La gran historia de amor The Way We Were, protagonizada por Robert Redford y Barbra Streisand, muestra una relación romántica, entre una joven idealista y un chico con talento y suerte.

Simplemente…

Genial.

La relación maravillosa, de dos talentosos, en la mejor época de sus vidas, donde la juventud, nos muestra, al amor en todo su esplendor.

Donde los sentimientos están a flor de piel...

Y el vivir la vida, sin filtros...

Es decir, son tantas las emociones, que razonarlas, salen sobrando.

Es el amor joven...

El sentir, el vivir, en la juventud, bajo el influjo de una sobredosis de hormonas, nos lleva a realizar las más grandes hazañas, en nombre del amor.

Tan diferente al amor en la madurez, donde el cuestionarse todo, es parte del día con día y las grandes preguntas, que nos hacemos, si pudiéramos regresar el tiempo, son las típicas:

¿Lo volveríamos a hacer?

¿Podríamos?

Y nos damos cuenta, que los mejores años, son los del tiempo transcurrido, al momento de ser felices.

Y la corriente sigue su cauce...

Y la vida sigue su destino...

Y volvemos, sin querer, a quienes éramos en un principio...

Solo...

Más cautos...

Más precavidos...

Y más sensatos...

El tiempo...

El tiempo no pasó en vano...

Y conforme el tiempo ha transcurrido, nos convertimos en personas con experiencia.

Y muy en el fondo, somos niños, deseando volver a jugar, volver a confiar, volver a entregarnos, como si fuera la primera vez.

Buscando ese mar infinito de sensaciones, que nos motiva a ser mejores y a escribir historias, pintando con líneas y saliéndonos de los límites.

Y a pesar de los años vividos, de tantas experiencias y tantos encuentros fortuitos, seguimos siendo los mismos.

Sólo con más visión, más enfocados en lo que queremos, más serenos y más tranquilos.

Ojalá y cuando pensemos, en nuestros años felices, pensemos en el presente, dejando los ratos amargos y los incomprendidos.

Y seleccionemos desde el corazón, a los amigos, a los que nos acompañan, con un mensaje, a los que nos dan fuerzas, a los que nos comprenden y a los que nos dan alivio.

A veces, sólo hace falta una palabra, un consuelo, una sonrisa, un abrazo y un guiño.

Y demos las gracias, simplemente, por existir..

Ojalá, conforme nos convertimos en personas maduras, nos convirtamos en seres humanos únicos e inigualables.

Irresistibles…

Irremplazables…

Inolvidables…

Conscientes, de que cada primavera, es el inicio de un año más, seguros de que ha pasado mucho tiempo y de que queremos darnos una oportunidad y comenzar de nuevo.

Y el desafío, es olvidar lo que nos estorba, tumbar los muros y seguir adelante, con los deseos de nuestro corazón.

Despertando cada mañana, con la esperanza de ver nuevos horizontes, siendo sinceros con nosotros mismos.

Recordando nuestros años felices…

Y como cada árbol, en cada primavera, vuelve a florecer y a renacer con nuevos bríos.

Así podremos reescribir historias, volver a amar y creer en que somos únicos, inigualables e irremplazables.

Aceptando nuestras diferencias y embistiendo con toda la vitalidad, de una vida llena de bondad.

Y recordar, que somos buenos y valorar cada momento, como el mejor de nuestra vida.

Y poder decir:

-Estoy bien…

Por el simple hecho de estar vivos.

Y honrar el destino con acciones, que nos lleven a la paz y a la gloria.

Esperemos que este año, se convierta en el más placentero del resto de nuestras vidas.

Y busquemos la sabiduría, para servir y alentar, viviendo, amando, con una vida plena, satisfechos de haber cumplido.

Con la confianza al final…

Lo que te pertenece…

te pertenece…

Gracias.

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