En la última entrevista larga, que le hizo Benny Levi de Le Nouvel Observateur a Jean Paul Sartre —ya enfermo y ciego, pero muy lúcido—, éste hacía una declaración que apareció como nota principal del periódico: “Donde escribí la palabra ‘Nada’, debí haber escrito ‘Dios’”. Cuando se la dio a leer a Simone de Beauvoir en el restaurante al que acudían, ésta lanzó bruscamente el periódico al suelo y le dijo a Sartre: “¡Qué vergüenza, has traicionado a toda una generación!”
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¿Cómo un simple tintero —o quién sabe cuántos— pudo convertirse en En busca del tiempo perdido?
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Cuántos planes se nos fugaron con el viento.
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En el álbum familiar de lejanos parientes muertos, casi siempre hay uno del que adivinamos sus pensamientos.
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A partir de cierta edad, los placeres más plenos son los recuerdos.