Por: Itzel Mayans Hermida

En los países del cono sur, concretamente Argentina y Chile, ha habido recientemente un fenómeno interesante en el que los candidatos de la derecha política libertaria reivindican agendas que buscan limitar al máximo el ejercicio de los derechos reproductivos de las mujeres como una de sus principales banderas políticas. Particularmente, el candidato a la presidencia en Argentina, , es seguido por miles de jóvenes frustrados y decepcionados, y con razón, con los paupérrimos resultados de la democracia de las últimas décadas. Milei es un candidato que propone acabar con las burocracias, la dolarización de la economía, el libre emprendurismo y, más generalmente, tanto él como sus seguidores retoman de forma cotidiana un discurso en el que dicen estar a favor de la libertad, espejeándose en ello con los discursos de los Chicago Boys y otros libertarios norteamericanos.

Más allá de la retórica discursiva, vale la pena analizar si este discurso libertario es realmente consistente con un compromiso por proteger el ejercicio de la libertad en todas sus formas y expresiones o si, como en otros casos, estamos frente a un movimiento que, más allá de ser impredecible en su agenda política, es además abiertamente inconsistente con los propios valores que dice defender, en este caso, al buscar prohibir al máximo el aborto y los derechos reproductivos de las personas como una de sus principales propuestas de campaña.

Por libertarianismo, me refiero a una corriente ideológica y económica, dentro de la tradición liberal, en la cual se asume que los individuos (sí, en masculino casi siempre) deben de ser agentes libres para emprender cualquier proyecto que deseen realizar, asumiendo que la seguridad pública es el único bien social que el Estado está justificado en prestar; más allá de ésta, cualquier otro servicio público que el Estado provea es por definición ilegítimo (seguridad social, salud pública, infraestructura, vivienda, educación, y un largo etcétera).

Como menciona la economista Linda Gordon y la filósofa Nancy Fraser, esta posición política consolidada a finales de la década de los años setenta en Estados Unidos, ha buscado centrar en el individuo la responsabilidad por su suerte y su destino económico. Las personas, como agentes libres, somos a quienes hay que aplaudir o reprochar cuando tomamos buenas o malas decisiones vitales que nos llevan a acercarnos o alejarnos de la riqueza material. Esta cosmovisión, aplicada a la economía norteamericana, ha tenido la consecuencia de estigmatizar como “personas dependientes” a las madres afroamericanas que trabajan triple jornada para mantener a sus hijxs y por solicitar ayuda a la seguridad social para hacerse de recursos adicionales (Gordon y Fraser 1994), mientras que el gobierno norteamericano ha rescatado, varias veces, a los bancos derivado de los malos manejos de sus directivos, sin estigmatizarles como “grandes dependientes” del rescate o de la ayuda pública. Por tanto, el libertarianismo ha funcionado bajo un doble rasero, rescatando bancos y grandes empresas a la vez de culpabilizar y recortar la ayuda pública a personas de escasos recursos. Y, en dicha medida, la máxima de que el Estado intervenga lo menos posible para ayudar a personas dependientes, nunca ha sido una realidad.

En el caso de Argentina, el candidato Milei ha afirmado que buscará defender a la familia tradicional y evitar, por todos los medios posibles, el aborto. Curiosamente, la imposición de la expectativa social de cumplir con los estereotipos de género para poder pertenecer a una familia tradicional, ha limitado la libertad de quienes no se ajustan a los dictados de la pareja heterosexual moderna conveniente, al menos en primera instancia, para los intereses del capitalismo ­­­­– la familia tradicional contribuye a la reproducción de la mano de obra, permitiendo así su reemplazo intergeneracional–. De manera que esta medida, lejos de incrementar la libertad para decidir libremente el arreglo familiar al que cada quien quiera pertenecer, al margen de moral social tradicional, refuerza la existencia de un solo modelo de familia. Ello, además, requiere de la clara injerencia del Estado y sus recursos en la doble tarea de promover un cierto tipo de familia y desincentivar otros.

En segundo lugar, y como ha revelado las cifras de la OMS, la calidad de vida de las mujeres y su libertad se ve seriamente perjudicada cuando hay barreras de acceso para la interrupción del embarazo. Las cifras muestran que cuando hay prohibiciones en  este terreno, la consecuencia NO es tener menos abortos sino Asimismo, el futuro de las y los adolescentes se ve seriamente perjudicado cuando son orilladas a tener partos a una edad temprana, en la que dejan truncados sus estudios y el acceso a otros proyectos o planes de vida.

Por tanto, es contradictorio afirmar que se promoverá la libertad cuando se pretende clausurar el acceso al aborto. El aborto como medida, tanto de salud pública como de protección a la libre elección de las personas, permite renunciar a tener hijos en casos de padecer embarazos forzados, cuando traen malformaciones importantes o cuando no estamos en condiciones de tener un hijo más o hijos en general. Por tanto, la medida que es realmente compatible con el ejercicio de la libertad es la de asegurar la vigencia de varios métodos de anticoncepción, junto con contar con la posibilidad de recurrir a la

Ahora bien, Milei y sus seguidores podrían argüir que la prohibición del aborto es compatible con la promoción de la libertad al proteger la vida en gestación de futuras personas. Sin embargo, esta afirmación es falsa ya que, como está documentado científicamente, de unas cuantas semanas de gestación, no goza ni de actividad neuronal ni de sistema nervioso central, caracterísiticas ambas necesarias para desarrollar dolor o placer, junto con otros estados mentales, lo cual es también condición indispensable para gozar de estatus moral. Por ello, afirmar de manera categótica que un embrión o feto temprano es una persona, cae en el terreno de la religión y, promover una sola religión o doctrina moral en deterimento de otras, es también incompatible con el ejercicio de la libertad de conciencia y de religión.

Por las razones expuestas y, a pesar de la retórica, la preocupación de Javier Milei no es la de promer mayores índices de libertad en general. De ganar Milei, al menos en todos los temas que conciernen el ejercicio de derechos femeninos y las agendas de género, se prevee una regresión importante en el desarrollo de capacidades humanas centrales y, en ultima instancia, en el ejercicio de la libertad para elegir qué familia tener, maximizar nuestra autonomía reproductiva y evitar reforzar la moral tradicional y, con ello, también en poder gozar de mayores espacios y garantías en el ejercicio de nuestra libertad de conciencia y de religión.

*Profesora – Investigadora en teoría política contemporánea en el Instituto Mora. Doctora en filosofía política por la UNAM y co – cordinadora del seminario de Teoría polítca, ética y del derecho con el Dr. Enrique Camacho y el Dr. Alejandro Mosqueda.

Gordon, Linda y Fraser, Nancy (1994). “A Genealogy of Dependency. Tracing a Keyword of the U.S. Welfare State”. The University of Chicago Press. Vol. 19, No.2, pp. 309 – 336

Está documentado que persiste una laguna en la provisión de métodos anticonceptivos en toda la región latinoamericana y ello ha llevado a que tengamos altos índices de maternidad adolescente. Para más información consular el artículo de Noor Mahtani en El País:


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