John D. Padilla

¿Cuál es el impacto en el sector privado de los bajos precios del petróleo en México?

Los precios bajos del petróleo en el sector privado mexicano están afectando en muchas de las mismas maneras que estamos atestiguando en todo el mundo. Los países que siguen dependiendo en gran medida del petróleo están siendo particularmente afectados con dureza. Para México, la situación se complica aún más por la obstinada adhesión de la administración de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a una agenda nacionalista y su negativa a desviarse de esa estrategia a pesar de la pandemia y el caos económico asociado que se está produciendo a nivel mundial. México no será inmune a ninguno de esos impactos. En el aspecto económico, es vital poner algunas cosas en perspectiva antes de discutir el impacto de los bajos precios del petróleo en el sector privado.

La sobreoferta masiva del mercado de petróleo crudo ha sido particularmente dura en la mezcla petrolera mexicana, la cual se ha vuelto más pesada con el 63% de la producción de PEMEX ahora compuesta de crudo pesado. El exceso de petróleo bajó el precio de la mezcla mexicana 67.5% para el período comprendido entre el 14 de febrero y el 23 de marzo, frente a 51.1% para el West Texas Intermediate (WTI). A medida que la mezcla mexicana ha caído a menos de $20 dólares por barril en los últimos días, ha llamado la atención de los tenedores de bonos y ha aumentado la carga de la deuda pesada e insostenible de PEMEX de más de $105 mil millones de dólares, además de grandes pasivos de pensiones, que solo han aumentado con las medidas de austeridad que AMLO promulgó desde que asumió el cargo en diciembre de 2018. A pesar de las menores regalías en 2020 y las coberturas que PEMEX y Hacienda han promocionado, los costos fijos desproporcionadamente altos exigirán nuevas inyecciones masivas de capital del gobierno en 2020. Dependiendo de los supuestos del precio del petróleo utilizados y los recortes de CAPEX, que finalmente tendrán que hacerse a pesar de las declaraciones oficiales que sugieren lo contrario, PEMEX gastará fácilmente mil millones de dólares al mes y probablemente mucho más. Las finanzas de PEMEX sólo se deteriorarán aún más sin cambios radicales y el gobierno asumirá formalmente una parte importante de su carga de deuda o la garantizará.

Con una economía ya en recesión antes del COVID-19, y muy dependiente de las exportaciones que ahora se encuentran en riesgo, el impacto económico de México sólo se agrava sin una intervención gubernamental significativa o cambios importantes en las políticas. Un insulto añadido ha sido la reciente consulta pública celebrada en Mexicali, con menos del 5% de participación de los votantes registrados, para revocar los permisos ya emitidos para una planta de fabricación de cerveza Corona y Modelo de $1,400 millones de dólares que está siendo construída por Constellation Brands. El presidente está respaldando los resultados de la consulta, ante la indignación pública generalizada de la comunidad empresarial de México. Realizar una consulta pública durante una pandemia sólo agrega más combustible al fuego. Y solo aumenta la incertidumbre en un momento en que el gobierno debería hacer todo lo que esté a su alcance para proteger y salvaguardar la inversión.

Como resultado, mientras que el peso mexicano fue la moneda de los mercados emergentes de mejor desempeño frente al dólar estadounidense en 2019, ahora tiene el peor rendimiento global de divisas contra él en el 2020, después de haberse devaluado un 35% en poco más de un mes hasta el 23 de marzo. Las inminentes degradaciones crediticias y PEMEX sólo ejercerán más presión sobre el peso mexicano.

Para el sector privado mexicano, estas dinámicas ciertamente están afectando a quién se queda y quién se va, pero también están creando oportunidades para aquellos que creen que las perspectivas y los fundamentos a largo plazo siguen siendo sólidos. Las compañías de exploración y producción de todo el mundo que reducen el CAPEX en aproximadamente un 20-50%, que se someten a otras medidas de reducción de costos y programas de recompra de acciones tendrán un impacto en México. La buena noticia para México es que las rondas de ofertas petroleras que lanzó bajo la última administración mantendrán cierto nivel de inversión. No obstante, podemos esperar que las compañías que no han comenzado o asegurado las campañas de perforación las retrasen tanto como sea posible contractualmente, particularmente si el gobierno no cambia su retórica ideológica, y realmente pivotea e incentiva la actividad actual. Los proyectos de aguas profundas se verán particularmente afectados por los precios actuales del petróleo, como se ve en el reciente retorno de un bloque adjudicado a un consorcio liderado por Total luego de perforara un pozo seco. El consorció acordó pagara una multa de $21.2 millone de dólares por no cumplir con sus obligaciones mínimas del programa de trabajo. Todos los ojos se centrarán en las campañas de perforación de aguas poco profundas y medias en curso tras los descubrimientos altamente alentadores de Zama, Cholula y Sáasken en completamente nuevas profundidades de agua y formaciones geológicas.

En cuanto al retorno al modelo de proveedor de servicios, en que AMLO ha buscado fortalecer los monopolios estatales del sector energético, no ha dado los resultados prometidos ni ha garantizado la confianza de pago para los proveedores. La restricción en las finanzas del gobierno que se desarrollará este año solo aumentará la incertidumbre en los pagos que muchos proveedores no podrán resistir. Lo mismo puede decirse en gran parte del Plan de Infraestructura Energética aún por publicar.

Con los precios del gas natural en mínimos históricos, el gobierno mexicano debería hacer todo lo que esté en su poder para ayudar a garantizar la finalización y poner en línea muchos de los ductos licitados bajo la última administración. Con más de cinco BCFD de importaciones que continuarán creciendo en el mediano y largo plazo, México no tiene la opción, o el lujo, de continuar promocionando un modelo autosuficiente en perjuicio de las empresas nacionales y la economía en general.

En cuanto al consumidor, los precios de la gasolina ciertamente han bajado, pero se ven silenciados por la disminución de la demanda, junto con factores económicos como la devaluación y la inflación que comienzan a levantar su cabeza. En muchas otras áreas del sector energético, las oportunidades permanecen y solo crecerán, particularmente a medida que se cuestiona la seguridad del suministro de los proveedores gubernamentales tradicionales. El suministro y almacenamiento de combustible, nuevas importaciones y adquisiciones, por nombrar algunas áreas, ciertamente permanecerán activas y aumentarán con el tiempo.

En general, aunque muchas de las dinámicas que están afectando al sector energético de México y a la participación del sector privado estaban ya sólidamente establecidas y alcanzaban sus límites mucho antes de los deslumbrantes efectos del COVID-19 y de la guerra por el suministro de petróleo que desencadenaron Rusia y Arabia Saudita, se están dando hechos y reacciones que solo aseguran un resultado aún más grave. La única pregunta es cuánto dolor económico podrá tolerar el gobierno actual antes de buscar cambios significativos. Esto traerá numerosas oportunidades, aunque no del todo claras, mientras todos vemos como la pandemia de COVID-19 continúa desarrollándose.

Director Gerente IPD América Latina

Este texto forma parte de la colaboración de EL UNIVERSAL y el Instituto México del Wilson Center.

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