La candidatura de Movimiento Ciudadano se volvió una telenovela no apta para cardiacos que llevó a Samuel García a cortar sus aspiraciones presidenciales. Antes de su inmolación logró crecer de 6 a 13 puntos su intención de voto, con adhesiones que iban en detrimento de la candidata de la 4T.
Este panorama recuerda la anterior elección, cuando PAN y MC establecieron una alianza en la que Ricardo Anaya creció fuertemente después del debate con Beltrones, pero que lo convirtió en blanco de una serie de embates orquestados por Peña. Tras 47 días de acusaciones desde 43 medios de comunicación nacionales, locales y electrónicos, además de una averiguación ministerial de la PGR directamente en su contra, Anaya terminó por ser derrotado.
La lógica priista era que esos votos irían al PRI; sin embargo, fueron a parar a la canasta de Morena. Hago este señalamiento porque actualmente el Frente no parece considerar que —según análisis y cálculos confiables— 9 de cada 10 votos que traía Samuel, habían impactado a Claudia y no a la Alianza, lo que se deduce por el hecho de que las preferencias por Sheinbaum bajaron cuando crecieron las del ahora excandidato.
La candidata de Morena inició su campaña hace dos años con 41% en las preferencias y ha llegado a colocarse hasta en 45; por su parte Xóchitl surgió con entusiasmo, pero se ha estancado en 23. Es decir, hay un segmento de electores que de antemano no transige en comprometer su voto con ninguna de las candidatas.
En un escenario con sólo dos finalistas como ocurrió en la elección del 2018, es probable que se repitan también los resultados, más aún con Morena como eje del oficialismo y con todos los instrumentos de gobierno a su alcance.
Si MC quiere rescatar los votos que dejó en la orfandad el retiro de Samuel tendrá que encontrar una personalidad atractiva y empática con la juventud, que sea capaz al mismo tiempo de desmarcarse del oficialismo y en especial de cualquier sospecha de que actúa con línea o impronta palaciega.
El apoyo de López a Samuel fue un intento maquiavélico para asegurar que Xóchitl no creciera; sin embargo, el rápido crecimiento del regiomontano activó todas las alarmas y el Congreso de Nuevo León hizo todo por bajarlo sin que nadie metiera las manos.
Gran parte del voto que había acaparado Samuel terminará siendo anulado y otro tanto pasará a Morena, pues a pesar del desencanto por los malos resultados de gobierno, la animadversión en contra de “los políticos de siempre” sigue viva.
En este momento una elección entre dos le daría a Morena una mayoría calificada en el Congreso, con lo que la sociedad mexicana volvería a quedar a expensas de la voluntad de una sola persona y con ello diríamos adiós a la autonomía de la Corte, a los organismos descentralizados y a los contrapesos.
Pocos creían que Samuel podía ganar la contienda, pero sí aseguraba un congreso plural garante de la división de poderes y un bloque de contrapesos que impidiera a Morena acabar con las pocas instituciones y organismos autónomos que aún siguen en pie.
Xóchitl es una excelente candidata, pero hace tiempo que no encuentra el camino original que la catapultó a una posición privilegiada en el ánimo ciudadano. El lastre de los tres partidos que la respaldan le ha jugado en contra y empezar a repartir puestos a los mismos nombres gastados de siempre sólo ha estancado su ascenso.
Pocos aceptan que en política estas alianzas electorales partidistas más que sumar, restan. El ejemplo más claro fue Huixquilucan, que en 2018 aportó al PAN un millón de votos, pero el año pasado, de la mano del PRI, sólo obtuvo 500 mil.
La hoy herida democracia mexicana requiere un tercer candidato, atractivo y experimentado, que pueda, si no ganar la contienda, abrir la puerta a un Congreso plural que represente los intereses de los ciudadanos y no los de los partidos. Lo que este país necesita es menos Estado y más sociedad.