Por Guadalupe Villa
En septiembre de 1915 el general Felipe Ángeles , artillero de la División del Norte, cruzó la frontera para establecerse en Estados Unidos. Muchos otros revolucionarios también buscaron refugio en el vecino país del norte convencidos de que Venustiano Carranza había ganado la guerra. Instalado con su familia en El Paso, Texas, Ángeles adquirió un pequeño rancho que difícilmente le procuraba el sustento familiar. El ex director del Colegio Militar pasó días de miseria, al igual que la mayor parte de los exiliados en Estados Unidos. A instancias de otros compañeros de infortunio, pensó en buscar trabajo en las minas de Uniontown, Pennsylvania, aunque dudaba poder resistirlo, pues a sus 46 años se sentía viejo. A la postre decidió buscar ocupación en Nueva York.
Pancho Villa, mientras tanto, continuó su lucha contra el gobierno carrancista (1916–1920) mediante una guerra de guerrillas.
Numerosos villistas avecindados en territorio estadunidense estaban dispuestos a regresar a los campos de batalla, atraídos por la tenaz lucha del ahora guerrillero. En consecuencia, los exiliados en Nueva York desplegaron una gran actividad revolucionaria al considerar que el momento no podía ser más propicio para emprender una ofensiva. En aquella urbe se constituyó una junta local que estableció las bases de la coalición, cuyas actividades se encaminaron a conseguir que correligionarios residentes en México y otros exiliados formaran juntas similares. Así surgió la Alianza Liberal Mexicana, esfuerzo común para conseguir, principalmente, la pacificación del país. El grupo comenzó una activa propaganda para la obtención de recursos y la seguridad de que todos los grupos rebeldes que operaban en México cooperarían con el nuevo movimiento.
Por su parte, Villa invitó al ex artillero a sumarse a sus fuerzas. Resuelto a marchar, Ángeles aceleró su salida a pesar de que, como él mismo confesó, iba a jugar “una probabilidad contra novecientas noventa y nueve”. El 11 de diciembre de 1918 Ángeles y cinco compañeros atravesaron el Río Bravo, internándose en territorio chihuahuense. Días después se supo que la cita con Villa sería en el rancho Tosesihua. El encuentro fue emotivo y ambos se abrazaron con efusividad y cariño. El solo arribo de su ex artillero trajo cambios en su vida cotidiana: todos los días practicaban gimnasia un par de horas; carrera de resistencia –en la que Villa hacía esfuerzos sobrehumanos debido a las secuelas de una herida en la rodilla-; salto sin vuelo –en el que Ángeles batía todo récord-; además competían en tiro al blanco – el guerrillero era campeón indiscutible-: su arma parecía mágica, difícilmente fallaba a 150 metros de distancia.
Todos estaban en la creencia de que Felipe Ángeles había regresado a incorporarse a las filas de su antiguo jefe para cooperar con sus valiosos conocimientos técnicos en las operaciones militares; se aseguraba que venía a repetir los certeros cañonazos de Torreón y Zacatecas. Sin embargo, se equivocaban. Su intención era totalmente distinta. El asunto vino a colación cuando Villa invitó a Ángeles a tomar el mando de su escolta personal para desalojar a un grupo de federales de Coyame, deferencia que el general rehusó explicando el motivo de su visita.
José María Jaurrieta reprodujo, en su diario, el encuentro y la conversación:
Vengo en misión de paz y amor. La Alianza Liberal Mexicana me ha comisionado para buscar la manera de que cese esta lucha salvaje que consume al pueblo mexicano, unificando, sin distinción de credos, a todos los bandos políticos que operan en la actualidad.
Mi plan es éste: una vez que usted firme su adhesión a los fines que se propone la Alianza Liberal, habré conseguido la unificación de las fuerzas revolucionarias que operan en los estados de Chihuahua y Durango. Su ayuda material consistirá en proporcionarme guías y una escolta que me acompañe en mi gestión. Luego iré por los estados de Zacatecas, Jalisco, Michoacán, Morelos, Puebla, Veracruz … en fin haré un recorrido por todas las zonas de la república donde existen grupos levantados en armas. Si es posible, también entraré en pláticas con los mismos carrancistas para convencerlos de su error.
Villa
interrumpió a su amigo, dándole un consejo: “cuando intente hablar con los carrancistas, ¡hágalo a balazos! Es la única forma que he descubierto para hacer que esta gente entienda … ¡a balazos y más balazos!”. Para acabar con la discusión, Villa ofreció prestarle la ayuda solicitada, pese a lo cual Ángeles permaneció a su lado varios meses más tratando de humanizar la guerra sin cuartel que le tocó compartir. Sin embargo, la misión de paz y amor que se había impuesto parecía zozobrar en medio de la violencia y las traiciones. El antiguo soldado federal no entendía las tácticas guerrilleras, ese andar errante por las montañas que sometía a sus participantes a miles de privaciones; tampoco los constantes fraccionamientos de las fuerzas armadas que empezaban operaciones militares sin llegar a concluirlas. ¿Por qué no hacer una campaña pareja de al menos seis meses? En ese tiempo, pensaba, podría avanzarse, quitar elementos al enemigo, ganar terreno, apoyo y credibilidad, intentar borrar la imagen de crueldad tan arraigada entre la población.
Villa trataba de hacerle entender la dureza de las campañas, la falta de elementos, la necesidad de dejar descansar gente y caballada. No era lo mismo el momento que estaban viviendo que cinco años antes, cuando tenían abundancia de todo. Cuando por fin Ángeles decidió tomar su propio camino, intentó disuadirlo, sin éxito: “¡No se corte de mi lado, general, porque lo van a colgar! ¡se lo dice a usted un señor coyote!”. La despedida tuvo lugar en Pilar de Conchos. Nadie pensó que, al abrazarse esos hombres, se separaban para siempre.
Guadalupe Villa G., es doctora en Historia por la UNAM. A lo largo de su carrera profesional ha intervenido en un sinfín de actividades culturales que han contribuido a la difusión del conocimiento histórico. Es Investigadora en el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora y Coordinadora Académica de su Licenciatura en Historia. Cuenta con numerosas publicaciones sobre historia del norte de México y sobre revolución mexicana. Uno de sus últimos libros es: 1914 miradas fragmentadas de la revolución en Zacatecas.
***Foto/Felipe Ángeles, ca. 1917, Archivo Casasola, Inv. 287586, Fototeca Nacional, INAH.