A la evidencia numérica de los resultados, los “aliados dominicales” ―PRI, PAN y PRD― siguen agregando su falta de análisis y pobres argumentos para explicar lo ocurrido: aun si el quiebre de la partidocracia mexicana los coloca al borde de perder el registro, sus liderazgos nacionales parecen decididos a no ver la realidad.
Algunos se cuestionan por qué MC no participó en la alianza reciente, descubrirán que mantiene una identidad consistente con sus propuestas y un crecimiento en el número de votos obtenidos el domingo. El PT y el PRI aun en alianza perdieron su registro en algunos estados. El partido oficialista busca reconstruir el modelo priista de los años 70 y no parece aún tener adversario para 2024.
Sólo una fuerte voz ciudadana podrá ponerle coto en 2024 a la consolidación del engendro que crece como partido hegemónico y se afianza como gobierno autoritario dirigido por una sola persona. O superar la quiebra política de la oposición tradicional de la alianza PRI-PAN-PRD.
Ante la suma de poderes centralistas es hora de atreverse en lo electoral ―desde la legalidad― a imaginar una distinta recreación institucional, que pase por la llegada de cuadros diferentes y con cartas ganadoras que venzan el regreso del abstencionismo, y con una segunda vuelta electoral que active la alternancia y se comprometa a lograr una administración pública que revalore la transparencia y la rendición de cuentas.
En tiempos de brújulas partidistas tan extraviadas cabe desempolvar para el estudio profundo de todos los partidos políticos, lo establecido en el artículo 89 constitucional en su fracción XVII: Es facultad del presidente “…optar en cualquier momento por un gobierno de coalición con uno o varios de los partidos políticos representados en el Congreso de la Unión…”, ello permitiría que la oposición se una para organizar un gobierno compartido.
Al partido oficialista hay que recordarle que los electores no son su propiedad. Quizá eso lo lleve a reconsiderar que en 2024 y con avance imparable de la degradación social y la caída económica, no bastarán ayudas sociales para la compra de votos ni acuerdos cupulares o “simpatías” del narcotráfico para prolongar el mandato de quien cada mañana ahonda divisiones sin atender problemas.
Como competidor electoral de Morena vimos en Oaxaca e Hidalgo a un PRI con gobernadores que ―por miedo al encierro o por aspirar al destierro― entregaron el estado al adversario. El PRI, capaz de regenerarse por caminos democráticos, fue derrotado desde la muerte de Colosio.
El PAN actual es el pragmatismo de sus dirigentes, siempre con más ambiciones personales que ideas de una patria generosa que entusiasme de nuevo a las clases medias. Poco puede decirse de un PRD que se alegra de tener un membrete de rendimientos decrecientes.
Sólo falta que Morena coopte al presidente del PRI, pues los demás miembros de ese partido ya están afiliados, los cuatro gobernadores recién electos proceden de ese instituto. Los dos partidos que podrían construir ciudadanía y ofrecer ideas que atraigan al electorado serán el PAN y Movimiento Ciudadano, ambos podrían crecer como en el pasado lo hizo MC con Alfaro y con García, en Jalisco y Nuevo León, o el PAN con Fox y Calderón.
Hay todo un camino por recorrer de aquí al 2024, lo importante será no descalificarse entre sí y en descargar las baterías para vencer a Morena.
Por lo pronto valdría la pena conocer cómo se organizará la oposición en los estados de México y Coahuila el próximo año, habrá que sumar al ciudadano comprometido con el rescate de las instituciones, incluso a algunos priistas decididos. Una buena opción sería hacer elecciones primarias con los mejores candidatos y todos apoyar al puntero para obtener el triunfo con gobiernos de coalición como lo prevé la Constitución.
Notario y exprocurador de la República