El Rasca-Tripas, 11 de junio de 1882: “Cumpleaños de Papá Grande”
El Rasca-Tripas, 11 de junio de 1882: “Cumpleaños de Papá Grande”

1882, segundo año del gobierno del general Manuel González. Una caricatura de El Rasca-Tripas, titulada “Cumpleaños de Papá Grande”, lo muestra erguido y ligeramente sonriente, una sonrisa mordaz, en su traje militar, con la espada a la cintura y el bastón de mando bajo la axila derecha, la del brazo amputado. Alrededor suyo, rindiéndole pleitesía, con las rodillas y las manos apoyadas en el piso, se encuentran varios personajes de la escena política, incluyendo a quien representa a la “prensa subvencionada”; van vestidos con trajes circenses, unos de bufones, otros de maromeros.

Entre quienes se humillan frente a González se encuentran los secretarios que conformaban su gabinete, pero también están en posición reverente, a su derecha, Ignacio Vallarta, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (desde nuestra mirada: en el lado inferior izquierdo, el hombre que nos queda de frente, el del ligero copete, bigote largo y barba extendida) y, a su izquierda, Manuel Romero Rubio, senador (quien se ve de cuerpo entero, ocupa toda la parte frontal derecha, ligeramente excedido de peso y ligeramente calvo). La imagen va acompañada de los versos: <<En tiempo de los Próceres tiranos / Se usaban humillantes besamanos. / Hoy que la libertad nos aquilata, / Hay algo superior “EL BESAPATA”.>>

¿En qué medida son fieles a la realidad las denuncias que elabora la sátira visual? ¿Carecían, como lo pretende la caricatura, el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y quien representa a Congreso de la Unión de fuerzas para enfrentar, confrontar o negociar con el presidente de la República? ¿Estaban plegados al arbitrio y los deseos presidenciales?

Lo cierto es que resulta fácil caer en la tentación simplista que la caricatura propone: la imposición del poder ejecutivo sobre los poderes legislativo y judicial, los cuales desempeñan sólo papel de comparsas y, en ese sentido, en realidad existen nominalmente tres poderes pero impera una sola voluntad.

Las relaciones entre poderes, es dado presumir, siempre han sido complejas. Cada titular del ejecutivo en algún momento de su gestión suele ser señalado de sostener relaciones de complicidad, contubernio y connivencia con los otros poderes o de subyugarlos y arrasarlos. Esto es, o recurre a la estrategia de la seducción de los integrantes de los otros poderes mediante la prebenda o bien aplica alguna táctica coercitiva para doblegarlos. Pero ¿realmente es así? Es probable, pero no hay que dejar de ver que también encontramos relaciones de entendimiento, negociaciones y alianzas entre poderes –y no necesariamente con oscuros fines, ni motivados por perversas estrategias tiránicas–, tanto como auténticos enfrentamientos entre ellos.

La prensa es uno de los principales espacios desde el cual se elaboran y difunden esos discursos desacreditadores de la relación entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, a veces entre dos de ellos, en ocasiones entre los tres, pero casi invariablemente una de las partes era el ejecutivo. En el caso de esta imagen satírica se trata de un discurso que promueve la idea de la franca supremacía del poder ejecutivo que avasalla y somete al legislativo y al judicial. Pero ¿Qué tipo de impreso era el que publicó esa caricatura? ¿Qué intereses tenía?

El Rasca-Tripas (1881 a 1883) fue un semanario francamente anti-gonzalista. Como caricaturista principal tenía a un acendrado anti-porfirista que firmaba como Luis Gaitán, pero que probablemente era un seudónimo detrás del cual se encontraba Santiago Hernández, identificado con Sebastián Lerdo de Tejada, desplazado de la presidencia por el triunfo de la revolución de Tuxtepec que en su momento abanderara Porfirio Díaz y en la que participó González como uno de sus cabecillas. No está claro qué intereses defendía, si los de alguno de los contendientes de González a la candidatura presidencial que en 1880 se quedaron en el camino (hubo muchos aspirantes, y al menos cinco de ellos eran personajes de gran relevancia en su momento: Justo Benítez, Trinidad García de la Cadena, Vicente Riva Palacio, Manuel María de Zamacona y el propio Vallarta) o si lo patrocinaba algún reducto lerdista que aún pervivía. A pesar de la caricatura que aquí presento, que podría hacer sospechar animadversión en contra de Vallarta, lo cierto es que en general

mostraron un trato amable hacia el presidente de la Suprema Corte y se posicionaron al lado suyo cuando éste renunció a su cargo unos pocos meses después de esta publicación.

Esta caricatura ofrece la posibilidad de muchas reflexiones, pero analicemos la que corresponde a la relación con el poder judicial. La imagen es terriblemente ultrajante, de las investiduras y de los individuos que ahí aparecen. Entre ellos, como ya he apuntado, se encuentra Ignacio Vallarta, presidente constitucional de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, quien se muestra rastrero, hasta la ignominia, frente a González, pero ¿realmente era así? Lo cierto es que es poco probable que el jurista adoptara algún gesto siquiera de condescendencia hacia el militar. Las relaciones entre el presidente de Ejecutivo y el del Judicial no sólo no eran de supeditación sino que, al parecer, ni siquiera había buen entendimiento entre ellos. En lo personal y en lo profesional, nada debía Vallarta a Manuel González. Vallarta era un hombre de primera línea en la política nacional, con trayectoria propia, con fuerza regional cuya base era su natal Jalisco y con la ambición de llegar a presidir los destinos del país. En efecto, en 1880 había sido uno de los aspirantes a ocupar la presidencia, oportunidad que, como varios otros, vio truncarse por el apoyo que el presidente en funciones, el también general Porfirio Díaz, brindó a González.

Vallarta estuvo al frente de la SCJN desde 1877, cargo al que llegó mediante elección popular, como se obligaba en la época, y renunció hacia finales de 1882, cuatro meses después de que vio la luz la caricatura que analizamos. Y aquí se podría creer que justo se humillaba porque su cabeza estaba sobre el filo de la guillotina y buscaba congraciarse con el Presidente; pero no es así. Su cargo sólo era renunciable por causa grave que la justificara y no podía ser destituido. Vallarta tenía serias diferencias con González desde que éste inició su periodo de gobierno; y tampoco andaba en los mejores términos con Díaz, a pesar de su supuesta filiación tuxtepecana, ¿temían González y Díaz al poder de Vallarta? ¿Sospechaban de alguna posible traición por su parte que condujera a la pérdida de la presidencia de González? O ¿querían eliminarlo de forma definitiva del escenario político para que no fuera a presentarse a la contienda en 1884 porque significaría un duro freno a las pretensiones de Díaz y aún del propio González que por entonces aún aspiraba a reelegirse a pesar de estar prohibido por la Constitución? Es probable. Quizá por ello los militares guardaban

distancia con Vallarta, porque temían a sus pretensiones y a su fuerza, y para neutralizarlo desarrollaron dos estrategias: una, atacar a lo que consideraban el bastión jalisciense vallartista; dos, suprimir constitucionalmente la facultad que otorgaba al titular de la Suprema Corte el derecho de sustituir las ausencias del presidente de la República, una propuesta que el mismo jurista había hecho años atrás, pero que no había procedido.

Como he mostrado que no es cierto que el presidente del judicial se supeditara al del ejecutivo, es preciso considerar que la caricatura, más que un ataque a Vallarta, es parte de una campaña del semanario destinada a desprestigiar a González y sus allegados, aunque para lograrlo de pasada arrastraran también el honor del Presidente de la Corte. Aunque, la caricatura constituye sólo la opinión de quienes la producen, lo que no debemos dejar de observar es que la ambición del poder ejecutivo de someter a los otros poderes es un tema que encontramos constantemente a lo largo de la historia nacional, bien sea en la caricatura, en la prensa o en la historiografía, y que está hoy en plena vigencia.

Fausta Gantús

@fgantus

Escritora. Profesora e Investigadora del Instituto Mora (CONACYT). Especialista en historia política, electoral, de la prensa y de las imágenes en Ciudad de México y en Campeche. Autora del libro Caricatura y poder político. Crítica, censura y represión en la Ciudad de México, 1867-1888. Coautora de La toma de las calles. Movilización social frente a la campaña presidencial. Ciudad de México, 1892. Ha coordinado trabajos sobre prensa, varias obras sobre las elecciones en el México del siglo XIX y de cuestiones políticas siendo el más reciente el libro El miedo, la más política de las pasiones. En lo que toca la creación literaria es autora de Herencias. Habitar la mirada/Miradas habitadas (2020) y más recientemente del poemario Dos Tiempos (2022).

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