Se habla mucho de la Inteligencia Artificial (IA) en una variedad de rubros, IA para la salud, seguridad, educación, etc. Sin embargo, la fascinación actual por la Inteligencia Artificial ha opacado el auge de otra IA: la intimidad artificial. La intimidad artificial se refiere a la forma en que las conexiones humanas se han visto transformadas por el avance tecnológico y el aumento en la hiperconectividad a través de medios digitales. Este término hace referencia a la forma en que hemos cambiado la forma de hacer comunidad, fomentar amistades y relaciones amorosas debido al avance tecnológico. El cambio del contacto social por un “me gusta”.

Aunque en los últimos años la conectividad digital ha crecido en forma exponencial, teniendo regiones del mundo como América del Norte en las que más del 96% de la población tiene acceso a internet, el sentimiento de soledad ha crecido a la par. De acuerdo con un reciente informe de la Organización Mundial de la Salud, la soledad ha sido declarada una amenaza urgente para la salud, debido al impacto que esta silenciosa epidemia tiene en el desarrollo de enfermedades, como la depresión, la demencia y las enfermedades cardiovasculares en la población.

La urgencia de hablar sobre la intimidad artificial recae en la paradoja social en la que nos encontramos actualmente: un mundo conectado digitalmente, pero aislado socialmente. Las interacciones sociales que ansiamos, las conversaciones que anhelamos, los ritos sociales que necesitamos han sido transformados y muchas veces suplantados por los mensajes y las interacciones fugaces en redes sociales. En palabras de la psicoterapeuta Esther Perel, vivimos en un mundo de hiperconexión en el que tenemos más de 1000 amigos en redes sociales, pero ni una sola persona que pueda ir a alimentar a nuestro gato.

La fricción e interacción necesarias para desarrollar intimidad y comunidad social han sido suplantadas a su vez por un aumento en la polarización política, el ensimismamiento y aislamiento. Las burbujas de filtros de comunicación y pensamiento en las que nos desenvolvemos digitalmente provocan que se perciba la alteridad de pensamiento y de forma de vida como algo que debe ser eliminado, cancelado e ignorado. El diálogo necesario que promueve el desarrollo de la intimidad social, conformado por distintos puntos de vista, ha sido reemplazado por el insulto y el reclamo digital que busca cancelar al otro.

Como otras epidemias, la soledad que acompaña a la intimidad artificial afecta desproporcionadamente a distintos grupos sociales. La edad, el género, la raza diferencian y atraviesan la forma en que esta epidemia silenciosa nos afecta. En una entrevista reciente para el New York Times el politólogo Robert Putnam menciona que los grupos nacionalistas de extrema derecha en Estados Unidos se han fortalecido por el apoyo de hombres blancos que declaran sentirse so los. La soledad no sólo nos afecta individualmente sino colectivamente.

Parecería trivial hablar del aumento de la intimidad artificial y el sentimiento de soledad en estos momentos en los que atravesamos por tantas otras crisis sociales, sin embargo, es la imagen de la paradoja al centro de este fenómeno la que representa una posible salida a muchas de nuestras actuales problemáticas: en el mundo de la intimidad artificial en el que rehuimos la fricción, la capacidad de sostener dos verdades al mismo tiempo y abrirnos al contacto con el otro es lo que puede salvarnos.

Especialista en temas de justicia y anticorrupción.

@itelloarista

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