Por: Rosario Aparicio López

Esta pandemia nos mostró la importancia del trabajo, casi heroico, de las trabajadoras del hogar y el de las personas repartidoras por plataformas digitales durante el momento que más duro se presentaba el confinamiento aquí en la Ciudad de México. Para las trabajadoras del hogar muchos de los escenarios por los que atravesaron durante esta crisis sanitaria es que fueron despedidas, otras más fueron descansadas sin goce de sueldo y las que mantuvieron sus trabajos enfrentaron una sobrecarga de actividades, ya que toda la familia se encontraba en el hogar durante la contingencia. También pudimos observar el trabajo esencial que realizaron y continúan realizando las personas repartidoras desde el comienzo de la pandemia. Esta actividad protegió a muchas familias de contagiarse, llevándoles alimentos preparados, medicamentos y diferentes productos hasta las puertas de sus casas; para muchas mujeres que se encuentran todavía realizando home office tal vez el recibir comida caliente y lista para ser servida en los platos de la familia les aligera la doble carga de trabajo que han enfrentado durante el confinamiento.

Sin embargo, el lado del que poco se habla son los riesgos que continúan enfrentando estas personas trabajadoras, hasta el momento no se tienen cifras oficiales de cuántas personas repartidoras se contagiaron de la COVID-19, tampoco se tiene una cifra exacta de cuántas trabajadoras del hogar contrajeron la enfermedad; esto es una consecuencia de que ambas actividades son totalmente precarias, sin seguridad social y sin prestaciones, lo cual hace difícil poder identificar a las que se contagiaron o fallecieron. Por ejemplo, en Brasil, en noviembre pasado, el Instituto Brasileño de Estadística y Geografía (IBGE) reportó que al mes de noviembre de 2020 eran ya 11,137 personas repartidoras contagiadas de la COVID-19; este dato se obtuvo a través de una encuesta telefónica nacional2.

Es evidente que esta crisis sanitaria trajo consigo también una crisis económica, sobre todo, para todas aquellas personas que perdieron sus empleos y una de las alternativas fue el trabajo en las plataformas digitales, ya que, aparentemente, con solo registrarse y contar con un medio de transporte como motocicleta, bicicleta, automóvil o hasta a pie o en transporte público lo pueden realizar.

A pesar de que el trabajo en las plataformas digitales es mayoritariamente masculino, las mujeres repartidoras se ven amenazadas por violencias que los hombres no sufren o las enfrentan en menor proporción. Es así como tanto para las trabajadoras del hogar como para las mujeres repartidoras la falta de derechos laborales también viene acompañada de posibles violencias. Marcelina Bautista, Fundadora del Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar, el CACEH, reiteradamente ha denunciado la triple discriminación que enfrentan las trabajadoras del hogar, por ser mujeres, por ser indígenas y por ser pobres Para las mujeres repartidoras, las violencias se presentan en las calles, al momento de realizar su trabajo, pues muchas de ellas sufren hostigamiento sexual.

A pesar de que ya es posible afiliar a las trabajadoras del hogar, al cierre del año pasado el 99% de ellas todavía no había sido afiliada; por su parte, la negación de las plataformas digitales de reconocer como trabajadores formales a las personas repartidoras y concederles los derechos laborales reconocidos en la ley también los deja desprotegidos. Entonces, ¿qué opciones tienen estas personas trabajadoras sin seguridad social ante esta precariedad laboral y frente a la pandemia? Como Marcelina Bautista ha apuntado en diversas ocasiones, todas las trabajadoras del hogar que han perdido sus empleos, afiliadas y no afiliadas, deberían poder acceder a un seguro de desempleo implementado por el gobierno federal o, en su caso, por el Sistema Nacional de Empleo, quienes deberían poder garantizar que el trabajo que realizan estas mujeres, muchas de ellas indígenas, se dignifique y que puedan acceder a este seguro de desempleo y a la seguridad social. En el caso de las personas repartidoras, las empresas que administran las plataformas digitales tendrían que estar obligadas a ofrecer todos los derechos laborales a todas aquellas personas que se registren, por ejemplo, la seguridad social; ya que al día de hoy el trabajo de reparto es uno de los más riesgosos y precarios en esta Ciudad de México.

Finalmente, podemos mencionar que es urgente e imperioso que dignifiquemos el trabajo del hogar y que dejemos de nombrar a las trabajadoras con palabras peyorativas, que las discriminan. Es urgente que que se reconozcan los derechos laborales de las trabajadoras del hogar y de las personas repartidoras, pero esto sólo sucederá cuando los empleadores, las empleadoras, las empresas de plataformas digitales y la sociedad en su conjunto, reconozcamos cuánto estos trabajos han sido necesarios y esenciales para la reproducción de la vida familiar y económica del país y que la seguridad social no es un regalo, sino un derecho.

Para abordar éstos y más tópicos se invita a la Cuarta Sesión del Seminario Estudios Interseccionales de la Desigualdad Social, del Instituto Mora, a realizarse el próximo jueves, 27 de mayo, a las 18:00 hrs. El tema de la sesión será “La perspectiva interseccional en la investigación feminista”. La sesión será virtual y contará con la autora de este artículo como exponente. Para mayores informes: eizazuetal@institutomora.edu.mx y @institutomora

La precariedad que ronda la Ciudad de México
La precariedad que ronda la Ciudad de México

Investigadora en el Seminario sobre Trabajo y Desigualdades de El Colegio de México. Colaboradora del Seminario Estudios Interseccionales de la Desigualdad Social, del Instituto Mora.

mraparicio@colmex.mx
Facebook: Rosario Aparicio López
Twitter: @rosarioaparis

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