Como todo ejercicio de análisis y reflexión, este escrito es parcial y se hará en un plano que cruza dos movimientos juveniles-estudiantiles que ocurrieron en el 2012 y el 2014, respectivamente, y que aparentemente no tendrían razón de ser para considerarse uno a la luz de otro. Pero como se trata de movimientos que fueron nutridos por jóvenes, hay una necesidad de situar a quienes protagonizaron estos dos movimientos: los jóvenes, las juventudes mexicanas. Y por lo tanto comenzaré por definir y conceptualizar, cosa que ayuda mucho a entender un fenómeno.
La discusión alrededor de la conceptualización de la juventud o las juventudes ha sido amplia y hasta la fecha continúa. En la trayectoria del estudio se ha considerado esta categoría como sociodemográfica; es decir, una etapa de maduración (sexual, afectiva, social, intelectual y físico/motora) y como subcultura, principalmente (Dávila, 2004: 90). De estos contenidos me interesa señalar, por lo menos, dos elementos que nos servirán para partir de una base común de lo que entenderemos por juventud o juventudes, ambos rescatados por Oscar Dávila en su texto Adolescencia y juventud: de las nociones a los abordajes. El primero de ellos es una aportación de Roberto Brito y designa a la juventud como una condición social manifestada según las características históricas de cada individuo (Brito, 1998:3). El segundo elemento corresponde a una aportación de Allerbeck y Rosenmayr y apunta la importancia de entender a la juventud desde dos procesos, el biológico y el social (Allerbeck y RosenMayr, 1979: 21). Evidentemente asumir la juventud como proceso biológico no nos interesa del todo, pero la condición social a través de características históricas de cada individuo y el proceso social sí resulta de nuestra competencia.
En ese sentido, sobre la discusión de los elementos sociohistóricos resulta provechosa la aportación que planteó el sociólogo Pierre Bourdieu para dimensionar el plano socioeconómico de los jóvenes, plasmado en una entrevista realizada por Anne-Marie Métailié, en 1978. Allí se señalaba que las aspiraciones de las generaciones sucesivas, entre los padres e hijos, se constituían respecto a los diferentes estados de la estructura de distribución de los bienes y de las posibilidades para tener acceso a múltiples bienes (Bourdieu, 2002: 170). Es decir, que hay generaciones que nacen con bienes incorporados en la mayoría de las familias, esto por supuesto en el caso de una clase por encima de la mayoría. De la misma forma, pero en el caso de clases en decadencia, desde finales de la década de los años setenta e inicios de los ochenta, ya no se podían adquirir bienes y privilegios que eran accesibles desde los veinte años de edad (Bourdieu, 2002: 170). Para el caso del siglo XXI la situación de interrelación entre la adquisición de bienes entre las generaciones parece agravarse sin importar ya si son de clase media o de clases decadentes-bajas, los jóvenes se encuentran sometidos a situaciones de explotación, exclusión, inaccesibilidad al mercado laboral y lejanía del poder político (Mendieta, 2014).
Precisamente esa es la condición para considerar dentro de la discusión de las juventudes. Como bien señalaba Bourdieu, sin necesariamente definirlo, parte del trasfondo reside en comprender a las juventudes en el marco de las generaciones. También bajo criterios sociohistóricos, a nivel individual y colectivo, en el ámbito socioeconómico.
En el tránsito de los movimientos juveniles-estudiantiles que nos interesa poner énfasis (#YoSoy132 y el movimiento por los 43 de Ayotzinapa) se comparten rasgos sociohistóricos y socioeconómicos entre ambos que nos permiten reflexionar alrededor de la categoría de “generación”, pero sobre todo “generación política”. Como “generación” por compartir un momento histórico socializado (Margulis y Urresti, 1996:26) y por contar con “criterios de identificación común entre sujetos que comparten un problema” (Bonvinalli [et al], 2010: 26). El “momento histórico socializado” podemos considerarlo como la serie de condiciones socio económicas compartidas. Y como “generación política” por compartir una serie de sentimientos, percepciones, prácticas comunes y el rechazo a un orden establecido (Braungart, 1986:217).
Continuando con la discusión sobre las juventudes, hay que dejar en claro que en México su estudio tiene trayectoria propia y bastante fructífera. El estudio de las juventudes a partir de datos y estadísticas despuntó desde 1950 con la precisión de los censos poblacionales y para los años noventa se renovó. Es necesario mencionar que estos estudios se ampliaron y se diversificaron a partir del año 2000 con la elaboración de las encuestas nacionales de juventudes que incluían temas específicos respecto educación, salud, trabajo, sexualidad, esfera de la vida privada, esfera de la vida pública y valores (Mendoza, 2011: 199). Son este tipo de investigaciones las que nos pueden abrir la puerta para acercarnos a la condición sociohistórica y socioeconómica de las juventudes a inicios del siglo XXI. Es necesario señalar, de forma puntual, esas condiciones que definieron las juventudes que nos interesa reflexionar; consideraremos sobre todo tres años como referencia constante: el año 2001, por abrir el siglo XXI; el 2012, al suceder el estallamiento del movimiento #YoSoy132 y el 2014, por su relación con el surgimiento del movimiento por los 43 de Ayotzinapa.
En el año 2000 el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) presentó la publicación “Los jóvenes en México”. En ese informe el Instituto consideraba como jóvenes a quienes tuvieran de 15 a 29 años de edad. En dicho estudio ya se reconocía la necesidad de una mejor distribución de los recursos socioeconómicos destinados a los jóvenes. Esta reflexión se originaba en el aumento considerable del volumen de la población juvenil de 30 años antes del año 2000. De esta forma en 1970, la población de jóvenes abarcaría alrededor de 12.3 millones (INEGI, 1970).
En la siguiente entrega haremos uso de las valiosas estadísticas y datos que nos permiten bosquejar la situación en la que se encontraban y probablemente se encuentran todavía las juventudes.
Fuentes:
- Dávila, “Adolescencia y Juventud: de las nociones a los abordajes”, 2004, p. 90. Brito, “Hacia una sociología de la juventud”,1998, p.3.
- Allerbeck, Klaus y RosenMayr, Leopold, Introducción a la sociología, 1979, p. 21.
- Pierre Bourdieu, “La juventud no es más que una palabra”, 2002, p.170.
- 16 Ibíd., p.170.
- 17 Mendieta, “Entrevista a Carles Feixa. Las juventudes ante los “espejos” convulsos del siglo XXI”, 2014.
- 18 Margulis y Urresti, “La juventud es más que una palabra”, 1996, p.26.
- 19 Bonvillani, Palermo, Vázquez y Vommaro, “Del Cordobazo al kirchnerismo. Una lectura crítica acerca de los períodos, temáticas y perspectivas en los estudios sobre juventudes y participación política en la Argentina”, 2010, p.26.
- 20 Braungart y Braungart, “Life-course and generational politics”,1986, p.217.
- 21 Mendoza, “Los estudios sobre la juventud en México”, 2011, p.199.
- 22 INEGI, Censo de población, 1970
1 Este es un extracto de la tesis de doctorado de mi autoría entregada en diciembre de 2020 al Instituto Mora, y que lleva el nombre de “Experiencia sociopolítica en los movimientos estudiantiles recientes (2012-2014), #YoSoy132 y el movimiento por los 43 de Ayotzinapa: juventud ideología y clase”
Ángel González Granados es Doctor en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, integrante de la Red Mexicana de Estudios de los Movimientos Sociales y del Seminario Nacional de Movimientos Estudiantiles. Coordinó el libro colectivo “Movimientos Estudiantiles: enfoques y perspectivas a medio siglo del 68”, de la editorial Lito-Grapo.
Twitter: @angelfulminante