Por: Octavio Rocha
Hace unos días analizaba con mis alumnos una charla TED del gurú de la estrategia empresarial Michael Porter que lleva por título: ¿Porqué las empresas pueden resolver problemas sociales? Si el mismo cuyas “fuerzas de Porter” se enseñan en la universidad en cualquier carrera relacionada con economía, finanzas o negocios. Este video disponible en internet no es precisamente nuevo, data del año 2013, pero mientras el mundo no resuelva sus grandes problemas sociales y ambientales me parece que seguirá siendo completamente vigente.
Para algunas cuestiones, principalmente aquellas relacionadas con la ciencia, el mundo camina a pasos agigantados. El COVID es la prueba fehaciente de que es posible desarrollar una vacuna contra un nuevo virus en tiempo récord, al mismo tiempo que se ha cambiado el paradigma del trabajo y la educación hacia un entorno virtual. Sin embargo, para otras incontables cuestiones, el mundo parece caminar a paso de tortuga.
Es claro que este mundo no el mismo de hace cien o cincuenta años, vamos, ni siquiera es el mismo de hace dos, ¿porque entonces las empresas y los inversionistas habrían de seguir los mismos viejos paradigmas?
Por fortuna existen en el mundo nuevas tendencias que hasta ahora solo un pequeño grupo de emprendedores e inversionistas siguen, pero que están cambiando la manera de hacer negocios, algo no solo importante sino necesario en un mundo catastrófico donde la escasez, el hambre, la falta de acceso a la educación, la desigualdad económica y la pobreza siguen siendo problemas lacerantes para la humanidad.
Por un lado, están las empresas sociales; aquellas cuya motivación principal es resolver un problema social o ambiental, misión que define por completo la empresa, sus productos y/o servicios y la relacion con su entorno (clientes, proveedores, beneficiarios, etc.). Se podría establecer que estas empresas ven el beneficio económico como un medio y no como un fin. Por el otro lado, la inversión de impacto es aquella que intencionalmente se dirige a resolver problemas sociales o ambientales optimizando el riesgo y el rendimiento financiero (Global Impact Investment Network). En resumen, se podría decir que el emprendimiento social y la inversión de impacto son dos caras de la misma moneda y se complementan la una a la otra.
De acuerdo con cifras de Global Impact Investment Network y el Aspen Network for Development Entrepreneurs, el mercado de la inversión de impacto va en constante crecimiento y se espera que crezca aún más. Al año 2020 el valor de la inversión de impacto ascendía 715 mil millones de dólares a nivel mundial. America latina es el tercer destino más grande de la inversión de impacto (con un volumen del mercado estimado de 600 millones de dólares), solo por debajo de Estados Unidos-Canadá y Europa (2018-2019). En México este mercado asciende aproximadamente a 107 millones de dólares y los principales sectores en los que se invierte son agricultura, biodiversidad y microfinanzas.
A pesar de lo alentador de estos datos, la inversión de impacto no será suficiente mientras no se cambie por completo la manera de pensar del resto de empresarios e inversionistas donde solo los activos se pueden registrar en la contabilidad de las empresas.
En tiempos post COVID, donde la recuperación económica es urgente, bien hacen falta empresas y emprendedores con una visión integral, pero también hacen falta inversionistas que no solo se preocupen por obtener un beneficio económico, sino también un beneficio social y ambiental, por ello es necesario promover tanto la creación de empresas sociales como el desarrollo de un mercado más grande de inversión de impacto.
Estas nuevas tendencias en el sector privado tienen un trasfondo para nada desdeñable que hay que saber leer entre líneas. La riqueza no puede seguir midiéndose con la cantidad de ceros en la cuenta bancaria; el capitalismo como lo conocemos está agotado y tarde o temprano terminará también por agotar los recursos del planeta en el que habitamos. La paradoja aquí es que es el propio capitalismo el que se ha reinventado hacia una forma más humana-social-ambiental para ofrecer una posible solución.
Que Michael Porter esté preocupado por problemas sociales es un mensaje que no debe tomarse a la ligera. Quizás convendría voltear a ver a otros personajes cuya voz se ha vuelto necesaria en la actualidad; Muhammad Yunus, uno de los principales impulsores de un nuevo modelo económico a través de la creación de empresas sociales o Sir Ronald Cohen, promotor incansable de la inversión de impacto.
Es urgente que en las escuelas de negocios y en las facultades de las áreas económicas se empiece a cambiar el paradigma en las mentes de los estudiantes para transitar a un modelo donde la riqueza sea medida no solo en términos monetarios, sino en términos sociales y ambientales; de otro modo, muchos tendrán dinero, pero nadie tendrá aire puro en sus pulmones. En un mundo lleno de catástrofes, esa debería ser la verdadera riqueza.
Resumen curricular:
Octavio Rocha es Licenciado en Economía con Especialidad en Microfinanzas y cuenta con un diplomado en Creación, Desarrollo y Dirección de Empresas Sociales. Ha sido docente en la Facultad de Economía y en la Facultad de Contaduría y Administración de la UNAM. Actualmente es maestrante en el programa de Maestría en Cooperación Internacional para el Desarrollo del Instituto Mora, docente en la Universidad Tecnológica de México y colaborador en la Alianza por la Inversión de Impacto en México.
Twitter: @octavio_rch