Por: Fausta Gantús

En 1871, siendo aún Campeche un joven estado, se consolidó una fuerza política encabezada por los hermanos Pedro y Joaquín Baranda que sería la que dominaría en la dirección del destino de la entidad –aunque en un ambiente no exento de conflictos– desde entonces y hasta 1902 cuando tendría lugar un profundo cambio en los equilibrios políticos que transformaría el espacio público. Llegarían entonces al poder los jóvenes herederos de un grupo que durante el barandismo se había renovado: el garcía-aznarismo. En efecto, la caída de Baranda y sus partidarios supuso el ascenso de quienes eran descendientes de dos hombres que habían dirigido el destino del estado entre 1857 y 1870: Pablo García y Tomás Aznar Barbachano. De esta forma, la fuerza garcía-aznarista se impuso de nuevo y ocupó la gubernatura a partir de 1902 y hasta el estallido revolucionario que afectó a todo el territorio nacional, y en el marco del cual Campeche también generó sus propios actores y acontecimientos. El periodo que corre entre 1876 y 1910 corresponde a una etapa que la historiografía tradicional mexicana posrevolucionaria calificó como el porfiriato. Esa denominación ha sobrevivido por muchas décadas y continúa utilizándose de manera general para referirse a esos años definidos por la presencia de Porfirio Díaz en la presidencia del país, salvo por el cuatrienio de 1880-1884 en que desempeñó el cargo Manuel González. Sin embargo, como se ha demostrado a lo largo de las últimas décadas y a través de diversos estudios regionales, el término no es útil para calificar procesos locales que se identificaron por tener sus dinámicas propias y características.

Una idea de lo complejo del escenario local nos lo proporciona el constante movimiento en la gubernatura. Entre 1875 y 1911 debieron desarrollarse 9 periodos ordinarios de gobierno de cuatro años cada uno con sus correspondientes procesos electorales; en vez de ello, durante el mismo se realizaron 13 elecciones y tuvieron lugar 22 cambios de mandatario, que fueron electos constitucionalmente –en sufragios ordinarios y extraordinarios–, lo mismo que interinos, provisionales y encargados del despacho. Los 22 recambios tuvieron lugar entre 15 personajes de, básicamente, los dos partidos políticos apuntados: barandismo y garcía-aznarismo; porque existió una tercera fuerza política comanda por Eduardo Berrón que sólo fue capaz de lograr un triunfo pasajero en la década de los ochenta y no pudo concretar su posicionamiento.

Por supuesto, las dinámicas locales estaban íntimamente ligadas a la política nacional, pero ciertamente en su desarrollo adquirían particularidades propias que las acercaban o alejaban de la misma. Como sucedió en el caso de Campeche en donde los grupos políticos que se disputaban el acceso al poder procuraban tejer alianzas con el gobierno federal, y en particular con el Presidente de la República, confiando en que su apoyo les valdría para inclinar la balanza a su favor. Sin embargo, no siempre la fórmula resultó exitosa.

En 1876, cuando Baranda se desempeñaba como gobernador estalló a nivel nacional el movimiento armado conocido como Revolución de Tuxtepec que tenía como finalidad derrocar al gobierno constitucional del presidente Sebastián Lerdo de Tejada. En el estado se logró cierta estabilidad gracias a las facultades extraordinarias y a la suspensión de garantías. Al triunfo del tuxtepecanismo Baranda decretó la separación del estado de la federación en tanto se restablecía el orden constitucional, sin embargo, las fuerzas federales radicadas en la entidad se pronunciaron en favor de Díaz en enero de 1877 y conminaron al Gobernador a reconocer al nuevo régimen. Baranda se negó y dejó el cargo.

Tras la renuncia de Baranda se nombró gobernador provisional a Juan B. Zamudio con la responsabilidad de convocar a nuevas elecciones. Se enfrentaron en la contienda Marcelino Castilla, ligado al barandismo, y Pablo García, que vio en la coyuntura política la oportunidad para volver a la escena pública y recuperar el poder en el Estado, pero resultó triunfador Castilla para el periodo de 1877 a 1881. Su mandato se caracterizó por la búsqueda de la unidad entre las facciones políticas; sin embargo, en 1878 Castilla rompió nexos con Joaquín Baranda y procuró consolidar su propia base política. Durante su administración realizó algunas tareas en la obra pública, destacando especialmente el proyecto del establecimiento de la red ferroviaria que uniría a Campeche con Calkiní.

La situación para el gobierno de Castilla no era fácil, tenía en contra a la prensa barandista, así que, argumentando asuntos personales, renunció a su cargo en 1880 y lo sustituyó Prudencio Rosado, por entonces presidente del Tribunal Superior de Justicia, quien convocó a elecciones. Enfrentado a las candidaturas de Joaquín Baranda, Pablo García y Antonio Castilla, hermano del exgobernador Marcelino, resultó electo como gobernador el carmelita Arturo Shiels, para el periodo 1880-1883. Asumido el poder, Shiels procuró instrumentar una política de conciliación. Con la aprobación del Congreso, en un intento por mantener la paz declaró beneméritos del estado a Pablo García y Pedro Baranda. El fomento de obras portuarias y el desarrollo ferrocarrilero fueron dos ejes centrales de su administración. La crisis más importante que tuvo que enfrentar Shiels fue la provocada por el resurgimiento de la fuerza del partido barandista, algunos de cuyos miembros procedieron a promover ante el Senado el desconocimiento del gobernador y de los diputados, pero la moción no prosperó.

En 1882, estando al frente del gobierno federal Manuel González, a quien le unían lazos de amistad, Baranda fue nombrado ministro de Justicia e Instrucción Pública. Su consolidación en el ámbito nacional le permitió recuperar el poder en el estado y ser electo gobernador para el periodo 1883-1887 en el marco de una contienda sin oponentes. Así Baranda y su partido dominaron la política local gracias a su ascendente en el ámbito nacional. Baranda solicitó licencia al cargo, pero antes definió el rumbo de la administración, mismo que se encargó de aplicar Juan Montalvo, en su calidad de gobernador interino, así propició la colonización del territorio con el fin de desarrollar la agricultura e impulsó la educación y la industria. Desarrolló del sistema ferroviario y el tendido de la red telegráfica, fomentó el establecimiento de los primeros tranvías y la instalación del alumbrado de gas en la ciudad e inauguró en 1880 la Escuela Náutica.

Al acercarse el fin del periodo de gobierno de Joaquín Baranda, correspondiente al cuatrienio 1883-1887, y como había sucedido en los últimos años, las elecciones volvieron a representar momentos de gran tensión en el ambiente político. Durante la administración de Montalvo se habían recrudecido las diferencias políticas con un grupo conformado por Eduardo Berrón Barret y otros personajes como el exgobernador Marcelino Castilla y Prudencio Rosado, íntimamente asociado con la figura de Castilla, además de Felipe Guerrero, Eduardo Baqueiro y, presumiblemente, un barandista de larga data, Salvador Dondé. Los conflictos con Berrón detonaron en 1886, en el marco del proceso electoral de junio para renovar la legislatura estatal. Paralelamente, tuvo lugar un levantamiento armado, en el que los sublevados atacaron el arsenal naval resguardado en el poblado de Lerma, en las inmediaciones de la capital. Aunque algunos historiadores señalan que tal movimiento aparentemente no tuvo relación con las elecciones, se supuso que al mismo estuvieron ligados Berrón y Castilla. Poco antes, Berrón Barret también se había pronunciado en contra del gobierno de Juan Montalvo, acusándole de infame y arbitrario a través de algunos impresos publicados en la ciudad de Mérida, en el vecino estado de Yucatán.

Los cuestionados comicios dieron el triunfo a Pedro Montalvo, sobrino del anterior gobernador, pero renunció a los pocos días argumentando problemas de salud que le impedían cumplir con el desempeño del cargo y tuvo que celebrarse un nuevo proceso. La siguiente elección para ocupar el puesto para el periodo 1887 a 1891 fue ganada por José Trinidad Ferrer, quien contó para ello con el apoyo del propio Porfirio Díaz, médico de profesión, considerado como un personaje situado al margen de los intereses de los dos partidos dominantes, de quien se esperaba que lograra armonizar las diferencias y mantener el equilibrio y la paz en la entidad. Sin embargo, se produjeron diferencias entre Ferrer y el partido barandista y debido a las presiones que este grupo desplegó en el ámbito político y en el periodístico el gobernador se vio obligado a renunciar el 24 de abril de 1888, tras siete meses de gestión. Como es fácil observar el escenario político era un mosaico complejo, saturado de matices, en el que se ponían en locución intereses varios, compromisos diversos, pasiones y presiones, negociaciones y acuerdos, en fin, una gama amplia de procederes que es necesario considerar para comprender las dinámicas políticas y a sus actores.

A Ferrer lo sustituyó Onecíforo Durán, quien gobernó durante algunos meses y organizó las siguientes elecciones. La nueva convocatoria para el periodo 1888-1891 dio el triunfo a Joaquín Z. Kerlegand, de formación militar y origen tamaulipeco, entre cuyas acciones sobresalientes se contaron la instalación de la imprenta del gobierno y el proyecto para establecer el alumbrado eléctrico en la ciudad, además de varias edificaciones públicas. Después ocupó la gubernatura Leocadio Preve, de 1891 a 1895, durante su administración, bajo la influencia de las ideas higienistas, se iniciaron las obras de demolición de una parte del lienzo de muralla que circundaba el centro de la ciudad con el objetivo de que la misma contara con mejores sistemas de ventilación. Esta política sería corroborada y ampliada en 1901 cuando la Secretaría de Guerra y Marina dispuso la demolición de las murallas. En el renglón de las comunicaciones se proyectó la introducción del servicio telefónico. Unido al ministro de Justicia e Instrucción Pública, fue durante su gestión que se promovió y aprobó la iniciativa para denominar a la capital del estado como Campeche de Baranda.

Juan Montalvo llegó de nuevo al cargo, electo como gobernador constitucional para el periodo 1895-1899, pero falleció en noviembre de 1898. Preocupado por las cuestiones de la tierra, que constituía un problema endémico de la entidad, ordenó la formación de una Comisión Agraria cuya misión era analizar los problemas que frenaban su desarrollo y proponer medidas para su solución, así como la de integrar un proyecto de Ley Agraria. Inauguró, en julio de 1898, la línea de ferrocarril que se estableció entre Campeche y Mérida. Durante su mandato inició sus trabajos la Junta responsable de organizar los preparativos para la participación de Campeche en la Exposición Universal que se celebraría en París en 1900. Carlos Gutiérrez Mac-Gregor sustituyó a Montalvo y él mismo resultó electo para el cuatrienio 1899-1903. En este periodo se formó la Junta Consultiva de Agricultores que tenía el encargo de elaborar una ley que regulara la relación entre peones y propietarios de la tierra de manera más justa y equitativa. El declive del poder de Baranda en el centro del país y, por consecuencia, en la entidad provocaron que Gutiérrez Mac-Gregor, ligado al barandismo, tuviera que renunciar en abril de 1902 ante las presiones del grupo garcía-aznarista que aprovechó la coyuntura. El cambio en la administración significó también el cambio en el equilibrio de los grupos de poder político.

Designado como gobernador interino, José Castellot desarrolló algunos proyectos colonizadores y en junio de 1903 se estableció el Banco de Campeche, S.A. En el aspecto político además de convocar y organizar las nuevas elecciones, como un signo de los nuevos tiempos y la constatación del término de la era barandista, autorizó la supresión del decretó que imponía el denominativo “de Baranda” a la capital del estado. Durante su gestión la administración porfirista decidió erigir el territorio federal de Quinta Roo, lo que implicó una redistribución de los límites entre los dos estados –Campeche y Yucatán– y la recién creada entidad. En la celebración del nuevo proceso electoral triunfó Luis García Mézquita para el periodo 1903-1907.

En 1905 tuvo lugar el repentino fallecimiento del gobernador García Mezquita, descendiente de Pablo García Montilla. Su muerte obligó a efectuar nuevos comicios, en los que resultó electo Tomás Aznar y Cano para concluir el periodo oficial. De esta suerte, el último gobernante cobijado a la sombra de Porfirio Díaz fue Aznar y Cano (1905-1910), –miembro del mismo grupo garcía-aznarista. Aznar y Cano fue reelecto en la contienda de 1907 debiendo concluir su segundo mandato en 1911, pero en 1910 se vio forzado a renunciar por los efectos del movimiento maderista que estalló en la entidad. Durante el gobierno de Aznar imperaron estrechos vínculos entre el poder local y el central, evidenciados en el trazo de los proyectos políticos instrumentados en la entidad.

La política que tenía lugar en los salones campechanos no era ajena al interés nacional. Así el grupo que ingresó al poder tras la caída de Baranda, fue criticado en las páginas de algunos diarios de la prensa capitalina. En 1904, en La Patria de México se ironizaba sobre los procedimientos de la legislatura local para autorizar la licencia del gobernador García Mezquita para ausentarse del cargo y nombrar en su sustitución a Aznar y Cano. Sobre todo, el redactor se mostraba dubitativo respecto a los motivos que provocaban la separación temporal del mandatario para trasladarse a la ciudad de México. Destacaba también el hecho de los reiterados permisos que en muy poco tiempo se le habían concedido para atender cuestiones personales. En especial cuestionaba de fondo la política gubernamental del relevo continuo entre García y Aznar y la falta de atención y resolución de los asuntos prioritarios del estado.

Parecida crítica se haría respecto del gobierno del propio Aznar y Cano a quien se exhibiría por las frecuentas licencias solicitadas para ausentarse del cargo y de quien se ironizaría sobre su capacidad para desempeñarlo. En las páginas de estos diarios de circulación nacional se denunciaría ampliamente y sin ambages la supuesta incapacidad del gobernante para cumplir con el desempeño de sus funciones y se denunciaría la situación de crisis en que se encontraba sumido el estado. Es necesario, por supuesto, reflexionar en torno a los vínculos personales entre Irineo Paz, propietario de ambos periódicos y Joaquín Baranda, para ayudarnos a explicar la posición crítica de estos periódicos con los gobiernos garcía-aznaristas, De esta forma, al acercarse el año de los festejos de la independencia la situación en la ciudad de Campeche era bastante conflictiva, con unas autoridades que no lograban gobernar plenamente, con la presión de la presencia oposicionista en la propia ciudad, con la crítica de la prensa capitalina y con la inquietud electoral federal que repercutía en el ánimo local incluida, claro, la visita en 1909 de Francisco I. Madero y José Ma. Pino Suárez.

Algo de la política citadina campechana (1871-1911)
Algo de la política citadina campechana (1871-1911)

Joaquín baranda, gobernador del estado, s.a. (Archivo General del Estado de Campeche)

Algo de la política citadina campechana (1871-1911)
Algo de la política citadina campechana (1871-1911)

Salida del acto de campaña de Francisco I. Madero y José Ma. Pino Suárez, Teatro Renacimiento, 1909 (Archivo Municipal de Campeche)

@fgantus
Escritora e historiadora. Profesora e Investigadora del Instituto Mora (CONACYT). Especialista en historia política, electoral, de la prensa y de las imágenes en Ciudad de México y en Campeche. Es autora de una importante obra publicada en México y el extranjero, entre las que destaca su libro Caricatura y poder político. Crítica, censura y represión en la Ciudad de México, 1867-1888. Ha coordinado varias obras sobre las elecciones en el México del siglo XIX (atarrayahistoria.com) y es co-autora de La toma de las calles. Movilización social frente a la campaña presidencial. Ciudad de México, 1892. En 2020 publicó también el libro de creación literaria Herencia. Habitar la mirada/Miradas habitadas.

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