Más que el banderazo de salida de un nuevo gobierno, vimos rituales de culto al jefe máximo anterior. Una ceremonia sui generis, cuya esencia no fue la fiesta de la nueva presidenta, sino hacer presente la “ausencia” del saliente.

Sigue creciendo la crítica pública por haber ofrecido a los mexicanos un acto de abierta adulación que fortalece el dogma hacia el expresidente y fundador de Morena, incluso con el manejo de “los mismos datos” con los que cada mañana se desinformó a la población desde 2018.

Para muchos mexicanos esperanzados en un rápido y firme giro de timón, casi cualquier incógnita ha quedado despejada. No hubo mayor novedad, ni se develaron directrices en temas urgentes ni del corto plazo: ninguna referencia a los 200 mil homicidios dolosos, a las casi 100 mil personas oficialmente reconocidas como desaparecidas; a los pacientes al margen de atención médica; a los desplazados por la violencia, los migrantes, al crecimiento de la delincuencia organizada y las guerras de bandas exacerbadas hoy en Culiacán, Sonora y Guanajuato, o al cáncer extendido de la extorsión y cobro de piso.

Hubo espacio generoso –eso sí- para responsabilizar de todo mal al pasado e incluso pedir disculpas a las víctimas del 68, pero no para reconocer el dolor presente de las madres buscadoras, los padres de los 43 de Ayotzinapa, las familias de las 34 víctimas del incendio de la estación migratoria de ciudad Juárez o las víctimas de la pandemia.

¿Sabemos con precisión cómo serán financiados los programas socioelectorales en 2025 que han triplicado su monto total hasta llegar a los 745 mil millones? ¿o cómo será subsanado el rezago enorme de la seguridad pública y la tasa de impunidad que ronda al 98% de los delitos sin castigo? ¿De dónde saldrán los jueces, policías y ministerios públicos capaces y con organización y recursos suficientes para culminar “ahora sí” decenas de miles de investigaciones pendientes?

En lo económico, ¿cuáles serán las grandes directrices de México ante el comercio mundial y los bloques regionales? ¿Qué propone la presidenta Sheinbaum para impulsar actividades comprometidas con Estados Unidos y Canadá bajo los tratados de libre comercio que han sido palanca de crecimiento durante los últimos 28 años? ¿Tendrá presente qué Kamala Harris voto contra la renovación del TMEC? ¿Estará consciente que Texas está atrayendo las inversiones del nearshoring que México deja a un lado, empecinado en implantar a toda costa una reforma judicial que proyecta enormes incertezas?

Si México cambió a partir del TLC y del TMEC al desarrollar un mercado exportador no petrolero capaz de insertarse en las cadenas globales de la industria, el comercio y la oferta de nuevas tecnologías y servicios ¿cuál será la línea a seguir en la próxima revisión del TMEC ante dos socios inconformes por decisiones que consideran violatorias de los acuerdos ratificados durante el periodo 2018 – 2024?

Una simple mención al propósito de impulsar la oferta de energías renovables no disipa tampoco la sombra financiera que proyectan los 18 mil millones de dólares que se acumulan a los pasivos de Pemex y que deberán ser cubiertos con gasto público y más créditos adicionales a los 6.6 billones de pesos que México contrató estos últimos 6 años y a los que se agregan 35 mil millones de dólares solicitados para sostener el arranque de este gobierno.

Nada se dijo sobre cómo serán financiados los programas sociales cuando ya no se tienen los miles de millones disponibles en las arcas llenas de los gobiernos anteriores al obradorismo, que decidió extinguir fondos y fideicomisos públicos de prevención y atención que apoyaban a las administraciones federales y estatales.

Muchas son las carencias por cubrir, los retos por enfrentar y los errores por corregir. Recomponer el rumbo y hacer las cosas mejor sólo será posible a partir de una responsable, clara y consistente expresión de voluntad política y estrategias económicas y de comercio.

Quienes votaron por Claudia y quienes no, requerimos un gobierno sin la ceguera y la sordera de los últimos años, con capacidad de encontrar respuestas. De entrada estaría bien saber cómo conciliar la nueva promesa de “100 acciones de gobierno”, con los recursos públicos disponibles para 2025, que desde ahora destinan el 75% del presupuesto federal del año próximo al pago de proyectos aprobados por el antecesor de la nueva presidenta.

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