Millones de toneladas de plásticos están inundando las costas; al mismo tiempo que su producción, se asocia a la emisión de gases de efecto invernadero por explotación de su materia prima: el petróleo. Además, en su procesamiento, miles de químicos se utilizan afectando a personas, el aire y por supuesto, al ambiente. Más aún si en el tratamiento del desecho, es incinerado -incluso a cielo abierto. La triple crisis en que nos encontramos es evidente: cambio climático, pérdida de biodiversidad y contaminación. Y bajo advertencia, no hay engaño. Hay evidencia científica que ya alerta sobre la presencia de residuos de polímeros en humanos. Los llamados micro-plásticos han sido hallados en pulmones, en placenta, en sangre.

La producción y consumo de plásticos en todo tipo de industria, solo está en aumento. Puede llegar a triplicarse en 15 años si seguimos el mismo ritmo. Estamos hablando de millones de toneladas de plásticos, asociándose a trillones de dólares en comercio. Pero a ningún interés financiero o economía le conviene que el riesgo aumente. En el largo plazo, el ciclo completo de vida de los plásticos habrá de modificarse radicalmente por el bien y la salud humana -no solo del planeta. Recordemos que de hecho, el ser humano es parte de la red de vida de la que depende -empezando por la Tierra que habitamos.

A inicios de 2022, en el marco de la Asamblea del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), más de 170 países -de los 193- adoptaron una resolución que mandata desarrollar un acuerdo global vinculante hacia finales de 2024, para eliminar la contaminación por plásticos. El Comité Internacional de Negociación (INC por sus siglas en inglés) se ha reunido ya en dos ocasiones (Noviembre de 2022 en Uruguay y Mayo de 2023 en Francia) teniendo no solo el reto de producir un acuerdo que sea aceptado por todas las partes, sino hacerlo en tiempo récord en la historia de los acuerdos multilaterales de medio ambiente. En tan solo cinco sesiones del INC, habría de adoptarse el texto. Y después de las primeras dos citas hay un mandato claro para tener un primer borrador que incluya el ciclo completo de vida y considere las opciones que tanto países como otras partes involucradas han sugerido.

Es decir, como en todo proceso de negociación internacional, los pasos son lentos, pero habrán de ser firmes. La geopolítica no ha sido ajena a la negociación ni el involucramiento de una industria cuyo modelo de negocio se centra en más producción y más venta de plásticos. El concepto de circularidad está en debate, al igual que el de reciclado, que demanda abundantes recursos hídricos (de por sí también escasos) e involucra nuevamente la utilización de sustancias químicas -una vez más, dañinas e incluso desconocidas al no ser transparente el contenido o etiquetado. La disposición, separación y manejo; es igualmente un reto y habrá de regularse pues hay naciones insulares que están literalmente ahogándose en plásticos, al igual que nuestro cuerpo, aunque no queramos.

La salud humana depende de la salud del Planeta tanto como el planeta depende de la actividad humana. La pandemia de COVID-19 evidenció la urgente necesidad de adoptar el enfoque de una sola salud (One Health) además del desarrollo sostenible que a su vez, ha sido adoptado como agenda global desde el 2015 con la convicción de que el desarrollo humano y económico

dependen del sostenible (ambiental) y no tenemos más que la posibilidad de acoplarnos a un crecimiento verde.

Hace décadas que hay evidencia de la urgente transformación y también hay acciones que plantean un nuevo modelo de producción, de consumo, de economía, de cultura, de educación sostenible. No hay sector ni industria que no esté ya incorporando principios de gobernanza y sostenibilidad ambiental. Así que, bajo advertencia, no hay engaño. Entre las decisiones y las acciones, habrá de considerarse la amenaza que la crisis climática, la pérdida de la biodiversidad y la contaminación nos plantean.

El sector salud, que podría ser el 4to país a nivel global con mayor generación de gases de efecto invernadero si fuera una nación; que significa en algunas economías hasta el 20% del PIB; que genera toneladas de residuos por hora, siendo en promedio el 30% plásticos; es también el sector que nos procura y que está en una acelerada transición ambiental a nivel mundial.

En los dos últimos años, decenas de gobiernos y miles de hospitales, han adoptado compromisos de sostenibilidad e iniciado acciones concretas de reducción de huella negativa en su consumo energético, de agua, de generación y manejo de residuos, de sistemas alimenticios hospitalarios, de compras sostenibles, de una nueva cultura de decisiones. El sector salud, puede ser ejemplo de transición también en la lucha contra los plásticos y no se ha de eximir de las obligaciones del nuevo Tratado (que ya veremos en cuánto tiempo se logra y qué tan ambicioso). La urgencia es significativa; la oportunidad también. Un sistema de salud libre de sustancias dañinas y de plásticos -especialmente de un solo uso- es posible. Gradualmente y con base en innovación, la transformación está ya en proceso.

Para más detalles, Salud Sin Daño, o Health Care Without Harm, ofrece cientos de recursos de capacitación, materiales y notas informativas. Igualmente, se puede consultar la más reciente alianza por la acción transformativa en clima y salud (ATACH por sus siglas en inglés); liderada por la Organización de la Salud.

Neydi Cruz
Neydi Cruz

* Neydi Cruz, egresada del Posgrado del Instituto Mora y actualmente directora asociada de sostenibilidad en Salud sin Daño, cuenta con 15 años de experiencia en procesos de negociación internacional, cooperación para el desarrollo y políticas de sostenibilidad.

@neydimexico

Google News

TEMAS RELACIONADOS