“Me voy a divorciar”, me dijo una amiga como si fuera la crónica de una muerte anunciada. Parecían la pareja perfecta, y para muchos, esta noticia fue totalmente inesperada. Pero, ¿por qué a mí no me sorprendió?
En una ocasión, durante una cena, vi en ella “una cierta mirada” hacia su esposo y aunque no le di mucha importancia, en dos segundos supe que su relación estaba a punto de terminar. Ahora sé que esa mirada era de desprecio.
En el libro “Parpadeo”, Malcolm Gladwell dice que el cerebro humano puede “descubrir la verdad” en un abrir y cerrar de ojos. Como ejemplo, nos cuenta que en 1983, el museo Getty recibió la oferta para comprar por 10 millones de dólares una estatua de dos mil años de antigüedad en un gran estado de conservación. El museo la tomó primero como préstamo, y después de una investigación exhaustiva determinó que sí era original y aceptó comprarla.
Tiempo después, algunos visitantes del museo comenzaron a expresar opiniones desconcertantes desde el primer instante en que veían la pieza: “tiene algo raro, no corresponde a una pieza tan antigua.” Debido a estas reacciones, el museo hizo una revisión y determinó que la obra sí era una falsificación. ¿Cómo es que ese rechazo colectivo por instinto tuvo mayor veracidad que un estudio de 14 meses hecho por especialistas en arte?
La respuesta es que tenemos el poder de emitir un juicio instantáneo basado en factores como la observación y la intuición. Ahora entiendo por qué mi hijo, cuando tenía 5 años, le gustaba jugar maratón y era imposible que supiera de tan diversos temas, pero con una facilidad sorprendente, basado en su intuición, atinaba a la respuesta correcta la mayoría de las veces.
Pero no hay que perder de vista que, así como en ciertas situaciones los juicios rápidos son más veraces que el análisis consciente, en otras ocasiones nos pueden orillar a hacer valoraciones injustas de los demás.
Hace unos días, terminé de ver la serie de “Desprecio”, de Alfonso Cuarón, la cual está basada en la novela de Renée Knight. Narra la historia de Catherine, una aclamada periodista que, al recibir un libro sobre sus secretos, muestra hasta dónde está dispuesta a llegar para seguir manteniendo oculto su pasado.
En el último capítulo me la pasé con la boca abierta porque me atrevo a decir que me sentí culpable de juzgar a una persona tan duramente sin conocer su parte de la historia. Me duele pensar cuántas veces juzgamos sin saber.
Y si ahora ya tienes la duda de cuándo hacerle caso a tu intuición y cuándo es mejor hacer un análisis de la situación, aquí te dejo dos tips:
1.- Para desarrollar la intuición y confiar en esos “dos segundos”, es necesario reducir el ritmo y calmarte porque debido al estrés tendemos a ignorar muchas señales.
2.- Cuando te des cuenta de que estás juzgando muy duramente a alguien, haz una pausa, y reconoce que no sabes con certeza lo que esa persona está experimentando. Juzgar a los demás generalmente es un reflejo de la severidad con la que nos juzgamos a nosotros mismos.
Desarrollar la habilidad innata de tu intuición es el INGRIDiente secreto para reconocer, desde una obra de arte o bien… un futuro divorcio.
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Gracias por acompañarme una vez más.
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