El 2 de junio los mexicanos elegiremos la continuidad, o no, de un régimen que ha anulado derechos, limitado libertades, fustigado la iniciativa individual, burlado la transparencia, defraudado la democracia y que ahora roba 40 mil millones de pesos de los ahorros de los trabajadores.
Muchas de las iniciativas y decisiones de este gobierno han servido para satisfacer caprichos personales de quien lo encabeza. Nadie en su sano juicio quiere que un gobierno le robe sus ahorros. El robo siempre será condenable, aunque obedezca a propósitos positivos.
No estoy de acuerdo con el burdo mensaje de cancelar nuestras aspiraciones y pretender igualar a todos por lo bajo. Creo en la cultura del esfuerzo y el deseo de lograr una vida mejor a partir de nuestras capacidades y habilidades personales. Defiendo la igualdad en el acceso a la educación, la salud, la seguridad, la justicia y el bienestar. Sostengo que las ayudas sociales busquen igualar oportunidades, pero no explotar la necesidad y normalizar la pobreza. Me parece incluso inmoral conseguir votos con un clientelismo que promueve la apatía y la dependencia.
México está conformado por millones de personas con deseos, motivaciones y anhelos propios, habilidades o capacidades diversas que permiten seguir metas y caminos distintos. Me parece grave que desde la tribuna presidencial se critiquen las aspiraciones individuales de una vida mejor y se desvirtúe la inconformidad de quienes pensamos diferente.
Ser aspiracionistas está en nuestro ADN. Cuando decimos “los mexicanos somos luchones” hacemos referencia a nuestra indispensable voluntad para enfrentar y superar dificultades. Ser aspiracionista es virtud, no defecto.
Soy aspiracionista, estudié en escuelas públicas en Poza Rica y salí de Veracruz para estudiar Derecho. Tras casi 50 años de notario, lo sigo siendo; aspiro a ver un país de leyes, de instituciones, de democracia, de transparencia y rendición de cuentas, donde la pobreza, la exclusión y la impunidad no tengan cabida.
No estoy de acuerdo con un gobierno que regala dinero porque desincentiva el esfuerzo, el trabajo y el deseo de mejorar. Produce el efecto contrario del aspiracionismo; desmotiva, invita a la inacción, al abandono y a la ausencia de sentido de vida.
Tampoco estoy de acuerdo en que se proteja a los criminales por encima de las víctimas. Es la conducta, no la condición humana de los delincuentes, la que justifica que sean juzgados y castigados. La ley se aplica, no se negocia, proteger a los ciudadanos es la razón fundamental de todo gobierno.
Creo que el discurso oportunista de la igualdad encierra un odio terrible contra todo lo que es diferente, que anula el respeto a la persona, oculta la complejidad de la vida y subestima a los individuos.
En aras de esa hipotética igualdad se han impulsado iniciativas que atentan contra la propiedad privada. Hoy se roban las afores, pero ocurrió lo mismo con las cuentas bancarias inactivas y están en marcha otras reformas para que el gobierno disponga de los ahorros para la vivienda. Ahí están las múltiples expropiaciones de inmuebles, terrenos y empresas, las leyes que impiden desalojar un inmueble a quien lo ocupa ilegítimamente o declaran patrimonio medio ambiental cualquier predio, todos engañosos pretextos para vulnerar la propiedad privada.
México es muchos Méxicos, cada uno con identidad, características y anhelos propios: Sólo una verdadera democracia reconoce que somos diversos, con formas de pensar distintas, con habilidades y objetivos plurales que requieren concertación, no aplastamiento.
Este 2 de junio estaremos escriturando el presente y futuro de varias generaciones. Sólo la democracia puede atender la multiplicidad de una sociedad compleja. El burdo igualitarismo cuya continuidad propone una de las candidatas, niega derechos y borra el espacio para disentir, una peligrosa consecuencia que acompaña a las autocracias.