Por: Neydi Cruz
En el mundo de la cooperación internacional y el desarrollo, estamos siempre en búsqueda de evidencia sobre resultados tangibles –más allá del número de proyectos o la vinculación política. Cuando inició el proceso de modernización del TLCAN, en materia ambiental el piso mínimo de la negociación estaba en mantener, y aprovechar para mejorar, la colaboración regional que tras 25 años había producido en México 10 leyes y alrededor de 104 reglamentos técnicos vinculados con la protección ambiental, además del primer Registro de Emisiones, la consolidación de la exportación de café orgánico y, esfuerzos sin precedentes en la conservación de la biodiversidad, entre otros.[1]
En la era pre TLCAN la política ambiental en México era incipiente. En cambio, en 2017, México llegó a la mesa de negociación con una política pública ambiental fuerte, un liderazgo internacional en materia climática y una enorme experiencia de cooperación internacional en temas ambientales. Hoy, en la versión moderna, entre sus diez capítulos nuevos el T-MEC incorpora uno de medio ambiente con el objetivo central de que, a través de la cooperación, haya políticas y prácticas comerciales y ambientales que se apoyen mutuamente, así como altos niveles de protección ambiental y una aplicación efectiva de las leyes ambientales. Es decir, aumentar la cooperación para hacer cumplir la ley. Los compromisos están sujetos al mecanismo de resolución de disputas del T-MEC.
Además del naciente capítulo ambiental, ha entrado en vigor también el Acuerdo de Cooperación Ambiental (ECA por sus siglas en inglés) que sustituirá al ACAAN de la década de los noventas. El Acuerdo modernizado mantiene la operación institucional a través de una Comisión (CCA), el financiamiento trilateral, y un programa de trabajo[2]. Además de perseverar el diálogo y la transparencia, a través del Consejo de Ministros y la participación ciudadana, el ECA incorpora equilibrio de género, jóvenes y pueblos indígenas. “Siendo el ECA la continuación de una historia de éxito, lo mejor es apostarle a que siga funcionando”[3] y mejorado.
Aunque no hay referencia a "cambio climático" en el T-MEC ni en el ECA, sí incluimos los temas a su alrededor: calidad del aire, energías limpias, basura marina, gestión forestal, océanos, adaptación, protección de la capa de ozono y del medio marino por la contaminación por buques, e incluso mecanismos de mercado, responsabilidad social corporativa y conducta empresarial responsable. Conservación por supuesto, y biodiversidad. A pesar de significativas diferencias políticas entre los tres países, logramos construir una nueva era en torno a las coincidencias.
Recuerdo bien en la reunión de la Delegación Mexicana antes de la 1° ronda de negociación, al entonces Secretario de Economía diciendo que estábamos ante un "reto para el Estado mexicano, no sólo para el gobierno". Y así será también para la implementación. Comienza una nueva etapa en la integración comercial de América del Norte. El balance sobre el impacto podrá darse en el mediano y largo plazo. Nos toca aprovechar la coyuntura del T-MEC y los tantos otros acuerdos comerciales progresistas, especialmente hoy que la economía mundial está en declive, para reorientar una recuperación económica “verde” con modelos de producción y consumo que protejan y preserven el medioambiente.
En Norteamérica que apenas somos el 7% de la población mundial, consumimos más del 25% de los recursos naturales del Planeta. Celebremos que el nuevo Plan Estratégico a 2025 de la CCA, priorice la cooperación en aire, agua y suelo limpios; prevención y reducción de la contaminación marina; economía circular; ecosistemas y especies, y; comunidades resilientes.
Finalmente, ¿cómo podemos asegurar la libertad, la dignidad y que el espíritu humano viva sin una casa que lo albergue? ¿Cómo habremos de colaborar en respeto para que bienes globales como el clima, la educación o la salud sean una garantía? Porque somos diferentes entre naciones y especies, pero vivimos en igualdad de espacio: la Tierra. Así es que tenemos la única responsabilidad de hacer nuestra parte, como ciudadanos, como gobernantes y gobernados. Tenemos la obligación de asumir nuestro paso. No habrá justicia social sin desarrollo con igualdad, con equidad y, con inclusión. Y ningún crecimiento económico será posible sin sustentabilidad ambiental. El panorama a veces se nubla con reducciones presupuestales y desmantelamiento institucional. Así que “manos a la obra” personas e instituciones. La cooperación internacional para el desarrollo es la única vía para aterrizar estas ilusiones en acciones.
Invito a leer el libro coordinado por el Dr. Simone Lucatello publicado por el Instituto Mora y Siglo XXI Editores. Con Enrique Lendo, quien encabezó el equipo de negociación de SEMARNAT en la modernización del TMEC, escribimos más a detalle nuestras experiencias y reflexiones en torno a la modernización del TLCAN en materia de medio ambiente y desarrollo sustentable.
Mtra. Neydi Cruz @neydimexico
@institutomora
Coordinadora Académica de la Maestría en Cooperación Internacional para el Desarrollo del Instituto Mora. Desde puestos directivos en gobierno federal, como voluntaria en organizaciones civiles y trabajando con el sector privado, ha promovido el desarrollo sustentable a través del trabajo en redes y la innovación social. Tiene experiencia con diversos organismos internacionales en materia de gobernanza global, cambio climático, financiamiento al desarrollo, y juventud, entre otros. Fue parte del equipo coordinador de SEMARNAT que participó en la negociación del TMEC y el relacionado Acuerdo de Cooperación Ambiental. Profesora en la Universidad Anáhuac Cancún.
[1] La primera red internacional sobre biodiversidad, que dio origen a la global, surgió del trabajo de la CCA. Otros éxitos de la cooperación trilateral han sido la conservación de especies prioritarias terrestres, acuáticas y marinas; el Sistema de Monitoreo del Cambio de la Cobertura del Suelo; las redes especializadas (mariposa monarca, pesticidas, edificación sustentable, manejo de residuos, o carbono azul); la colaboración con la sociedad civil; y el diálogo ministerial.
[2] La cooperación regional será para: fortalecimiento de la gobernanza global; reducción de la contaminación y apoyo a economías fuertes, de bajas emisiones y resilientes; conservación y protección de la biodiversidad y los hábitats; gestión y uso sustentable de los recursos naturales; crecimiento verde y desarrollo sustentable.
[3] Aranda Ricardo, quien lideró por parte de la Secretaría de Economía la negociación del hoy capítulo 24 Medio Ambiente.