Este gobierno —cada vez más obeso e incapaz— pasó de ser un exitoso fabricante de esperanzas a un constructor neto de decepciones. Su balance final coloca desde ahora sobre un barril de pólvora a quien gane el 2 de junio.
Es tanta la irresponsabilidad en el ejercicio del gasto público, que las cifras negativas condicionarán las decisiones de quien gobierne. Más de 60% del gasto presupuestario para 2025 será todavía herencia del actual gobierno, por las acciones etiquetadas y relacionadas desde ahora con el pago de intereses, deuda pública, pensiones, conclusión de obras insignia y financiamiento de 71 programas de la 4T.
Continúan las pifias en el manejo de los hidrocarburos, la generación de electricidad, la distribución de medicinas y el deterioro imparable en la atención de la salud pública.
En vez de cuidar y consolidar un marco institucional eficaz para superar la crisis de seguridad, México rompió un récord sexenal al alcanzar la cifra histórica de más de 186 mil víctimas de homicidio y 60 mil personas desaparecidas. Más feminicidios, más extorsiones y cobro de piso al alza fortalecen incluso la presunción creciente de vínculos del oficialismo con la delincuencia organizada.
La corrupción rebasa la de cualquier gobierno anterior. Es tal la opacidad y falta de rendición de cuentas que la administración pública acumula graves casos de impunidad por el desbarajuste de los negocios hechos al amparo del gobierno federal y hasta por familiares del Presidente.
Al incremento en los salarios mínimos lo ensombrecen y carcomen una inflación que no cede y el encarecimiento que impone el cobro de piso sobre numerosas actividades comerciales.
La presidencia obesa y disfuncional en México es resultado del auge del ciclo populista latinoamericano y de la burda copia de estrategias y transferencia de estilos de gobierno inspirados en el utópico y fallido modelo cubano, seguido en Venezuela, Nicaragua y Argentina con gobiernos que llegaron al poder por la democracia, sólo para corroerla desde adentro hasta cambiar sus bases fundamentales.
La transferencia de modelos de gobierno “a la cubana” adquirió su base teórica en cenáculos académicos de Francia, en la década de 1960, con el triunfo reciente de Fidel Castro. La desilusión intelectual se produjo al descubrirse la dependencia castrista de la Rusia soviética.
Las reglas del foro de Sao Paulo transfieren y “exportan” estrategias de gobierno sin respetar siquiera la idiosincrasia de cada sociedad. Se llega al extremo risible de copiar el “yo ya no me pertenezco” (frase chavista hoy repetida incluso por la candidata oficial). Igual se alimenta el odio social contra críticos del régimen, tachados de conservadores; o escuchamos desplantes como “no me vengan con que la ley es la ley” y otras maniobras para debilitar a la Constitución, meta compartida por todos los dictadores latinoamericanos.
El modelo es el mismo que promueve el fracaso, el poder unipersonal, que permite la impunidad de un pequeño grupo ineficiente y depredador y defiende el avasallamiento masivo y la obediencia acrítica de todos al pastor.
Los pronósticos electorales son de lo más diversos e incluso disparatados. Se prevé que el 2 de junio voten más electores que hace 6 años y se conviertan en los verdaderos triunfadores del 2024 si se abaten los registros del abstencionismo.
Aun siendo un pueblo emotivo, con déficit de madurez cívica y política y poca capacidad de exigencia ciudadana, son tantas las tropelías de las autoridades que la sociedad reacciona cada vez con más claridad ante los excesos. La Marea Rosa dominical lo demuestra.
Estamos a 12 días de las elecciones. Los riesgos que amenazan la democracia y el pacto federal sólo podrán evitarse (triunfe quien triunfe) si las urnas permiten un Poder Legislativo que no pueda ser secuestrado de nuevo por la voluntad de quien llegue a la presidencia. La solución está en nuestras manos.