Desde el arrasador triunfo de Morena y de Claudia Sheinbaum el 2 de junio, una de las principales preocupaciones consiste en qué tanto podrá despegarse de López Obrador y de su forma de gobernar, es decir, si se tratará de una extensión de la actual administración o si habrá una mutua sana distancia. Pero un tema importante también es el relativo a su relación con los medios de comunicación y el papel que estos han tenido y tendrán en la vida pública en este nuevo régimen.

Las mañaneras marcaron un nuevo estilo de comunicación y la agenda mediática giró a su alrededor. ¿Qué hará Claudia con estás conferencias? , Sheinbaum dice que “la mañanera ofrecida desde Palacio Nacional cinco días a la semana ha representado la forma novedosa y muy efectiva para contrarrestar el asedio sin precedentes al gobierno desde los medios. Quien suceda el movimiento quizá no tiene por qué intentar copiar la fórmula, pero deberá diseñar otra que cumpla la misma función: mantener un contacto informativo directo, sistemático y frecuente con la ciudadanía, especialmente con sus bases sociales para neutralizar la interpretación negativa concertada y cotidiana que inevitablemente se seguirá vertiendo contra la 4T”.

Existirá seguramente un modelo intenso de comunicación, pero distinto al impuesto por AMLO; a Claudia no le gusta tanto hablar, ni es tan visceral. La evidente ausencia de contrapesos, exacerbada desde el triunfo de AMLO —una oposición devastada, empresarios timoratos, sociedad civil desacreditada, universidades replegadas— deja a los medios de comunicación una enorme responsabilidad que obliga a realizar una honesta autocrítica.

El maltrato de AMLO a las plumas críticas de su administración contribuyó a la polarización —que él mismo buscaba—; dividió a la población, y también a los medios y articulistas: “los que no están conmigo están contra mí”. El periodismo técnico de calidad y de fuentes especializadas disminuyó radicalmente. Muchos temas dejaron de ser relevantes en la tinta que se concentró más en un periodismo reactivo —e incluso un tanto amarillista— a las ocurrencias diarias que desde Palacio Nacional dictaban la agenda. ¿Respondieron los medios al rol de un periodismo que busca informar objetivamente? ¿O se apoderó el odio y la revancha de sus páginas? No tengo la respuesta, pero sí muchas preguntas que creo que merecen ser analizadas para trazar el rumbo de la comunicación en el sexenio que viene.

Cómo plantear la verdad sin virulencia, cómo criticar sanamente (lejos de argumentos ad hominem), quién debe dictar la agenda, cómo lograr un balance entre lo bueno y lo malo de la administración, cómo recuperar lo técnico. Millones de mexicanos que no fueron vistos por las anteriores administraciones se sienten ahora tomados en cuenta y lo confirmaron en las urnas; podemos coincidir o no en la forma en que Morena los ha incorporado a la vida pública, pero lo cierto es que antes estaban realmente olvidados. Entonces, ¿a quiénes les hablan los medios, para quién escribe la prensa? Repruebo contundentemente los ataques contra algunos periodistas y también contra ciertos medios, como los arremetidos contra mi casa —EL UNIVERSAL—, y tampoco se trata de poner la otra mejilla, pero sí debe existir un ejercicio de humildad para definir cómo podemos ser más útiles en la construcción de opinión pública. Es momento de hacer una pausa, un balance de estos últimos seis años y replantear los principios en los que deberá basarse el periodismo del futuro inmediato.

Abogada, presidenta de Observatel y comentarista de Radio Educación

X y Threads: @soyirenelevy

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