Mario Vargas Llosa definió al sistema político priista como la dictadura perfecta: 70 años de permanencia en el poder avalaban su afirmación.
Las crisis aceleraron la caída de un partido que tenía los días contados. Para 1995 ese modelo económico ya no era benefactor de nada ni de nadie y había casi desaparecido; la economía mundial se abría regionalmente y cambiaba a toda velocidad. La riqueza se dirigía a la informática y la industrialización a los países emergentes.
En 2000, se acabó la dictadura perfecta. La sociedad mexicana había logrado definir, por fin, a lo largo de un siglo, un rostro más democrático, estrenaba elecciones creíbles organizadas por instituciones electorales profesionales y ciudadanizadas. La Suprema Corte era severo garante de la constitucionalidad.
México conoció así, los congresos plurales y con contrapesos y las instituciones que proponían garantizar la defensa de los derechos humanos.
En ese nuevo ambiente democrático, los mexicanos optaron por un nuevo y profundo cambio en 2018.
Los 18 años de alternancia, no dieron los resultados esperados, la pobreza, la corrupción y la inseguridad se incrementaron, ante esa realidad se fortaleció un opositor antisistémico que se ofreció salvador del país y esperanza de cambio para abatir y resolver los males.
La promesa prendió; la votación lo respaldó y le entregó el Ejecutivo y el Congreso con un partido que suma priistas, perredistas, panistas y pro fascistas, tras la figura de su único incuestionable pastor.
Estos dos años de gobierno evidencian que la corrupción crece, la inseguridad, la pobreza y las enfermedades aumentan. El presidente no ha cumplido sus promesas, se ha concentrado en la destrucción de las instituciones, la apropiación de los ahorros depositados en fondos y fideicomisos; ha logrado además el control de la Suprema Corte hasta convertir a su presidente en un apéndice del Ejecutivo.
Ganar a como dé lugar la elección de 2021 es su más clara finalidad, para ello entrega a 20 millones de familias 3 mil pesos mensuales, que pueden asegurarle 30 millones de votos de la próxima elección en la que está en juego seguir la inercia de su expansión o el acotamiento de su poder.
Si la dictadura perfecta priista fue resultado de la acción de grupos con caducidad sexenal, su reconstrucción actual es la expresión de un líder-pastor único, que busca trascender sexenalmente y seguir mandando, como lo hizo Elías Calles.
Por ello la 4T ha consolidado la dictadura imperfecta. El poder de la República en un solo hombre que juega sus fichas en un plan preconcebido. Hasta la historia, cuna de mitos, leyendas y símbolos está cambiando. Ver el pasado es su especialidad. Incrementar el odio y la división maniquea entre buenos y malos, su premisa histórica principal. Esta vez le tocó a Cristóbal Colón, ser desahuciado de su pedestal.
AMLO hábilmente ha “acercado” a las fuerzas armadas para imponer sus fines. Encargados de la seguridad nacional y la integridad territorial, los militares administran aduanas, migración, obra pública, hospitales y la policía.
La imperfecta dictadura mexicana tiene todavía un punto vulnerable: el voto que le da origen es el mismo que puede desterrarla. Es preciso que el INE, y el TEPJF promuevan la importancia del voto y adviertan a las familias que reciben fondos del gobierno que no son dádivas del presidente o de su partido, sino derivan de la ley y que por ello podrán votar libremente.
Notario, exprocurador de la República