Por Enriqueta Quiroz

En el último tiempo, la discusión sobre el uso de agroquímicos en el cultivo de alimentos, ha estado muy presente a nivel político económico. El termino glifosato se ha hecho presente en el lenguaje cotidiano, aunque muchas personas desconocen realmente sus implicaciones. Tanto los consumidores como los productores de granos y hortalizas, se preguntan hasta qué punto los plaguicidas y los fertilizantes industriales perjudican la salud de las personas, la biodiversidad y el paisaje.

Detrás de esta discusión existe un problema ideológico importante, que no se manifiesta abiertamente y que tiene que ver con la visión de mundo que tenemos y deseamos.

No es meramente el acceso o la disponibilidad de alimentos, lo que se encuentra en juego. Sino una postura ante la vida humana y el reconocimiento de los límites del planeta. Hay que tener en cuenta que fue en el siglo XX cuando surgió -a raíz del excedente de armas químicas- el aprovechamiento de esas sustancias como plaguicidas y posteriormente su aprovechamiento como fertilizantes artificiales.

La FAO "creyó" y fomentó el eslogan de la seguridad alimentaria, bajo el cuál se promovió una siembra "segura" a través de agroquímicos. Los monocultivos emprendieron una nueva era, en la cual, la siembra sistemática y continúa de cientos de hectáreas de una sola especie se hacía posible. Los rendimientos agrícolas eran altos en un principio, sin embargo, hay que preguntarse: si había tanta producción, ¿cómo podían subir los precios de los granos y de otros alimentos? La cuestión de fondo, es que no se trataba de rendimientos óptimos, sino de ganancias seguras. La producción no se perdía, al menos, por la afectación de plagas. Estábamos ante el surgimiento de una agroindustria comercial. No una agricultura que garantizaba los alimentos para todos, sino para los que podían pagarlos.

¿Acaso no existían otras alternativas de producción agrícola? Hoy en día se promueve que prescindir de agroquímicos sería el fin del abastecimiento de granos, hortalizas y legumbres.

No obstante, hay que preguntarse ¿cuáles eran las técnicas tradicionales de producción agrícola antes de la creación de la agroindustria? Así como pensar en algún sistema que sea respetuoso con el ambiente. De ahí que este problema es ideológico en el sentido de promover un sistema de vida altamente comercial o crear otro, que piense de manera integral, en las acciones de la humanidad y su relación con el medio.

Alguna vez las culturas utilizaron fertilizantes naturales y esa realidad no está más allá que el mundo de nuestros abuelos. El abono orgánico desde siempre fue utilizado, por ejemplo, el estiércol de animales, la tierra compostada e incluso los deshechos humanos. Conocemos muy bien como el río Nilo dejaba en la época de secas una capa de tierra fértil para la siembra. Acá en Mesoamérica también se usaron éstas y otras técnicas para abonar la tierra. Los nahuas de guerrero desde siempre han sembrado en las secas del rio balsas. Otros han usado el estiércol de murciélago, la tierra de hojas, la tierra de hormigueros, la ceniza y en fin, diversos métodos para preparar la tierra antes de sembrar. Los sistemas fueron probados hace cientos de años y se mantuvieron entre las prácticas agrícolas hasta por lo menos mediados del siglo xx.

Además, los sistemas agrícolas históricos eran sobre la base de policultivos, es decir, las siembras eran diversas, se obtenía de ellas, maíz, trigo, cebada, diversas legumbres entre ellas frijol, alverjón y lentejas, calabazas, chiles y quelites diversos que muchas veces actuaban como controladores de plagas. Incluso dentro de las haciendas, la producción desarrollada de esta forma era cuantiosa, podríamos pensar que el modelo era una especie de réplica de la milpa, pero en mayores dimensiones.

Si bien era una intervención del paisaje, se cuidaba la biodiversidad y se practicaba la complementación de especies que es un modo en sí mismo, de alejar plagas y mantener la fertilidad de los campos.

Hoy en día, muchas personas están retomando estas prácticas y cada vez son más los grupos o individuos que buscan su autonomía alimentaria, prescindiendo totalmente de químicos industriales dada la certeza acerca del daño producido por los agroquímicos.

Incluso existen esfuerzos importantes de algunos gobiernos nacionales y locales por cambiar estas prácticas hacia la agroecología. En ese contexto el reciente retiro de los amparos ante la prohibición del glifosato en México, demuestra la intención de la transnacional de seguir escondiendo el daño a la salud que dicho pesticida produce a la salud humana, el cual hubiera quedado patente con la resolución que veían venir ante el cúmulo de pruebas presentadas.

Dra. Enriqueta Quiroz

Profesora investigadora a nivel titular en el Instituto Mora. Realizó sus estudios de licenciatura en la Universidad de Chile y los de Posgrado (Maestría y Doctorado) en El Colegio de México. Es miembro del sistema nacional de investigadores desde el año 2003, ha escrito varios libros y artículos sobre las condiciones de vida y el consumo en el pasado colonial, el desenvolvimiento del mercado, los precios y los salarios, además de incursionar en el análisis interdisciplinario sobre la alimentación ancestral.

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