Ligeramente de espalda a la mirada de quien observa la imagen, una mujer sentada sobre un banco abraza por la cintura a otra que sostiene en su regazo mientras ésta, de frente al público, se cuelga de su cuello, al tiempo que se besan en los labios. A un lado suyo, una tercera mujer arrodillada sobre el suelo toma del recipiente las bolas de nixtamal –masa de maíz– que están en el recipiente y que estira sobre un metate amasándolo, para sacar las tortillas que echa al comal. Lo cierto es que la tercera fémina es en realidad la misma que está sentada sobre el regazo de la primera, y ello es posible descubrirlo si observamos el escote sin hombros de la blusa que porta, el detalle del acabado de las mangas y, por supuesto, las facciones del rostro. Esto es, lo que muestra el caricaturista no es una sola escena sino dos momentos que ocurren de manera secuencial: la mujer que se besa con su amante es la misma que hace tortillas. Eso es lo que según los redactores y el caricaturista de El Colmillo Público sucede en la “Redacción de Juanita” y que satirizan así exhibiendo una escena lésbica –de safismo, como se decía en la época–. La imagen va acompañada de la cuarteta “Quiso hacerse literata / Y lo hizo del tal manera / Que logró el alto renombre / de ‘Juana la tortillera’.”
La caricatura alude a Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, escritora, periodista, activista política y social, sufragista, sobre la que se han elaborado varios estudios, entre ellos los realizados por Ana Lau Jaiven, Flor Vanessa Rubio y Alicia Villaneda, de quienes recupero algunos datos utilizados en este escrito. En lo que a la historia de la prensa toca, Juana Gutiérrez destaca por haber sido la primera mujer en crear, dirigir y escribir un periódico de sello claramente político y crítico del sistema, lo que hizo en 1901 al fundar Vésper, impreso que tendría varias épocas. Militante de diversas organizaciones políticas, entre otras, fue integrante del Partido Liberal y fundadora del Club Femenil “Amigas del Pueblo” que demandaba el derecho de las mujeres al voto.
“Juana Belén Gutiérrez de Mendoza fue la primera mujer que, de manera formal, abierta, hace críticas reales al sistema social del México de principios de siglo [XX]. Su estilo no tenía precedente en la historia nacional. Vésper lo atestigua”, escribía Alicia Villaneda en el prólogo de su libro titulado Justicia y Libertad, publicado en 1994. “Justicia y Libertad: Las palabras que como lema lleva mi periódico, no las he puesto allí como adorno: las he puesto para que normen la conducta de mi publicación”, apuntaba Gutiérrez de Mendoza en las páginas de su impreso al arrancar la vigésima centuria. Con su pluma se opuso y confrontó al régimen ganando el reconocimiento de sus correligionarios entre quienes se encontraban desde Santiago de la Hoz hasta Ricardo Flores Magón.
Gutiérrez de Mendoza poseía, según sus biógrafas, un carácter independiente y firmes convicciones, rasgos de temperamento que la conducirían a hacer enojar lo mismo al gobierno que a la iglesia, a los empresarios que a los mineros o los hacendados, al gobernador de Guanajuato y al presidente de la República, y también hasta a aquellos con quienes compartía ciertas posturas políticas pero a los cuales no se plegó ni subordinó, como el propio Flores Magón. Quizá ese sea el motivo por el cual éste, que en un momento la reconociera y halagara, habría de encabezar una feroz campaña de desprestigio en su contra para lo cual se valdría no sólo de argumentos ideológicos y de la denuncia de ciertas asociaciones políticas –la acusaban de estar aliada con Camilo Arriaga y buscar la protección de Ramón Corral– sino de descalificaciones personales relacionadas con la vida privada de Juana B. Gutiérrez y que haría en su correspondencia personal y en las páginas de su periódico Regeneración. En efecto, en el número de fecha 15 de junio de 1906 se publicó un fortísimo artículo sin firma en que se le exhibió e insultó de manera brutal. Además de los desencuentros políticos y periodísticos que se apuntan en los primeros párrafos y las acusaciones lanzadas en ese mismo sentido, se diría también, y se esgrimiría como “la causa que nos obligó a despedir de nuestro grupo a Juana B. Gutiérrez de Mendoza y Elisa Acuña y Rosete” el descubrir que “estábamos en contacto de seres depravados y odiosos” que “traicionaban a la naturaleza entregándose mutuamente a deleites monstruosos y hediondos” dedicándose a los “estériles y estúpidos placeres de Safo”. Con esa práctica, decían, “deshonraba una causa noble como es la de la redención del pueblo mexicano”.
Algo similar sucedió con El Colmillo Público y su director y caricaturista Jesús Martínez Carrión que, en enero de 1904, cuando estuvieron encarceladas hiciera acalorada defensa de Juana B. Gutiérrez y de Elisa Acuña Rosetti –la grafía varia usándose indistintamente Rosete, Rosette, Rosetti–, editora y redactora de Vésper, respectivamente, llamándolas, entre otras fórmulas: “esforzadas paladines del liberalismo nacional”, “patriotas de corazón” y señalando la “esplendidez y magnificencia de la obra emprendida por [esas] respetables damas”. Pero dos años después, en junio de 1906 publicaba esta agresiva caricatura y un poema satírico, firmado con el seudónimo de “Alacrán”, exhibiendo y descalificando a quienes antes exaltara. El cambio de Flores Magón y Martínez Carrión ocurrió, según todo parece indicar, por diferencias políticas y luchas de poder en torno a la conformación y operación de la Junta Organizadora del Partido Liberal, cuestiones en las que no entraré en detalle por no ser materia de este artículo. Lo que interesa observar es la forma en que ante la falta de razones para sostener una confrontación cuando en el mundo de la política se busca hacer frente a la oposición, a la crítica o simplemente a las diferencias de posturas y credos, en muchas ocasiones se suele recurrir al agravio, al insulto o a la ofensa porque calificar de forma denigrativa es más sencillo que cuestionar o confrontar expositivamente. ¿Crítica despiadada pero legítima o ataque injustificado? “Nada hay nuevo bajo el sol”, reza la filosofía popular, falacia ad hominem, ad femina en este caso, si lo prefieren, cuando no se pueden atacar las ideas se ataca a la persona.
El objetivo de este texto es descubrir cómo en esta sátira visual quedan ilustrados dos interesantes asuntos del espacio público: uno, el que hemos venido tratando que atiende a la manera en que la vida privada ha sido usada en la política mexicana como elemento para desacreditar trayectorias, cuando no francamente destruirlas; y, dos, lanzar la hipótesis de que, al menos en el caso mexicano, esta imagen con su cuarteta constituye uno de los primeros registros impresos del uso del término “tortillera” para llamar, despectivamente, a las mujeres que se relacionan eróticamente con otras mujeres. Hay un tercer tema que, si bien no forma parte de la composición visual, es necesario mencionar porque al él se alude colateralmente al asociar a Gutiérrez y Acuña con las mujeres tortilleras y es la conceptualización negativa que despuntaba entre los redactores de periódicos sobre las integrantes de ese oficio.
Se han elaborado diversas argumentaciones para develar y/o explicar el origen del término “tortillera” como sinónimo de “lesbiana”. Así encontramos aquella que señala que tiene su origen a principios del siglo XX en América Latina y que se trata de una deformación en la pronunciación del concepto “torticera”, que significa “torcida” (shangay.com entre varias páginas de referencia). Otra más apunta que en realidad está relacionado con el vocablo romano “torta” usado para referirse a la “placenta” y que supondría “el gusto por el sexo que tiene la capacidad de generar placenta”, según la especialista española Elena Beatriz Flores. Por su parte, la Real Academia de la Lengua señala que fue a mediados del siglo pasado cuando se empezó a documentar su existencia y que la primera vez que apareció consignada en tal sentido fue en el Diccionario de americanismos elaborado por Marcos A. Morinigo en 1966; enlista también otras tres hipótesis que circulan al respecto (https://www.academia.org.mx/consultas/consultas-frecuentes/item/tortillera). Lo cierto es que ninguna parece muy convincente.
En fin, que en esta caricatura mexicana, muy probablemente elaborada por Jesús Martínez Carrión, encontramos el término “tortillera” utilizado en un periódico de 1906 claramente para evidenciar relaciones lésbicas con el propósito último de ofender y denigrar a quienes las sostenían. Sobre el uso de esta palabra en esta imagen caben dos posibles inferencias; la primera, suponer que para este momento el uso peyorativo del vocablo en el lenguaje oral debió ser común, al menos entre una parte de la población, pues de otra manera habría carecido de sentido para quienes leyeron el semanario y vieron la imagen satírica. Pero también, es probable que la mirada despectiva y clasista que prevalecía entre los sectores medios y las élites con respecto a las mujeres que se dedicaban al oficio de elaborar tortillas haya servido a los redactores del semanario para denigrar a las redactoras de Vésper, en cuanto su actuación en el espacio público aunque el concepto aún no tuviera la connotación sexual.
En el imaginario de la época, que se manifestaba en los periódicos al menos desde finales de la década del setenta según nuestras pesquisas, las tortilleras eran mujeres vulgares, soeces, maliciosas, escandalosas, propensas a armar alboroto, reñir, golpearse y embriagarse, eran también timadoras, tramposas, deshonestas y en algunos casos hasta ladronas, además, solían andar juntas dos o más. Y en los textos lanzados contra Juana B. Gutiérrez por El Colmillo Público y Regeneración, se le acusa más o menos de todo eso. También, claro, está la evidente burla a su calidad literaria, a su labor como escritora y poeta, se le menosprecia al señalar que para lo único que sirve es para “hacer tortillas”, como lo apuntaba la pluma del Alacrán: “que, no sabiendo, pobres, tender las camas, / ni zurcir calcetines, ni hacer patatas, / se han impuesto el ropage de literatas / y publican un “Vesper” que es porquería / […] / notablemente malas como escritoras; / no saben hacer huevos ni limpiar sillas, / más como hembras humildes hacen tortillas / y cometen las tontas el disparate / de tomar a su Vesper como metate / […] / Mas dejemos que tomen su ‘tepextate’ / su ‘nixtamal’, ‘nixcomel’ y su ‘metate’ / y que vayan las pobres escritorcillas / a ‘moler’ a otra parte; a hacer tortillas!”
@fgantus
Escritora e historiadora. Profesora e Investigadora del Instituto Mora (CONACYT). Especialista en historia política, electoral, de la prensa y de las imágenes en Ciudad de México y en Campeche. Autora del libro Caricatura y poder político. Crítica, censura y represión en la Ciudad de México, 1867-1888. Coautora de La toma de las calles. Movilización social frente a la campaña presidencial. Ciudad de México, 1892. Ha coordinado trabajos sobre prensa, varias obras sobre las elecciones en el México del siglo XIX y de cuestiones políticas siendo la más reciente el libro El miedo, la más política de las pasiones. En 2020 publicó también el libro de creación literaria Herencias. Habitar la mirada/Miradas habitadas.