Tuve la bendición de conocer al Padre Joaquín Mora, s.j., durante el tiempo que estudié la secundaria y el bachillerato, en el colegio jesuita: Instituto Cultural Tampico.

En la impartición de su curso, el sacerdote nos orientó en la búsqueda de Dios y siempre terminó su clase, con una lectura del libro: Mi pie izquierdo.

Que fue determinante, para los estudiantes, al comprender la vida de un ser humano, que contaba con una discapacidad.

Y desde entonces, sin darnos cuenta, nos enseñó a tener empatía, por el que no contaba con los recursos y por el menos afortunado.

Conforme los años fueron pasando, el sacerdote, nos orientó a tener un juicio crítico, ante la justicia social.

Y a tomar una postura, de convertirnos en agentes de cambio, ante las injusticias de una sociedad.

Puedo decir, que el Padre Mora fue muy importante, para mí, ya que me ayudó con sus consejos, en etapas muy críticas, a lo largo de mi vida.

Sabio por naturaleza, orientaba a las personas, a tomar decisiones cabales y a ser consciente de las consecuencias de sus actos.

Era muy profundo.

Lo recuerdo en silencio…

Caminando a su oficina, con una mirada compasiva y en paz.

Con una sonrisa en sus labios.

Sabía escuchar y escuchaba más allá de las palabras, las cuales usaba, de manera prudente y era muy empático en cuestión de los sentimientos.

Ayudaba, a quien recibía el consejo, a comprender, el camino de su pensamiento y lo orientaba hacia el camino correcto.

Era firme en sus convicciones, observador de las personas y del mundo que lo rodeaba; sabía decir las oraciones, con el debido respeto y humanidad.

Era consciente de la situación, que se vivía en la Sierra Tarahumara y buscaba ante todo ayudar, a quién lo necesitara.

Cuando me enteré de su muerte, me dolió, hasta lo más profundo de mi alma, ya que no sólo perdí a un maestro, a un confesor…

Perdí a un amigo.

Perdí a un sacerdote que me instruyó y que me ayudó y pensé:

¿Cómo era posible, que el mundo perdiera, a un ser humano tan grandioso?

Me sentí muy triste.

Ojalá y la pérdida de seres humanos tan valiosos, capaces de dar su vida, por los demás, nos enseñen a sacar lo mejor de nosotros, en estas épocas de crisis.

Además de recordar, que muchos sacerdotes, han tenido el valor de correr los mayores riesgos, en nombre del amor al prójimo.

Hoy más que nunca, debemos unirnos, mediante la oración, para buscar ese Reino, que nos enseñó el Padre Mora.

Y comprender, que las personas buenas y con convicciones, son maestras de vida y nos enseñan con su ejemplo, a ayudar y a entregar por la fe, hasta el último aliento.

Estoy convencida, que la muerte del Padre Mora, nos invita a alzar la voz y pedir comprensión, ante las diferencias presentes, entre los grupos humanos.

Comprender, que la falta de recursos y la escasez de alimentos, ha llevado a enfrentar a las personas entre sí.

Además de un sin fin de situaciones, que nos llevan:

A la violencia…

A las disputas..

A la muerte…

A la pérdida de vidas, de esperanzas y de sueños.

Ojalá y con estas pérdidas, tomemos conciencia.

Algo que aprendí con los jesuítas, fue a no quedarnos, con los brazos cruzados y a utilizar los talentos para ayudar.

A que el día que me vaya, mi rostro, muestre una sonrisa, por haber vivido y sobre todo, por haber vivido bien.

A gritar ante la injusticia.

A guardar silencio, ante el dolor ajeno.

A compartir el conocimiento.

A ayudar a las clases vulnerables.

Y a promover el respeto.

Gracias Padre Mora por sus enseñanzas…

Gracias por sus sabios consejos

y sobre todo…

Gracias por su gran ejemplo.

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