Roberto Madero
Hoy en día, la Ciudad de México ha experimentado una rápida ampliación urbana con el pretexto de atender a las necesidades de los habitantes de ella. Gracias a esto, nuestra ciudad ha sufrido numerosos cambios en su antiguo tipo de vida; ahora se puede apreciar una necesidad de urbanización al estilo de otras ciudades en donde mientras más grande sea una construcción podrá atender mejor las nuevas demandas de la sociedad. Se ha llegado a creer que con estas construcciones la calidad de vida pasaría a la de las altas clases pues los gobiernos locales pretenden atender mejor a la ciudadanía con la transformación de los servicios de transportes y de salud, lo cual sí se han logrado, pero no de una forma que muchos han deseado. Es así como el pueblo de Xoco ha sido testigo del cambio tan repentino de sus alrededores dejándolo como un oasis ante la urbanidad escondiendo en él un tesoro bien resguardado para su comunidad.
En el pueblo perdura su iglesia ―local encomendada al santo patrono San Sebastián Mártir―. Cuando uno es visitante de sus calles internas participa en una experiencia única pues te genera una impresión de una sobrevivencia y resistencia a la creciente urbanización de mala fama que llega a tener nuestra ciudad. Pareciera que el santo protector de esta comunidad fuese el principal opositor a esta deformación urbana manteniéndose firme e intentando que la memoria no se pierda en el vacío de los nuevos impositores. Lo que queda de su pueblo y su comunidad preserva una unión de lazos ancestrales junto con sus costumbres y solidaridad; muchos de los viejos habitantes de la zona han sido testigos de los cambios bruscos de la ciudad desde el cierre de lo que era antes el río ―hoy circuito Bicentenario― hasta la llegada de la torre Mitikah y las construcciones de los edificios de un tipo de vida para las altas clases.
Sin embargo, a pesar de todas las adversidades que sufren su comunidad y su santo, la memoria sigue viva. Con problemas en el suministro de agua, gracias a la llegada de brutales construcciones, con la instalación de servicios médicos de muy altos costos los cuales la mayoría de los locales no podrían pagar y la constante llegada de tiendas departamentales, el pueblo sigue manteniendo viva la imagen de su santo. El primer domingo
después del 20 de enero se celebra la fiesta patronal en el pueblo; tal evento resulta ser la experiencia que podría representar el presente escrito. En tal celebración los habitantes y los ajenos conviven en el baile, las danzas folclóricas y la veneración de San Sebastián Mártir “El santo de la insurgencia urbana”. Quizá y estos detalles los cuales mantienen viva una esencia de lo que era la ciudad son los que enamoraron a cronistas urbanos como Carlos Monsiváis. Son lugares en los cuales puedes olvidarte de vivir una ajetreada megalópolis, a pesar de que las construcciones innecesarias sean como pretenciosas centinelas. Es con este entusiasmo que se necesita realizar una toma de conciencia en la cual no debemos dejar que estos lugares pierdan su vitalidad y tener que tomar la batuta como nuevas generaciones a mantener siempre presente la memoria de lo que llegó a ser nuestra ciudad.
Escrito por:
Roberto Madero alumno de la licenciatura en Historia del Instituto Mora.
Cuenta de Twitter/X: @RobertoMadero0
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