobre cómo no son solo los factores comúnmente incorporados en el análisis económico más ortodoxo- preferencias, precios, elasticidades- sino que son las normas sociales y las instituciones las que imponen desproporcionadamente en las mujeres un peso tal que sus decisiones de educación, fertilidad y participación laboral frecuentemente se encuentran en contradicción.

Los resultados de Goldin sobre los cambios en la participación laboral de las mujeres, sobre las ocupaciones que toman y sobre la evolución de las disparidades de género a lo largo el proceso de transformación de la economía estadounidense son útiles para vislumbrar los obstáculos que enfrentarán otras sociedades. Por ejemplo, en México, solo el 45 por ciento de las mujeres participan en el mercado laboral, una tasa de participación similar a la que tenía Estados Unidos a mediados de la década de los 1970.

El trabajo de Goldin resalta también la discriminación en contra de las mujeres en los mercados de trabajo y muestra cómo el boyante crecimiento económico que caracterizó a la economía estadounidense en parte del siglo XX poco logró contribuir a la reducción de estas brechas.

Algunas justificaciones sobre la existencia de brechas de género se basaban en el tipo de ocupaciones que las mujeres y hombres toman. Sin embargo, el trabajo de Goldin demuestra que las disparidades persisten hacia dentro de las ocupaciones. Es decir, que buena parte de la brecha de ingresos ocurre entre hombres y mujeres con las mismas calificaciones y ocupados en las mismas actividades.

Pero el poder disruptivo del trabajo de Goldin excede el campo de la academia y trasciende a la política pública y la acción política. Por ejemplo, la investigación de Goldin muestra cómo la introducción de la píldora anticonceptiva cambió la edad en que las personas se casaban y modificó radicalmente los prospectos de vida de las mujeres, incluyendo sus decisiones para continuar estudiando y el perfil de sus ocupaciones. La implicación es que las demandas por sistemas de cuidados, licencias de paternidad obligatoria, cuotas, entre muchas otras, sigue siendo cruciales, en tanto contribuyan a modificar las instituciones y las normas en las que están enraizadas las disparidades entre hombres y mujeres.

El de este año es apenas el tercer Nobel que se otorga a una mujer en las ciencias económicas, galardones que suelen tener también una carga política. Vivimos tiempos en los que las mujeres están conquistando espacios en todos los ámbitos, aún a pesar de las resistencias. En una profesión dominada por hombres, el reconocimiento para Goldin tiene aún un mayor mérito. Ojalá este sea un aliciente también para las economistas y todas las mujeres que a diario tienen que enfrentar los obstáculos que a veces los demás hacemos tan poco para derribar.

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