Predestinado a compartir y complementar su vida con Carlos su gemelo, Jaime Ruiz Sacristán , recibió todos los dones que el amor de sus padres y hermanos podían ofrecerle. La escuela hizo el resto para forjar el carácter seguro y terso que le conocimos siempre.
Patito y Dieguito.
Ambos hermanos eran tan parecidos que Jaime comentaba con el humor que lo caracterizó, el día que un Presidente lo confundió con su hermano Carlos. Platicaba que recibió las instrucciones, sin tiempo para expresar la confusión de identidades. Templado, se preocupó, como si nada por registrarlas con la mayor fidelidad y trasmitirlas a su hermano cuanto antes.
Jaime y Carlos, Carlos y Jaime, una cercanía jamás interrumpida sino por este desenlace terrible: su fallecimiento .
Los conocí y me costaba trabajo distinguir quién era quién. Hablaban ese lenguaje casi común que caracteriza el mundo de los gemelos. Me costaba cierto trabajo captarles incluso algunas palabras.
En la universidad y en el posgrado, ambos hermanos cursaron juntos la administración y las finanzas; Ambos brillantes observadores y detallistas no tuvieron problema en destacar profesionalmente.
Más tarde Carlos participó en el servicio público llegando a desempeñarse como secretario de Comunicaciones y Transportes ; Jaime, por su parte, siguió el camino de las finanzas y la banca, su trayectoria fue tan destacada que lo eligieron presidente de la Asociación de Bancos de México, posteriormente, presidente del grupo de la Bolsa Mexicana de Valores, cargo que desempeñó hasta el 12 de abril, día en que tristemente falleció, después de luchar, como siempre fue su temperamento, contra el Covid-19.
Construyó con Maribel, la compañera de su vida, una familia sólida y unida. Sus hijas Isabel, Priscila y Valeria les dieron plenitud de vida y la alegraron aún más con seis nietos a quienes Jaime prodigaba tiempo y cariño de abuelo.
Pese a su intenso trabajo siempre buscaba a Maribel y a sus hijas, eran su mundo, siempre presente compartiendo el tiempo, sin llevar a ese espacio las preocupaciones laborales.
Disfrutaba ver a nuestros nietos jugar en el jardín cuando él comía con la familia; en la sencillez de la vida, encontraba sus momentos de solaz y alegría, la lectura era una de sus pasiones, que disfrutaba sentado frente a su ventana.
Cuántas tardes pasó platicando con nuestros nietos de futbol y la liga MX asistiendo incluso a los estadios; era tanta su cercanía que, Dieguito, el más pequeño, repite sus gestos.
Vi en Jaime al banquero prudente, dispuesto a defender la banca y fortalecerla como institución de servicio para asegurar su permanencia. Fue un banquero discreto, con bajo perfil, confiable, siempre sensato en sus decisiones, pero abierto a ver y escuchar propuestas o proyectos de cuanto asunto le presentaran.
El respeto, admiración y confianza que ganó fueron frutos de su desempeño laborioso y sus principios, tal vez los fundamentales eran dos; la ética y la economía sin ideologías.
Era enemigo de que los consumidores, deudores, cuentahabientes o inversores de la Banca, aceptaran obligaciones poco claras, confusas o abiertamente engañosas. Le molestaba la “letra chiquita” de los acuerdos y no aceptaba que la economía (cadena de complejas interdependencias y técnicas) fuese ideologizada y conducida al fracaso o la creación de abismos económicos-sociales. Muchas de sus decisiones profesionales extendieron los beneficios de la economía a productores y consumidores, inversionistas, accionistas y usuarios de servicios financieros.
Llevó a la bolsa su mesura, prudencia y sensatez, para evitar ciclones cíclicos en los mercados bursátiles para que su mano se sintiera sólo lo indispensable, como una gestión positiva que proyecta confianza para todos.
Con su trato educado y cordial tenía esa categoría de los grandes personajes: su sencillez. Lo difícil lo hacía fácil y los problemas complicados los descifraba con su inteligencia y agudo olfato.
Encontró su fortaleza en el amor de su esposa y de su familia, en su profesión y con los muchos amigos que cosechó; tuvo una vida plena.
Jaime, si nuestros nietos crecen con el ejemplo que tanto les prodigaste se convertirán en ciudadanos preocupados por crear un país más justo, más igualitario, incluyente y desarrollado; gracias también por el cariño que prodigaste a tus yernos que vieron en ti un segundo padre y por último gracias por tu amistad, siempre franca y sincera.