Por Neydi Cruz

Mexicano. Mexicana.

Quédate en casa. Excepto si eres (mujer u hombre), médico, enfermero, chofer, policía, repartidor, plomero, cajero, vigilante, camillero, barredor, albañil, panadero, dentista, tutor, trabajador del hogar, bombero, radiólogo, vendedor de fruta, rescatista, piloto o paramédico (y muchos más). Formal o informal. Con hijos o sin hijas. Con familiares que requieren cuidados, o no.

Quédate en casa no importa si ésta es un cuarto, un depa o una mansión; con ambiente de respeto, armonía, ruido o violencia. Ni que hubiera tanta desigualdad.

Quédate en casa si tu trabajo puede reducirse a una computadora, y tus gastos cubren internet, luz, teléfono, silla y escritorio (entre otros); e incluso tienes el lujo de llevarlo a donde sea.

Quédate en casa para ser maestro de kínder de tu hijo/a, además de papá, [diseñador, ingeniero, músico, terapeuta, científico], cocinero y compañero de juegos. Lujos de la clase media.

Quédate en casa para ser [ejecutiva, profesora, arquitecta, contadora, chef] y ama de casa. Luego te das el lujo de ser amiga, emprendedora o amante. Total, son 24 horas y puedes hacer magia combinando la lavadora con una videoconferencia; o hacer turnos, si es que no estás sola. Llénate de estrés de todas formas. Tú puedes. Eres guerrera.

Quédate en casa mientras eres funcionario/a de gobierno y ¿todo? se atiende a distancia. Si tienes hijos, ya habrá quien se encargue de ellos (porque ese tutor no puede quedarse en casa). O quizá tú, entre oficios y juntas vas a echar un ojo. O no.

Quédate en casa a ser profesor/a, da igual si tus alumnos pueden prender solos la computadora (porque obvio tenían una disponible esperando la pandemia) o se conectan desde “los datos” de su celular. Adapta la carga curricular de primaria, secundaria, preparatoria, licenciatura, maestría o doctorado, para ser impartida a distancia.

Quédate en casa si tienes 2 años y tu mundo está en cuatro paredes, porque tu desarrollo no requiere de parques ni socializar. Quédate, aunque no tengas tele o internet –no sé para qué. Da igual que te quedes a cursar el bachiller que una especialidad.

Quédate en casa si eres maestra, y a tus propios hijos/as los educa otra pantalla. O para ser abuelo/a y maestro/a al mismo tiempo.

Quédate en casa si eres actor, malabarista, desempleado/a o jubilado/a; si eres persona con discapacidad, agricultor o ¿estás en situación de calle? Da igual.

Quédate en casa y no respires los bosques ni admires los mares. Ni que el turismo fuera tan importante o necesario. Por eso no cerramos nunca las fronteras.

Quédate en casa y actívate en un metro cuadrado, haz yoga en tu cuarto y no corras ni pasees, paga la comisión de que te traigan el súper. O no, porque tu bienestar de cualquier forma estaba ya sumiso al ajetreo.

No cumplas años. No veas familia. No te desanimes por vivir solo/a. Sigue encerrado/a, sigue ansioso/a. O no.

Y cuando salgas, usa cubrebocas (aunque no sea medida oficial), lávate las manos (aunque no tengas agua), ponte gel antibacterial –que ya es canasta básica. No toques nada. No te acerques a nadie. Ve con sospecha. Se “precavido”. Un poco de paranoia no le cae mal a nadie. O no. Frecuenta a tu gente, mantén tu “burbuja”, activa el comercio y rescata tu salud mental “siguiendo las medidas” (como sea que eso sea y se pueda).

Y si no tienes para comprar cubrebocas “del que sí sirve”, o no quieres desechar, no te preocupes. Ni que haya mercado negro o claridad en el número de capas. O como ya se habrá vacunado (salvación total) a cualquiera que sea el porcentaje de la población, la economía seguirá de maravilla. Las guarderías no quebraron, las fonditas no cerraron, los meseros no perdieron empleo, los “viene-viene” no se endeudaron, las mamás no enloquecieron, la juventud no se deprimió y la infancia no se aisló.

Y claro, obvio, porque no estábamos en crisis climática, compra el pan en empaques de plástico individuales y acepta todo en artículos desechables; no es suficiente con el aumento de material de embalaje, los trajes quirúrgicos o la ignorancia ante los temas de residuos. Y claro, obvio, porque las mujeres exageramos y ya chole; cuando “esto termine” podrás caminar tranquila por las calles, dejar a tu hija que se adelante en el parque o despreocuparte que tu sobrina no regrese a casa.

En un país de 120 millones de habitantes, quédate en casa. Así de simple. Quizá solo falten seis meses más, o doce, o más. O no. ¿Saldremos a votar?

Hoy no uso datos, ni cifras, ni calculo ahorros ni gastos. Hoy no analizo por estado, país o región. Hoy no cito organismos internacionales, centros de pensamiento o academia. Hoy sigo con más preguntas que certidumbre. ¿Mantener la misma estrategia?

Estoy convencida que tenemos que rescatar aprendizaje y no reclamos, que tenemos que priorizar la vida (humana, animal, vegetal), que tenemos que pensar fuera de la caja y atrevernos a actuar diferente. Estoy aferrada a que otro desarrollo debe ser posible, o no será. No será un futuro limpio, sano ni seguro –y eso que no me ilusiona un futuro libre de guerras o inequidades.

Y ¿cuándo termina “esto”? ¿Qué es lo que más valoramos? ¿Se reduce todo a la movilidad de por sí reducida en el tráfico de las grandes ciudades? ¿Solo queremos –podemos– debemos ser robots de nuestros amos empleadores? ¿A qué nos atreveremos en lo individual? Tú, ¿qué vas a cambiar?

Es de sabios/as cambiar de opinión. ¿O no?

Coordinadora Académica de la Maestría en Cooperación Internacional para el Desarrollo del Instituto Mora. Profesora de la Universidad Anáhuac Cancún y consultora en temas de gobernanza climática global y gestión de la cooperación para el desarrollo, entre otros.
@neydimexico

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