La reducción de 34 por ciento del presupuesto de las clínicas y hospitales e institutos de salud pública a partir de enero es la consecuencia de una larga suma de errores y de engaños, y tendrá un efecto perverso sobre la población más vulnerable: los más descobijados dependerán más “del gobierno”; tendrán que esperar, soportar y obedecer lo que sea con tal de ser atendidos. 

No es un secreto el aumento alarmante de la obesidad, diabetes, el cáncer y los padecimientos cardiovasculares en la población nacional. Tampoco lo es el menoscabo creciente que han vivido desde 2018 las instituciones de salud pública, al punto que hoy registran una disminución de casi 31 mil trabajadores menos que en 2018, de acuerdo con la “cuenta satélite del sector salud” elaborada por el INEGI.  Es una parte más de una historia tapizada de mentiras, que pasan por la fallida creación y peor funcionamiento del INSABI, de la distribuidora BIRMEX y del cuento de la “farmaciota”, que acompaña a un sistema de salud que nadie se atreve ya a considerar “mejor que el de Dinamarca”.

Quien tiene un familiar, amigo o conocido que presta servicios en el IMSS o el ISSSTE, sabe que hay clínicas y hospitales que apenas se sostienen, no sólo atrapados por la presión de la demanda, sino también por los casos frecuentes de corrupción en compras, de ordeña de insumos de trabajo, escamoteo de medicamentos, baja inversión en equipos de alta tecnología y frecuentes casos de escándalo por desvíos de recursos para fines ajenos a la salud.

Los diputados siguen autorizando para 2025 el gasto continuado de miles de millones de pesos en obras de dudoso beneficio y nula recuperación, tras haber aprobado para la secretaría de salud, reducciones que frenan la contratación de personal necesario para atender altas especialidades médicas en los institutos nacionales de cardiología, cancerología, neurología, nutrición y rehabilitación, entre otros.

Más allá de las carencias e insuficiencias que lo acompañaron antes de 2018, México fue el único país que redujo el presupuesto de salud el año de la peor crisis pandémica del Covid y cuyo gobierno se apropió de cerca de 300 mil millones de pesos de fondos y fideicomisos creados para prevenir, detectar enfermedades epidémicas graves o atender daños por desastres naturales.

Por varias décadas México fue uno de los países con mayor índice de vacunación. Hoy estamos entre los más atrasados en la aplicación de los esquemas completos de vacunación infantil.

¿Es de esperarse en el futuro un cambio en el frustrante modelo actual de salud pública nacional? Ojalá sí. De acuerdo con quienes han dedicado su vida al tema, el cambio estratégico indispensable tendrá que ser de nuevo hacia la medicina preventiva y el involucramiento real de la población en la detección y profilaxis temprana de las enfermedades.

La medicina preventiva requiere el uso intensivo de equipos para detección oportuna de enfermedades. La lógica actual de minimizar gastos y profundizar los recortes presupuestales desprecia la renovación de equipos de detección necesarios para el sistema de salud de un país con más de 130 millones de habitantes, aun si la prevención es la forma de garantizar servicios de salud pública para todos y reducir los costos de la medicina pública.

De la mano de la prevención deberá ir la investigación enfocada al análisis genético para la detección oportuna de padecimientos autoinmunes cuyo tratamiento es prolongado y costoso, como el cáncer. La suma de un presupuesto insuficiente y mala planeación seguirán traduciéndose en más tiempo perdido y más penalidades de los enfermos para recibir tratamientos correctos y medicinas suficientes.

Más de 40 por ciento de los recursos que reciben los beneficiarios de programas sociales se destinan a la compra de medicamentos y a pagar un médico privado. No hay “programas de bienestar” que resuelvan las consecuencias de un mal diagnóstico, de un tratamiento médico inoportuno o de un medicamento inexistente en los anaqueles de las farmacias públicas.

Nada afecta más la economía familiar que la pérdida de la salud, y el sacrificio del patrimonio con tal de recuperarla. Una buena vacuna a tiempo vale más que lidiar toda la vida con padecimientos que pueden prevenirse. ¿Seguiremos escuchando sin indignarnos que México tiene el mejor sistema de salud del mundo, cuando la debilidad financiera, las pifias y lastres acumulados son tan dolorosamente evidentes?

Notario, exprocurador General de la República

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