En septiembre, verá usted, inicia el otoño, se conmemora la independencia de México y a los niños héroes. Pero en este año 2024, septiembre tendrá una relevancia particular porque sabremos, en muy buena medida, el México que tendremos los próximos seis años. Las reformas que AMLO puso sobre la mesa el 5 de febrero fueron su testamento; Claudia Sheinbaum, la heredera.
Los textos de modificaciones constitucionales y legales terminan de dibujar otro modelo de país cuyo boceto se inició en 2018: la centralización de todo el poder en el Ejecutivo, el Legislativo ya tiene mayoría morenista y, con la reforma judicial que plantea la elección por voto popular de los jueces, se acabará la división de poderes. Otro gran golpe a los contrapesos sería la desaparición de los plurinominales, lo que lastima la representación de las minorías, junto con la eliminación de organismos autónomos. El resto de las reformas tiene claroscuros, aunque más oscuros que claros.
La gran pregunta es qué pasará en septiembre cuando haya un mes de coincidencia de López Obrador con el nuevo Congreso ultra mayoritario de Morena. ¿La obstinación del Presidente por aprobarlas antes de terminar su mandato prevalecerá frente a la aparente prudencia que ha manifestado Sheinbaum de llevar a cabo un diálogo? Tres escenarios:
1. Que se aprueben todas o casi todas las reformas en septiembre, tal como están o con modificaciones menores. Habría un cambio abrupto en la confianza de los inversionistas y enviaría una muy mala señal, no sólo por el contenido de casi todas las propuestas, sino también porque entrañaría un fuerte golpe de descrédito a Sheinbaum. Aprobar todo esto en un mes, sin abrir diálogos serios con los diferentes actores, implica realmente una imposición autoritaria del nuevo modelo. Simplemente no es viable.
2. Que se aprueben una o algunas de ellas. La reforma judicial es, sin duda, la más buscada por AMLO. Así dejaría a Claudia con algo de margen de maniobra sobre el resto de las reformas y lograría la más crucial para él. La estrategia: aprobar “sólo” la judicial daría esperanza en la posible negociación del resto, así como la apariencia de dar margen a Sheinbaum y “respetar” su promesa de diálogo. Pero lo cierto es que el golpe más fuerte habrá sido asestado. Me parece que esta opción es la más probable.
3. Que no se apruebe ninguna reforma y Claudia quede al mando de su gestión. Se ve muy improbable.
Respecto a la falta de mayoría calificada en el Congreso, conseguir los dos senadores que faltan de entre la hedionda oposición será tan fácil que, probablemente, harán fila. Salvo que haya una temprana división en Morena, lo que se ve difícil, las resistencias serán más bien externas: inversionistas, incumplimiento de tratados internacionales, intereses privados nacionales.
Claudia Sheinbaum y su jefe de transición, Juan Ramón de la Fuente, han prometido diálogo antes de aprobar las reformas. ¿Cómo sincronizar esto con la prisa de López Obrador, de hacerlo en septiembre, antes de abandonar el poder? Quizás la respuesta está en la declaración de AMLO de la semana pasada, en el sentido de que sólo regresaría a la vida pública si lo llama su Presidenta y, aun así, dijo que se reserva el derecho de disentir.
Es septiembre, pues, el mes de la independencia de México, pero también de Claudia respecto a López Obrador: “con respeto, pero sin sumisión”, dijo De la Fuente, refiriéndose a la relación de ambos personajes. ¿Qué alcance tendrá esta frase? Lo sabremos muy pronto.