De manera recurrente, el presidente López Obrador ha hecho señalamientos que en las protestas violentas de feministas “se mezclan demandas justas con intereses de grupo”.2 Regularmente, lo que viene después es una suerte de reacciones en cadena: otros políticos y medios cercanos al presidente reproducen su discurso. Incluso, algunos de ellos se creen con legitimidad para hablar de feminismos “reales” y “falsos”, y hablan de “fakeministas”.

No me detengo mucho en el peligro que implica que desde el poder se pretenda legitimar o no las protestas sociales, aunque es importante. En estas líneas trataré de mostrar cómo este tipo de discursos no es nuevo. Veamos, por ejemplo, qué decía Gustavo Díaz Ordaz sobre el movimiento de 1968 en la capital del país: según el ex presidente, estas movilizaciones estudiantes presentaban “las más encontradas y enconadas tendencias políticas e ideologías y los más variados intereses”.3

Quiero subrayar la palabra “intereses”, ya que también aparece en las declaraciones de López Obrador y en un sentido similar al de Díaz Ordaz: se busca crear la imagen de que las y los manifestantes están movidos por grupos ajenos a las protestas. Los contextos políticos de ambas declaraciones son muy diferentes, sin duda; pero, a mi parecer, hay una continuidad de pretender deslegitimar protestas sociales utilizando los recursos estatales y sin dar argumentos o pruebas sólidas.

Otro ejemplo: un caso que conozco un poco más es el del movimiento estudiantil de 1991-1992 en la Universidad de Sonora. En esa ocasión, se intentaba detener la entrada en vigor del actual marco normativo universitario, el cual aumentó significativamente las cuotas estudiantiles y acabó con acuerdos informales para que la comunidad universitaria participara en la designación de autoridades. Al final, el movimiento no logró frenar el cambio de ley universitaria. Los estudiantes movilizados se aglutinaban entorno al Comité Estudiantil de la Universidad de Sonora (CEUS) y solían ser apoyados por el sindicato de académicos universitarios (STAUS) y el de trabajadores manuales y administrativos (STEUS). En esa ocasión, la prensa local difundió la versión de que los participantes eran “movidos” por el PRD (que en esos momentos tenía pocos años de haber sido creado y era una importante fuerza política de izquierda) y el PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores; organización política de inspiración trotskista), como se aprecia en la siguiente caricatura política:

Como se ve, López Obrador no inventó las intenciones gubernamentales de deslegitimar protestas sociales; pero, desde mi perspectiva, sí se esperaría algo diferente de un gobierno que, en gran parte, surgió de movilizaciones sociales críticas con administraciones pasadas.

Creo que vale la pena discutir la eficiencia o no de las protestas violentas, pero no partiendo del supuesto simplista que asegura que se trata de sectores pagados o movidos por “intereses” externos. Eso anula el sano debate, se tiene la respuesta antes de acercarse a la realidad. Además, tiende a infantilizar a las manifestantes: ellas no actúan por voluntad propia, no son capaces de interpretar su entorno político y actuar en consecuencia; no, las mueven “intereses” ajenos a sus luchas.

El fenómeno de las protestas violentas va en aumento, nada nos dice que vaya a disminuir en el futuro cercano, al contrario. Me preocupa la respuesta del gobierno ante ello. La mejor manera de crear e implementar políticas públicas es tener un buen diagnóstico de la situación. Creo que señalar a las feministas que protestan violentamente como “infiltradas” o movidas por “intereses externos”, no lo es. Ello simplifica en extremo el fenómeno y tiende a negar la existencia del problema.

El gobierno de López Obrador es muy superior a administraciones pasadas en algunos aspectos, pero creo que se equivoca en sus declaraciones sobre las manifestaciones violentas. Hoy en día, prácticamente nadie mantiene que los estudiantes de 1968 estaban movidos por intereses externos; espero en un futuro nadie crea en la tesis del presidente López Obrador sobre las feministas que protestan violentamente.

Cuitlahuac Alfonso Galaviz Miranda

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