El nerviosismo por saber si la futura Presidenta será manejada desde Palenque invade el ambiente en muchos sectores de la sociedad y es tema público que va de la curiosidad a la preocupación.

Cuando me lo preguntan, opino que Claudia Sheinbaum no será una copia fiel del Presidente saliente. La banda presidencial cuenta y cuenta mucho, aun si no existe conflicto evidente o una tensión exacerbada entre ambos. Sheinbaum tiene la capacidad de autoafirmarse a partir de que tome posesión y cuente con el respaldo constitucional y de todas las leyes relativas al mandato electoral.

La constante intervención y evidente injerencia del Presidente saliente en temas e iniciativas cuya gestión va más allá de su sexenio ha puesto en el tapete cuál será la extensión y profundidad de su manera de aferrarse al poder y de comprometer a la administración entrante.

Designar secretarios de estado y definir los perfiles de quienes ocupen las vacantes del futuro gabinete son facultades exclusivas de la Presidenta electa. Mi respuesta y opinión está sustentada en la historia de las sucesiones de este país y sus singularidades.

El factor común entre quienes se hacen esta pregunta es comparar automáticamente el presente con lo ocurrido en el régimen presidencial de Plutarco Elías Calles, cuya influencia en los siguientes presidentes fue tan abrumadora que uno de ellos, Pascual Ortiz Rubio, terminó por renunciar después de haber sufrido un atentado. A éste lo sucedió Abelardo L. Rodríguez, quien sólo ocupó la presidencia para concluir el periodo de Ortiz Rubio.

Después llegó al poder Lázaro Cárdenas, impulsado también por Calles, quien creía tenerlo bajo control; sin embargo, el “jefe máximo” acabó a bordo a un avión rumbo a Los Ángeles, de donde no pudo volver hasta el gobierno del general Ávila Camacho, con la lección aprendida y sin ningún intento de influir en el gobierno.

Otro caso referible es el de Luis Echeverría Álvarez, quien inclinó la balanza sucesoria hacia su amigo de la juventud, José López Portillo. Durante la campaña, los candidatos opositores decidieron retirarse y López Portillo quedó como único candidato.

Viendo las frecuentes intervenciones de Echeverría en la elección de líderes de diputados y senadores, López Portillo aceptó el consejo de Jesús Reyes Heroles, su primer Secretario de Gobernación, para no perder por ningún motivo el respeto de políticos y ciudadanos: designar él mismo los liderazgos y nombrar a Echeverría embajador en las Islas Fidji, un punto remoto en el Pacífico Sur. El mensaje era claro y López Portillo no dudó en asumir el poder y el liderazgo de la presidencia.

La historia registra también sucesiones tersas y sin ruptura como la actual –claro, siempre entre presidentes que provienen de un mismo partido. Así fue también la del presidente Salinas y De la Madrid, quienes jamás tuvieron diferencias y procuraron un trato público amable y respetuoso.

Aún sin muchas postulaciones y designaciones de diputados y senadores como sucedió con “el Congreso de Echeverría”, los recién ungidos declaran y manifiestan su apego y lealtad a quien porta la banda presidencial. El próximo 1 de octubre estaremos viendo seguramente una versión reeditada de esto mismo.

¿Qué hará Claudia Sheinbaum? Dudo que esté pensando subir a un avión a su innegable impulsor o iniciar una campaña periodística en su contra. Simplemente ejercer su cargo sin estridencias. Tiene para ello el apoyo de millones de electores, aun el de quienes no votamos por ella.

Los matices de la transición los seguirán dando, como ha sido siempre, las circunstancias. En la silla del águila solamente hay espacio para una presidenta y a ella le corresponde ejercer el poder y asumir sus funciones; para ello se espera que fortalezca y refuerce el estado de Derecho y cumpla las leyes.

Notario, ex Procurador General de la República

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